El arte de la mentira
El manejo de la percepci¨®n, desde antes de que tuviera este nombre, ha sido una pieza imprescindible del instrumental que tiene el pol¨ªtico para hablarle a los ciudadanos
¡°La hoja del cuchillo es un destello de luz y no un objeto con el que cortar¡±. Lo que est¨¢s viendo es un resplandor y no el pu?al que te crees que traigo en la mano, propone en la novela Las olas, un personaje de Virginia Woolf. Pero la intenci¨®n del personaje de Woolf no es mentirnos, sino suplantar la contundente realidad de la herramienta por otra realidad, que tambi¨¦n es suya, como si echara mano de ese truco que los asesores de Ronald Reagan, en los a?os ochenta del siglo XX, llamaron ¡°perception management¡±, el manejo de la percepci¨®n.
No hace falta decir que lo deseable en una novelista como Virginia Woolf es que manipule la realidad para nosotros, que nos enga?e todo lo que pueda, que nos mienta, una circunstancia que en el plano pol¨ªtico ya no tiene tanta gracia porque del presidente Reagan el ciudadano estadounidense esperaba que le contara la verdad y no su percepci¨®n, siempre mutante y acomodaticia, de la realidad.
El manejo de la percepci¨®n, desde antes de que tuviera este nombre, ha sido una pieza imprescindible del instrumental que tiene el pol¨ªtico para hablarle a los ciudadanos, as¨ª ha sido siempre pero hoy, en esta era de la transparencia, ya es m¨¢s dif¨ªcil hacernos creer que eso que trae en la mano el pol¨ªtico no es un pu?al, sino un destello de luz.
En 1712 comenz¨® a circular en Inglaterra un panfleto titulado The art of political lying, El arte de la mentira pol¨ªtica, un explosivo texto que, de entrada, se presentaba arropado por una mentira; se le atribu¨ªa a Jonathan Swift, incluso en su traducci¨®n, a?os m¨¢s tarde, al franc¨¦s, cuando en realidad era obra de John Arbuthrot, un escritor que era verdad que compart¨ªa con Swift, dicho sea esto para atenuar la mentira, el exclusivo cen¨¢culo Scriblerus Club, un antro londinense donde los hombres de letras de orientaci¨®n conservadora, se reun¨ªan para destripar la movediza realidad de la pol¨ªtica inglesa. Aunque este panfleto, en el que sin duda abundan las ideas de Jonathan Swift, fue publicado hace m¨¢s de trescientos a?os, tiene en el siglo XXI una actualidad y una vigencia, digamos, ofensivas.
Para empezar el autor llama pseudology, seudolog¨ªa, a la mentira de la que se valen los pol¨ªticos para conseguir sus objetivos, un t¨¦rmino que el diccionario de la RAE define como: ¡°trastorno mental que consiste en creer sucesos fant¨¢sticos como realmente sucedidos¡±. Esta patolog¨ªa corre en dos direcciones, se ajusta tanto al pol¨ªtico que miente como al ciudadano que cree lo que le dice. La mentira pol¨ªtica, dice el panfleto, es ¡°el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables y hacerlo a buen fin¡±. No olvidemos que Jonathan Swift, que contribuy¨® con algunos elementos a la hora de la concepci¨®n del texto, fue el autor de Los viajes de Gulliver, esa historia donde, entre otras cosas, los pol¨ªticos tienen la estatura de un enano de Liliput.
La mentira pol¨ªtica es un arte, nos dice el autor, porque es m¨¢s dif¨ªcil ¡°convencer al pueblo de una verdad saludable, que hacer creer y aceptar una falsedad saludable¡±, de lo cual se entiende que la clave de estas mentiras es que no hagan da?o al pueblo, como lo hacen las mentiras t¨®xicas, que en este milenio abundan en el discurso de los pol¨ªticos, de aqu¨ª y de todo el mundo.
El pueblo tiene derecho a la verdad privada, nos dice el panfleto, ¡°pero no tiene derecho alguno a pretender ser instruido en la verdad de la pr¨¢ctica del gobierno¡±.
Las mentiras que suelen utilizar los gobernantes se dividen, en el texto, en tres tipos que parecen francamente t¨®xicos; tenemos la mentira difamatoria (detractory), que no requiere mayor explicaci¨®n; la mentira por anexi¨®n (additory), que es aquella en la que el gobernante agrega a su persona ¡°mayor reputaci¨®n de la que tiene¡±; y la mentira por traslaci¨®n (translatory), que es la que transfiere los m¨¦ritos de una persona a otra¡±.
El pol¨ªtico que dice mentiras, recomienda el autor, debe procurar que ¡°sus cometas, ballenas o dragones mantengan siempre un tama?o razonable¡±, pues ¡°cuando el anzuelo est¨¢ demasiado cargado de lombrices resulta dif¨ªcil pescar al gobio¡±.
En una clasificaci¨®n m¨¢s amplia el escritor propone un tipo que ha ido ganando protagonismo a lo largo de los siglos: las mentiras de comprobaci¨®n, (proof-lies), que son aquellas que se dejan caer para ¡°sondear la credibilidad de los presentes¡±, para ver c¨®mo respira la parroquia y ver si tiene cabida o no una mentira t¨®xica.
Sobre la forma en la que interaccionan unas con otras, dedica todo un cap¨ªtulo a esclarecer ¡°si una mentira se contrarresta mejor con una verdad o con otra mentira y concluye que, como hace cualquier pol¨ªtico desde entonces, y desde antes tambi¨¦n, ¡°la mejor manera de destruir una mentira consiste en oponerle otra¡±, o, abusando de la imagen de la se?ora Woolf: cuando falla el pu?al hay que exhibir su destello.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.