Las malas razones del belicismo
Con los antecedentes de los ¨²ltimos a?os, como Irak o Afganist¨¢n, no puede extra?ar la reticencia de la opini¨®n p¨²blica europea a los llamamientos a la guerra
Hay algunas diferencias importantes entre la pol¨ªtica nacional y la internacional. Mencionar¨¦ tres: la incertidumbre, la asimetr¨ªa en la informaci¨®n y el uso de argumentos morales. En primer lugar, me gustar¨ªa se?alar que los m¨¢rgenes de incertidumbre con los que se opera en pol¨ªtica internacional son muy elevados: los resultados de las acciones emprendidas resultan menos previsibles que los de las pol¨ªticas nacionales. En el caso de estas ¨²ltimas, hay no solo un mayor conocimiento acumulado sobre la cuesti¨®n, sino tambi¨¦n una mayor capacidad de reacci¨®n. En el ¨¢mbito nacional es m¨¢s f¨¢cil corregir sobre la marcha aquello que no funciona.
Cuando un gobierno invierte en pol¨ªticas sociales, o reforma las pensiones, o cambia los planes educativos, sabe lo que est¨¢ haciendo, tiene m¨²ltiples precedentes a su alcance y, si las cosas salen mal, no resulta demasiado costoso modificar las pol¨ªticas. En cambio, en los asuntos internacionales, se sabe c¨®mo se empieza, pero es muy dif¨ªcil saber c¨®mo se acaba. Los fiascos de las ¨²ltimas d¨¦cadas son elocuentes. Quiz¨¢ el mayor de ellos sea lo ocurrido en Afganist¨¢n. Estados Unidos lanz¨® una guerra contra aquel pa¨ªs tras el atentado del 11 de septiembre de 2001 porque el r¨¦gimen talib¨¢n daba cobijo a Al Qaeda. El motivo estaba claro y pod¨ªa tener sentido. Adem¨¢s, se supon¨ªa que Afganist¨¢n ser¨ªa el primer pa¨ªs que, bajo la influencia occidental, se convertir¨ªa en una democracia en la zona y arrastrar¨ªa a otros en la misma direcci¨®n. Sin embargo, en mayo de 2021, dos d¨¦cadas despu¨¦s, las tropas estadounidenses abandonaron de forma apresurada y ca¨®tica el pa¨ªs, dej¨¢ndolo en manos de los talibanes. Un fracaso en toda regla. Se esperaba una operaci¨®n r¨¢pida y quir¨²rgica, pero Estados Unidos se vio envuelto en un conflicto interminable e inmanejable. Algo similar o peor podr¨ªa decirse de Irak. La intervenci¨®n en aquel pa¨ªs desencaden¨® una guerra civil atroz entre sus distintas comunidades religiosas y ¨¦tnicas, surgi¨® el Estado Isl¨¢mico y se extendi¨® el terrorismo internacional por todo el planeta. Podr¨ªamos hablar tambi¨¦n de la intervenci¨®n de los pa¨ªses occidentales en Libia en 2011 y la suerte posterior que ha corrido el pa¨ªs.
En segundo lugar, en pol¨ªtica internacional, el control de los gobiernos por parte de la opini¨®n p¨²blica es menor que en la pol¨ªtica nacional. Los ciudadanos saben menos, el acceso a la informaci¨®n resulta m¨¢s complicado y las ¨¦lites tienen amplio margen para explotar a su favor esta asimetr¨ªa. As¨ª, los gobiernos pueden usar el hecho de que dispongan de informaci¨®n ¡°privilegiada¡±, procedente de servicios de seguridad, think tanks y dem¨¢s, para atemorizar a la gente y tratar de convencerla de que, aunque no lo sepa o no lo entienda, se enfrenta a peligros graves e inminentes que requieren una soluci¨®n militar.
La ciudadan¨ªa tiene dificultades para procesar la informaci¨®n procedente de autoridades y expertos. Con un conocimiento disponible muy limitado, ha de decidir si conf¨ªa en los mensajes de los gobiernos o no. Es una decisi¨®n dif¨ªcil, sobre todo cuando hay precedentes de mentiras masivas, como ocurri¨® en 2003 con la guerra de Irak. Probablemente, el bulo de las armas de destrucci¨®n masiva haya sido la mentira pol¨ªtica de mayor alcance y la de impacto m¨¢s letal en lo que va de siglo (y, por cierto, se propag¨® antes de que existieran las redes sociales).
En tercer lugar, hay un recurso a las razones morales m¨¢s acusado en la pol¨ªtica internacional que en la pol¨ªtica nacional. Con frecuencia, los gobiernos, cuando buscan justificar una iniciativa b¨¦lica, no solo mencionan la seguridad, sino que adem¨¢s apelan a la justicia de la intervenci¨®n, se refieren al enemigo como part¨ªcipe del ¡°eje del mal¡± y hablan en nombre de la libertad y la democracia. El problema de proceder as¨ª es la existencia de dobles raseros. Los principios morales suelen aplicarse de forma selectiva, en unos conflictos valen y fuerzan la acci¨®n; en otros no y miramos para otro lado. Ahora mismo, vemos a los gobiernos europeos y a la Uni¨®n Europea mucho m¨¢s beligerante con la invasi¨®n de Ucrania que con la masacre de Gaza. El contraste entre las elevadas razones esgrimidas en el caso de Ucrania y la prudencia que se emplea en el conflicto israel¨ª no hace sino minar la legitimidad de quienes han de tomar decisiones en estos asuntos.
Estas tres razones, junto con las malas experiencias en lo que llevamos de siglo, obligan a extremar la cautela ante el discurso belicista que han emprendido los dirigentes europeos (nacionales y de la UE). No es de extra?ar que, a la vista de los antecedentes, los gobiernos se enfrenten a opiniones p¨²blicas esc¨¦pticas ante nuevas llamadas a la guerra. Los ciudadanos tienen todo el derecho a dudar en este caso.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha hecho unas declaraciones alarmistas en las que habla de una ¡°amenaza de guerra total y absoluta¡±, plantea la posibilidad de que un misil bal¨ªstico ruso llegue a Espa?a y hace ¡°una llamada de atenci¨®n a la sociedad espa?ola porque a veces tengo la percepci¨®n de que no somos conscientes del enorme peligro que hay en este momento¡±. En Francia, el presidente Macron se ha mostrado partidario de considerar seriamente el env¨ªo de tropas a Ucrania, lo que supondr¨ªa sin duda un salto cualitativo en el enfrentamiento con Rusia. En Polonia, el primer ministro, Donald Tusk, afirma que Europa se enfrenta a la situaci¨®n m¨¢s grave desde 1945 y que nos encontramos en una situaci¨®n de ¡°preguerra¡±. Y, mientras, la Comisi¨®n Europea urge a los pa¨ªses miembro a rearmarse a toda velocidad. No cabe descartar que las autoridades europeas se hayan embarcado en un proyecto de profec¨ªa autocumplida, pues la seguridad se deteriora a pasos agigantados a medida que se eleva el tono belicista.
Ser¨ªa de agradecer que las autoridades explicaran por qu¨¦ las sanciones econ¨®micas, que iban a estrangular la econom¨ªa rusa, no han impedido que Rusia acelere su crecimiento econ¨®mico, por qu¨¦ la entrega de armas no est¨¢ dando los resultados esperados y, sobre todo, por qu¨¦ las recetas que no han funcionado van a hacerlo aumentando la dosis. Antes de exigir a los ciudadanos que hagan suyo el discurso guerrero, parece razonable solicitar una explicaci¨®n honesta de lo ocurrido hasta el momento. Por lo dem¨¢s, tambi¨¦n valdr¨ªa la pena dedicar algo de atenci¨®n a posibles soluciones negociadas para, entre otras cosas, evitar el riesgo de que el conflicto se descontrole a¨²n m¨¢s si se abunda en los planteamientos belicistas.
Sin negar que haya motivos para reforzar el gasto en Defensa (especialmente si sale elegido Donald Trump en noviembre) ni que la amenaza de Rusia sea m¨¢s seria que antes, no cabe ignorar la dimensi¨®n pol¨ªtica del discurso belicista. Las derechas europeas est¨¢n consiguiendo centrar el debate p¨²blico en torno a la seguridad, lo que les favorece enormemente de cara a las pr¨®ximas elecciones europeas. El miedo siempre ha sido un buen aliado de los partidos conservadores. En buena l¨®gica, estas elecciones deber¨ªan girar en torno a las pol¨ªticas para combatir el cambio clim¨¢tico, el mayor desaf¨ªo al que se enfrenta la UE, pero los partidos socialdem¨®cratas, con gran ceguera, est¨¢n permitiendo que la derecha imponga sus prioridades y todo gire en torno a la guerra de Ucrania y la necesidad de un rearme de los Estados.
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