Catalu?a sin catalanes
Algunos creen que son iguales que las ¨¦lites que las dominan y que defienden los mismos valores: la cultura, la lengua, la ¡®naci¨®¡¯
Las ¨¦lites econ¨®micas siempre han temido la sublevaci¨®n de las masas que tienen bajo los pies porque saben, aunque no lo admitan, que su orden es injusto. En Catalu?a, las clases dominantes se han encargado siempre de crear y difundir el relato sobre lo que somos todos los catalanes. La ra¨ªz primera de este paternalismo que borra la voluntad ciudadana en el revuelto indiferenciado de poble, pa¨ªs o naci¨® est¨¢ en el siglo XIX y los albores de la industrializaci¨®n. Sin los obreros, extra¨ªdos primero del propio campo catal¨¢n y luego de otros lados, el deslumbrante progreso que se arrogaban los amos, otrora tan admirados por su empuje y capacidad de hacerse ricos, se hubiera quedado en nada, sin los numerosos brazos que hac¨ªan funcionar las f¨¢bricas. De ah¨ª el miedo casi at¨¢vico de las clases altas a la revuelta de los muchos, a la revoluci¨®n bolchevique que les arrebate lo que en realidad ganaron exprimiendo a sus subordinados.
Hace ya tiempo que en las sociedades occidentales el miedo a la revoluci¨®n roja fue sustituido por el miedo al reemplazo demogr¨¢fico, una paranoia difundida por las propias clases dominantes para as¨ª tener a los trabajadores divididos y canalizar la frustraci¨®n de las clases medias y bajas aut¨®ctonas. En el caso catal¨¢n, la decepci¨®n que sigui¨® al proc¨¦s se palpa en el ambiente, impera el des¨¢nimo en quienes creyeron a los l¨ªderes que les aseguraron que la independencia estaba a tocar. Hay un sector del independentismo tan ciego en su fe en estos l¨ªderes que no puede siquiera plantearse pedirles que rindan cuentas. Les prometieron el oro y el moro y ahora no les van a dar m¨¢s que el segundo y ellos tan contentos. Se creen que son iguales que las ¨¦lites que las dominan y que defienden los mismos valores: la cultura, la lengua, la naci¨®. Se?alando al inmigrante se diferencian de los pobres y los despreciados por el poder, vi¨¦ndose a s¨ª mismos tan ricos como los amos que los usan para sus propios fines. Lo cierto es que Catalu?a no ser¨ªa Catalu?a sin los inmigrantes del mismo modo que EE UU no se habr¨ªa construido sin la llegada a su territorio de personas de todo el mundo. Sin personas ¡°de fuera¡±, en vez de ocho millones ser¨ªamos dos millones, pero Junts, como Trump o Le Pen, hace lo de siempre: difundir el miedo a la sustituci¨®n demogr¨¢fica, atizar el odio contra el que es necesario para as¨ª poder someterlo mejor pero externalizando su control en los propios compa?eros de clase social.
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