Consumir o morir
Hay que comprar y comprar aunque no se tenga dinero porque esa es nuestra principal distracci¨®n, v¨¢lvula de escape de la masa
Con la inflaci¨®n haciendo estragos y un panorama econ¨®mico lleno de incertidumbre, los ejes comerciales de las ciudades est¨¢n abarrotados. Hay que comprar y comprar aunque no se tenga dinero porque esa es nuestra principal distracci¨®n, v¨¢lvula de escape de la masa. Solo se resisten a comprar por comprar los zumbados iluminados por alguna religi¨®n oriental. Consumo, luego existo, aunque me falten la casa y el pan, el presente y el futuro.
La estratificaci¨®n social est¨¢ hoy en las cadenas de productos y el que no adquiere el suyo es porque no ha visitado portales chinos que ya copian a las firmas low cost que copian a dise?adores de moda. A m¨ª el modo en que se van llenando las casas de trastos y objetos me provoca una angustia existencial, lo opuesto al horror vacui. Por eso un signo de distinci¨®n y riqueza es no tener nada en enormes espacios di¨¢fanos. Como mucho habr¨¢ alg¨²n mueble blanco. A mi madre le dar¨ªa un patat¨²s ver el sof¨¢ n¨ªveo de Kim Kardashian. El blanco es el color prohibido para las madres con muchos hijos, se ensucia r¨¢pido y hay que estar siempre quitando las manchas. Algo por lo que la Kardashian no parece muy preocupada.
Lo que no s¨¦ es si en casa de los ricos los ni?os tienen tantos cachivaches como en la de los pobres. Si los tienen se notar¨¢n menos porque igual son todos Montessori, de madera eco sostenible y toxic free. Los chavales pobres se har¨¢n m¨¢s fuertes chupando el petr¨®leo de sus juguetes 100% pl¨¢stico, unos juguetes que parecen invadir el poco espacio del que disponen muchos hogares porque a los ni?os tambi¨¦n les educamos antes para ser compradores que ciudadanos.
En su primera infancia, incluso en las familias m¨¢s afectadas por la falta de recursos, los peques reciben cada a?o un alud de regalos: amigo invisible, ti¨®, Olentzero, pap¨¢ Noel y Reyes Magos, cumplea?os y santo. Me lo pido para tal, dicen, como si nadie tuviera que pagar el regalo y sus deseos fueran ¨®rdenes para los adultos. Si les sugieres que pongan calcetines o pijamas en la lista, como se hac¨ªa antes, te miran ofendidos. Para que el regalo sea regalo tiene que carecer de utilidad. Y si a los padres les supone un esfuerzo sobrehumano costear los presentes, que disimulen o sus hijos tendr¨¢n un trauma de por vida que r¨ªete t¨² de las infancias dickensianas. El trauma de tener conciencia de la realidad y asumir que los recursos son finitos.
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