La democracia y ellos
Es comprensible que alguien que vive el freno del ascensor social no haga ascos a modelos autoritarios aparentemente exitosos o a nost¨¢lgicos discursos neofranquistas
En la encuesta del CIS sobre h¨¢bitos democr¨¢ticos, los entrevistados menores de 35 a?os destacan por ser los que menos consideran que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Cierto, m¨¢s del 70% considera que es as¨ª, pero son 20 puntos menos que los cincuentones. Un 12% de los j¨®venes cree que en algunas circunstancias un gobierno autoritario es preferible a uno democr¨¢tico, y entre los a¨²n m¨¢s j¨®venes, al 15% le da igual una forma de gobierno que otra. La encuesta sobre valores del Centre d¡¯Estudis d¡¯Opini¨® catal¨¢n del oto?o pasado mostraba que entre los nacidos a partir de 1986 eran m¨¢s los que prefer¨ªan un sistema no democr¨¢tico que les garantizara su nivel de vida a uno democr¨¢tico que no pudiese garantiz¨¢rselo.
Hay algo de parad¨®jico en la opini¨®n de los nacidos en democracia sobre el sistema pol¨ªtico en el que llevan viviendo toda su vida. Son ellos, los nativos democr¨¢ticos, los que muestran menos apoyo a la democracia, mucho menos que sus padres y madres, los nacidos en el franquismo. Hay un fallo evidente de transmisi¨®n de valores en las nuevas generaciones. Algo que se dej¨® al criterio exclusivo del ¨¢mbito privado. La nueva democracia espa?ola nunca quiso hacer dem¨®cratas.
Pero hay algo m¨¢s. Ha cambiado el propio concepto de la democracia. Para alguien nacido en la Espa?a franquista la democracia no s¨®lo significaba libertad, elecciones y partidos. La democracia era una promesa de mayor bienestar, casi (para algunos) un pago inevitable para ser como los franceses, los alemanes, los italianos. Ser normales, en definitiva. ?Cu¨¢nto del apoyo a la democracia que observamos en las generaciones anteriores a 1975 es principalmente un anhelo de mejor nivel econ¨®mico?
Lo que nos explican los datos no es tanto el cambio en la opini¨®n de los ciudadanos (que tambi¨¦n), sino el cambio en la idea de democracia, o en lo que ¨¦sta lleva asociado. Para alguien nacido en los sesenta del siglo pasado, y no s¨®lo en Espa?a, la democracia significaba progreso social y bienestar econ¨®mico. ?Eso es as¨ª para alguien nacido a principios de este siglo? Es comprensible que alguien que vive el freno del ascensor social, la quiebra del contrato que en cierto modo daba sentido al sistema democr¨¢tico, no haga ascos a modelos autoritarios aparentemente exitosos o a nost¨¢lgicos discursos neofranquistas.
La querencia de los j¨®venes (¡°ellos¡± mucho m¨¢s que ¡°ellas¡±) por ofertas electorales de tipo autoritario bebe de esa fuente. S¨®lo devolvi¨¦ndolos a la democracia podremos salvarla.
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