Reba?o de aut¨®matas
Todo lo que dicen nuestros representantes es predecible. Obedece siempre, e indefectiblemente, al inter¨¦s del partido
No tengo control sobre lo que escribo. Cada una de las palabras que tecleo ha sido implantada en mi cerebro unos instantes antes de que mi consciencia tome el mando (si es que manda sobre algo). Las frases que vuelco en estas columnas de opini¨®n ¨Dya sea para criticar al Gobierno o a la oposici¨®n¨D son fruto del azar, de una mezcla de factores que est¨¢ fuera de mi elecci¨®n: mi predisposici¨®n gen¨¦tica hacia la justicia social o la responsabilidad individual, lo que estres¨® a mi madre durante el embarazo y afect¨® a mi desarrollo fetal, las experiencias en los cr¨ªticos primeros a?os de vida y todos los fortunios e infortunios posteriores.
No me alab¨¦is si os gusta esta columna ni me ataqu¨¦is si no, porque s¨®lo he escrito lo que estoy destinado a escribir. Es la teor¨ªa del determinismo, que ha sido revitalizada tras el ¨²ltimo libro de neurocient¨ªfico Robert Sapolsky. Al contrario de lo que nos han dicho los fil¨®sofos durante siglos, desde el punto de vista biol¨®gico, el libre albedr¨ªo es un espejismo.
No lo tengo claro, pero reconozco que la pol¨ªtica espa?ola ofrece una prueba irrefutable de determinismo: todo lo que dicen nuestros representantes es predecible. Obedece siempre, e indefectiblemente, al inter¨¦s del partido. Podr¨ªan, de vez en cuando, defender a las instituciones de todos, pero eso es imposible. El PP lleva a?os sembrando dudas sobre la legitimidad del Gobierno y la situaci¨®n de la democracia espa?ola. Y el Ejecutivo critica que entidades privadas (que en cualquier pa¨ªs son contrapesos esenciales al poder) cuestionen decisiones del Gobierno ayudadas por los tribunales. Ni unos ni otros se salen del guion. Cualquier evento es munici¨®n contra el rival.
Es dif¨ªcil escapar de esta pol¨ªtica de trincheras, sobre todo cuando tantas neuronas y hormonas han sido movilizadas por cado bando. Pero incluso en un mundo determinista el cambio es posible. Y la soluci¨®n puede ser algo tan sencillo como dudar de nuestro propio juicio. Yo no puedo enga?ar a la m¨¢quina del azar que imprime mis opiniones en la corteza cerebral, pero tampoco quiero dejarme enga?ar por ella. Por eso, deber¨ªamos escribir y reescribir cada frase, dici¨¦ndole a la m¨¢quina: nunca estar¨¦ seguro de qu¨¦ es lo correcto, pero, al menos, dame varias versiones de la verdad. La pol¨ªtica exige coherencia, pero no puede estar en mano de un reba?o de aut¨®matas. @VictorLapuente
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