Gigi Riva, el futbolista que dignific¨® a un pueblo

Recuerdo que en el horno de la peque?a pizzer¨ªa de la que fue due?o y ¨²nico empleado durante muchos a?os en una humilde poblaci¨®n a las afueras de Par¨ªs, mi padre se hab¨ªa fabricado una especie de constelaci¨®n nost¨¢lgica de su tierra perdida, Cerde?a. Hab¨ªa un retrato de una familia t¨ªpica de pastores de la isla, una foto en blanco y negro de su nonno Alessandro trabajando en la construcci¨®n en Cagliari de La Rinascente, una especie de Galer¨ªas Preciados italiana, im¨¢genes de playas paradisiacas de la costa Esmeralda y varias estampas de un hombre apuesto, de mirada t¨ªmida y vestido con pantalones cortos y medias, por el que un d¨ªa me atrev¨ª a preguntar. ¡°?Que qui¨¦n es Gigi Riva? ?Acaso t¨² eres mi hija?¡±, contest¨® casi escandalizado, buscando el respaldo de algunos clientes. ¡°?Riva es el que nos hizo ganar la Liga en 1970! ?El mejor jugador italiano de todos los tiempos y un hombre excepcional!¡±.

La muerte de Gigi a los 79 a?os, el pasado 22 de enero, al que Daniel Verd¨² dedic¨® una emocionante columna, me ha hecho reconectar con ese personaje mitificado en mi familia, con su excepcional historia y su condici¨®n de h¨¦roe para todo un pueblo. No hay m¨¢s que ver la cantidad de homenajes que siguen llenando la prensa y las redes sociales en Italia, donde los usuarios, adem¨¢s de sentidas palabras de afecto y admiraci¨®n, han compartido sus mejores goles, la canci¨®n que le dedic¨® en su d¨ªa Raffaella Carr¨¤ o fotograf¨ªas antiguas del a¨²n hoy m¨¢ximo goleador de la Nazionale, con 35 goles en 44 partidos. En una de ellas, quiz¨¢ la que permite entender mejor la dimensi¨®n humana del jugador, se le ve abrazado a los pescadores del barrio de Sant?Elia, a los que sol¨ªa frecuentar como uno m¨¢s. Riva, nacido en el seno de una familia lombarda muy humilde y hu¨¦rfano a una edad temprana, nunca olvid¨® de d¨®nde ven¨ªa ni cu¨¢les eran sus valores, pero sobre todo, encontr¨® en los sardos una nueva familia que nunca abandonar¨ªa. Una fuente de amor inagotable, como lo demuestran las impresionantes im¨¢genes de la marea humana que se form¨® frente a la bas¨ªlica de la Madonna di Bonaria en Cagliari para despedir a Rombo di tuono [fragor de trueno], las l¨¢grimas y los rostros desconsolados.

¡°No s¨¦ si alguien que no sea sardo puede entender lo que estamos viviendo. Cu¨¢ntas veces, en los ¨²ltimos d¨ªas, habr¨¦is escuchado decir ¡°ha unido a todo un pueblo¡±, ¡°ha representado a todo un pueblo¡±, ¡°ha salvado a todo un pueblo¡±, escribi¨® un tuitero, resumiendo lo que ha significado Riva no solo para el Cagliari sino para toda Cerde?a, una isla que gracias a ¨¦l venci¨® sus divisiones y empez¨® a mirar con la cabeza alta al continente. El futbolista, que lleg¨® al modesto conjunto un poco por casualidad, no tard¨® en convertirse en una estrella a la que los clubes m¨¢s prestigiosos cortejaban descaradamente. La Juventus incluso propuso a los rossobl¨´ 1.000 millones de liras ¨Duna barbaridad en aquella ¨¦poca¨D por fichar a Riva, pero ¨¦l los eligi¨® a ellos, y a esa tierra ¡°de pastores y bandidos¡± donde la modernidad siempre llegaba con un tiempo de retraso. Para los sardos, recibir el cari?o y la lealtad indefectible del que Federico Buffa, autor de una obra de teatro sobre la amistad de Riva y Fabrizio d?Andr¨¦, calific¨® de ¡°la m¨¢s grande entidad moral del f¨²tbol italiano¡±, fue inimaginable y, sobre todo, un motivo de orgullo que ni Gramsci, Berlinguer o Grazia Deledda fueron capaces de igualar.

Las cr¨®nicas de la ¨¦poca cuentan que era tal la expectaci¨®n que Gigi generaba cada domingo que, entre las gradas, gritando a pleno pulm¨®n, tambi¨¦n se encontraban pr¨®fugos de la justicia que prefer¨ªan arriesgarse a ser detenidos antes que perderse la nueva haza?a de Rombo di tuono. ¡°Se fue esposado del estadio, pero sonriente y feliz¡±, cuenta el periodista Ottavio Olita a prop¨®sito de un bandido arrestado el d¨ªa que ganaron el ¨²nico scudetto de la historia del Cagliari. Un sentimiento de euforia que mi padre recuerda con especial cari?o y que se contagiaba a toda la familia, incluso a mi abuela que cos¨ªa a mano banderas del equipo y n¨²meros 11 en las camisetas de mi padre y de sus primos, hipnotizada por el carisma de ese jugador de un metro ochenta, cuyo rostro viril parec¨ªa esculpido en el m¨¢rmol.

Hasta su muerte, Riva fue ¡°un h¨¦roe que caminaba entre la gente¡±, como resumi¨® L?Unione sarda. Un tipo cercano y reservado a la vez, sin necesidad de ostentaci¨®n alguna, con la que los caglaritanos sol¨ªan encontrarse a menudo en la trattoria Stella Marina di Montecristo, donde ten¨ªa su mesa, o paseando por la v¨ªa Dante, envuelto en sus pensamientos. Una frase pintada en una banderola de un club rival, el G¨¦nova, cuya fotograf¨ªa ha rescatado una tuitera, resume lo que hoy sigue simbolizando para el deporte ese jugador descomunal que se mantuvo fiel a su equipo porque, como sol¨ªa decir, su historia con los rossobl¨² era demasiado bella. ¡°En este f¨²tbol a la deriva, solo aplausos para Gigi Riva¡±.