Joaqu¨ªn Sabina
Comprendo que por mucho que cambien las m¨¢quinas hay cosas que no cambiar¨¢n nunca
He tenido que comprarme un coche nuevo, porque el antiguo era cada vez m¨¢s una yegua sombr¨ªa que dejaba en las carreteras su v¨®mito de humo. El mundo cambia tanto y tan r¨¢pido que me cuesta adaptarme a un autom¨®vil con marchas autom¨¢ticas, un bot¨®n para avanzar, otro para retroceder, sin embrague y con la capacidad de hablarle al conductor desde una pantalla que parece un laberinto de posibilidades. No es cuesti¨®n de dinero, el coche no es muy caro. Es el tiempo que pasa por encima de nosotros y lo niega todo, incluso la verdad. Pero necesito superar la prueba. Quiero cambiarme hace tiempo al barrio de la alegr¨ªa, me cuesta soportar las realidades que vienen de la noche y van a ninguna parte. As¨ª que me pongo con disciplina a aprender la din¨¢mica de las transformaciones y vigilo la tentaci¨®n de mi pierna izquierda dispuesta sin permiso a pisar el freno.
Envuelto en la novedad, me dirijo a la radio, doy la orden de poner m¨²sica. Salta en el coche Jugar por jugar de Joaqu¨ªn Sabina. De golpe comprendo que por mucho que cambien las m¨¢quinas hay cosas que no cambiar¨¢n nunca. Uno es el de siempre, con su memoria llena de 19 d¨ªas y 500 noches, su calle Melancol¨ªa, su parada de metro en Tribunal¡ canciones y recuerdos de un hermano, un poeta, un amigo con el que compartir la educaci¨®n sentimental, las p¨¦rdidas y los sue?os. Voy por la carretera y compruebo con alegr¨ªa que conducir, como bailar, es so?ar con los pies y que tampoco hace falta llegar muy, muy lejos. La vida es una fortuna cuando se tiene la suerte de admirar lo que est¨¢ m¨¢s cerca. Una suerte, Joaqu¨ªn, habernos bajado en la estaci¨®n de Atocha sin olvidarnos nunca del Sur, ?beda, Granada o la bah¨ªa de C¨¢diz. Y tiene mucha gracia que seas ya una referencia intergeneracional. Joaqu¨ªn acaba de cumplir 75 a?os. ?75! Pues muy bien, qu¨¦ pasa, aqu¨ª se aceptan las buenas y las malas rimas. Hay cosas m¨¢s fuertes que la tecnolog¨ªa.
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