Victoria ideol¨®gica de la ultraderecha en Europa
Ahora que percibimos una Uni¨®n en declive corremos el peligro de consolarnos con afirmaciones supremacistas, como ha sucedido en Francia con la nueva ley de inmigraci¨®n
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As¨ª es como ha descrito Marine Le Pen la aprobaci¨®n de la nueva ley de inmigraci¨®n francesa, a la que, por supuesto, su partido ha prestado apoyo. Pero dijo m¨¢s. El respaldo de la ultraderecha a la ley significa ver satisfecha su hist¨®rica demanda de la ¡°preferencia nacional¡±, ese ¡°poner a los franceses primero¡± que seguro que les suena. Es la misma matraca que aup¨® a Trump y abri¨® la puerta al Brexit (Take back control, America first), y marcar¨¢ la pr¨®xima contienda electoral europea. La l¨ªnea divisoria est¨¢ ya bastante clara: m¨¢s Europa o m¨¢s nacionalismo. Hacia fuera, el arco nacionalista tratar¨¢ de esencializar Europa, y hacia dentro, enfatizar¨¢ la Europa de las naciones frente a la idea de la casa com¨²n. Esa doble dial¨¦ctica colonizar¨¢ la palabra ¡°Europa¡± durante los pr¨®ximos meses, y se har¨¢ con ret¨®rica vieja. Hablar¨¢n de recuperar lo que nos define, ese nosotros indistinto, de la tierra. La pureza nativista.
La autoafirmaci¨®n nacionalista consiste en la exclusi¨®n de lo distinto, sobre todo del pluralismo interior, y es el enfoque que el nacionalpopulismo llevar¨¢ tambi¨¦n a Europa: Europa para los europeos. La paradoja es que esa autoafirmaci¨®n se hace a costa de instrumentalizar esa otra idea de Europa, la que naci¨® con vocaci¨®n de abrirse al mundo, la ant¨ªtesis de nuestra actual ¡°Europa fortaleza¡±. Es as¨ª como se comunitarizan sus valores, como se lee en el manifiesto de 2019 del Partido Popular Europeo: ¡°Preservar nuestra forma de vida ¨²nica¡±, dicen all¨ª. En el fondo, proponen una especie de cruzada al viejo continente, pero no es m¨¢s (ni menos) que un movimiento narcisista, pues invita a buscar el reflejo de ese algo aut¨¦ntico, nuestro, que al parecer hay en nosotros, y lo hace en un contexto invadido por la emoci¨®n: el miedo, la m¨¢s narcisista de las emociones.
¡°Tengo miedo de que los europeos voten con miedo¡±, dijo recientemente Borrell recordando a Montaigne. Y lo cierto es que las emociones suelen tener su origen en problemas reales. El incremento de las im¨¢genes b¨¦licas en nuestras pantallas y el monopolio de los temas securitarios en nuestras opiniones p¨²blicas provocan la intensificaci¨®n del miedo en la ciudadan¨ªa. El miedo vende y, curiosamente, esto se acent¨²a en los lugares m¨¢s ricos y seguros. La clave est¨¢ en c¨®mo encauzarlo. Los pol¨ªticos de ultraderecha hablan de la ¡°invasi¨®n¡± de los refugiados, mientras los conservadores y socialdem¨®cratas acaban asumiendo la agenda y el discurso ultra. Ha sucedido en pa¨ªses como Suecia u Holanda y ahora es un aviso a navegantes para el Reino Unido, Alemania o la propia Francia. Sin olvidarnos del nuevo pacto de Migraciones y Asilo del Consejo de la UE y el Parlamento Europeo. En un momento en el que percibimos a Europa en declive, esa afirmaci¨®n supremacista tiene el peligro de poder consolarnos, pues nos pone, aunque sea solo un momento, por encima del resto, as¨ª como el nacionalismo de Trump explota la idea de que la piel blanca es todo lo que les queda a quienes, equivocadamente, se sienten ¡°los ¨²ltimos en todo¡±: el privilegio de los destronados.
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