Cr¨®nica sentimental de Espa?a
Hay demasiada gente deseando permanecer en el pasado, y quiz¨¢ por eso la izquierda haya renunciado a un verdadero discurso de progreso
?Qu¨¦ tiempos aquellos cuando los esl¨®ganes subversivos pertenec¨ªan a las izquierdas! En nuestro actual estado de renuncia e indignaci¨®n, hemos decidido que todo lo que huele a gamberrismo, contracultura o transgresi¨®n es pura banalidad, imperialismo yanqui o dar la espalda a los discursos ilustrados. ?Ay, si Diderot levantara la cabeza! O el propio Sade, otro gran ilustrado al que hoy algunas meter¨ªan de nuevo en la c¨¢rcel. Hay demasiada gente deseando permanecer en el pasado, y quiz¨¢ por eso la izquierda haya renunciado a un verdadero discurso de progreso. De ah¨ª el cansino y reaccionario mantra que nos estamos comiendo a diario sobre los agricultores.
Si hacemos caso a algunos tertulianos, ellos y solo ellos representan eso que llamamos ¡°campo¡±, una especie de ente idealizado que proyectar¨ªa los valores aut¨¦nticos de nuestra civilizaci¨®n perdida. Frente al p¨¦rfido individualismo de la urbe, en el campo todo es unidad, fusi¨®n, simetr¨ªa dentro de la calma y eterna totalidad. All¨ª, entre los olmos, no hay industria ni servicios innecesarios: todo es espacio amplio, libre de la contaminaci¨®n, de la degradaci¨®n moral de la ciudad. ?Volvamos a Rousseau! Aqu¨ª, en la ciudad, por lo visto el capitalismo burocratizado ha destruido la comunidad de amistad, de acuerdos escupiendo en la mano, integridad social e identidad s¨®lida del bendito campo, nuestro comunitarismo abandonado por espurios ideales pol¨ªticos. En la ciudad todo habita en una burbuja apacible donde no hay centro ni periferia. Todas leemos a Virginie Despentes ¨Dpues al campo a¨²n no ha llegado y hay que impedirlo¨D para inspirar letras de canciones que llevaremos a Eurovisi¨®n. En nuestro asalto a la Europa hortera, la canci¨®n Zorra culminar¨¢ la degradaci¨®n moral que persiguen las ¨¦lites cosmopolitas. ?Zorra, nada menos! Y el wokismo (?Abajo el wokismo!) tambi¨¦n laminar¨¢ nuestra civilizaci¨®n si nadie lo impide. Nos lo advierte Putin, ?por qu¨¦ no le escuchamos? Menos mal que han venido estos agricultores, nos dicen desde Orense, a recordarnos el valor de la gente sencilla. Lo dijo Trump: ¡°Me encanta la gente con pocos estudios¡±. Ta-ch¨¢n.
Afortunadamente, tenemos a esa otra ¨¦lite que ahora se viste de punki para que no se les note, la que en nombre de la libertad de expresi¨®n impondr¨¢ su ortodoxia, la autenticidad de Occidente, y nos recolonizar¨¢ por nuestro bien. Y entenderemos que el liberalismo no naci¨® de la crueldad de las guerras de religi¨®n y nada tiene que ver con esas tonter¨ªas de la autocontenci¨®n y la responsabilidad individual. Sabremos al fin, iluminados por la Verdad, que criticar al Gobierno de Israel es siempre antisemita, y que en nombre de la libertad de expresi¨®n, mejor te callas. Desaparecer¨¢n los cansinos expertos, los opinadores advenedizos que desperdigan por Occidente su nociva ideolog¨ªa poscolonial y neomarxista (?Ha dicho marxista!). Desaparecer¨¢ la estafa clim¨¢tica porque abundar¨¢n al fin en pueblos y ciudades las corridas de toros que tan bien hablan de nuestra esencia patria, y mataremos dos p¨¢jaros de un tiro: los toros traer¨¢n de nuevo las lluvias. Esa mirada ben¨¦fica cambiar¨¢ el mundo, con intelectuales org¨¢nicos que canalizar¨¢n la ira sin ninguna pretensi¨®n de superioridad moral, la ant¨ªtesis de nuestras malignas ¨¦lites liberales y seculares. Y por fin podremos pronunciar dichosos la hermosa profec¨ªa de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n: ¡°?ramos todos subnormales¡±.
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