Uno que no conoce Vigo
En una frase que en su momento fue sobrevalorada, Garc¨ªa M¨¢rquez dijo que la vida era tal y como uno la recordaba
A principios de siglo hab¨ªa en Pontevedra un notario, el se?or Garc¨ªa, y yo o¨ª hablar de ¨¦l hace muchos a?os mientras escrib¨ªa un reportaje sobre la guerra de la capital entre Pontevedra y Vigo que ya dura 300 a?os (se desentierra cada cierto tiempo la querencia de Vigo por la capitalidad de provincia al ser mucho m¨¢s grande que Pontevedra: ¡°Vigo sucursal, Pontevedra capital¡±, les cantan los vecinos); Pontevedra lleg¨® a colocar unos ca?ones en la salida de la ciudad, pero ten¨ªan tan poca potencia que usarlos ser¨ªa como disparar a sus propios vecinos. Aquel se?or Garc¨ªa fue inmortalizado por George Borrow o Jorgito el ingl¨¦s, que lleg¨® un d¨ªa de 1835 a Pontevedra para vender Biblias. Con el primero que se top¨® fue con Garc¨ªa, que ten¨ªa Pontevedra como su patria y Vigo como el lejano extranjero. Nada m¨¢s presentarse Borrow, que cont¨® su visita en La Biblia en Espa?a, un libro traducido por Aza?a y del que Julio Camba dijo en un art¨ªculo (La rana viajera, Alhena media, 2008) que era una de las glorias m¨¢s puras que tiene la literatura inglesa, Garc¨ªa le empieza a hablar de las miserias de Vigo. Borrow, que no sabe de qu¨¦ va la historia, le dice que hab¨ªa o¨ªdo que all¨ª, en Vigo, estaba la mejor bah¨ªa del mundo. Despu¨¦s de cuatro palabrotas, nuestro notario le dice: ¡°Espero que no venga de tan lejos a defender a un grupo de bandoleros como los de Vigo¡±. El profesor de la Universidade de Vigo Luis Rodr¨ªguez Ennes, en un trabajo sobre historia de la capital, cita otra a¨²n mejor de Garc¨ªa: ¡°Me importar¨ªa muy poco que Vigo ardiese con unos bribones dentro¡±. Nos cuesta saber qu¨¦ dir¨ªa hoy el se?or Garc¨ªa, el m¨¢s pontevedresista que en Pontevedra hubo, y ya est¨¢ dif¨ªcil la cosa.
Hay un se?or Garc¨ªa moderno que me hace mucha gracia porque es un t¨ªo estupendo al que s¨®lo le saca Vigo de sus casillas, del mismo modo que hay atl¨¦ticos y cul¨¦s fant¨¢sticos a los que les hace perder el control el Real Madrid: ¡°Pens¨¦ que eras buena persona¡±, me dijo uno hace a?os despu¨¦s de media hora de fraternal conversaci¨®n. A este moderno Garc¨ªa le dije que era probable que en Navidad me acercase a Vigo con el ni?o para que ver la iluminaci¨®n navide?a, espect¨¢culo muy infantil, y me mir¨® con cara de asco y luego me dijo, desde sus 49 a?os: ¡°Yo no conozco Vigo. He conseguido no tener que ir nunca¡±, y a?adi¨®: ¡°Ni de paso¡±, que pens¨¦ yo que menudo tute para ir a Ourense. De este modo, dijo, no puede ni recordar Vigo, porque nunca la conoci¨®. Hay gente para todo.
En una frase que en su momento amenaz¨® con ser sobrevalorada, Garc¨ªa M¨¢rquez dijo que la vida era tal y como uno la recordaba. En otras palabras, somos lo que recordamos, pero a veces no recordamos lo que somos. Ya se sabe que la verdad en este tiempo es algo amigable con quien se puede establecer un cierto contacto visual, pero sin pasarse. Quiz¨¢s por eso la vida es lo que recuerdas, lo que los dem¨¢s tambi¨¦n recuerdan, y todo lo olvidado y por olvidar. Muchos de los problemas de los periodistas es que pensamos que la realidad es lo que deber¨ªa haber sido y no lo que es. Y entonces escribimos como si estuvi¨¦ramos recordando nuestra vida cuando realmente deber¨ªamos estar cont¨¢ndola. Mi Garc¨ªa moderno nunca podr¨¢ escribir de Vigo, pero quiz¨¢ novel¨¢ndola la cuente mejor. Eso s¨ª, acabar¨¢ queri¨¦ndola, porque es imposible no querer lo que uno se inventa.
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