El valor de la mentira
Si se dicen tantas falsedades en pol¨ªtica es porque sirve para algo. Los seguidores del pol¨ªtico mentiroso hacen suyos los embustes y se vuelven impermeables a los hechos, lo que aumenta la polarizaci¨®n
De acuerdo con una investigaci¨®n realizada por un equipo de The Washington Post en 2021, Donald Trump dijo 30.573 mentiras a lo largo de su mandato presidencial de cuatro a?os. No parecen pocas. Minti¨® sobre todos los temas: la econom¨ªa, la covid, la inmigraci¨®n, las elecciones¡ Hoy, parte como favorito en la carrera presidencial de 2024.
Por desgracia, no tenemos elementos de comparaci¨®n con otros pol¨ªticos en otros pa¨ªses. Nuestro conocimiento sobre este asunto es todav¨ªa muy imperfecto y fragmentario. En un estudio acad¨¦mico reciente realizado por Darren Lilleker y Marta P¨¦rez-Escolar, se analizaron 178 mentiras pol¨ªticas en Reino Unido y 300 en Espa?a. Uno de los resultados principales es que, en ambos pa¨ªses, los partidos de la derecha mienten considerablemente m¨¢s que los de la izquierda; no se trata de un efecto derivado de estar en la oposici¨®n o en el poder, pues en Reino Unido gobernaban los conservadores y en Espa?a las izquierdas durante el periodo de estudio (2021-2022). Estas conclusiones tienen especial significado ahora que se celebran los 20 a?os del atentado terrorista del 11-M y se ha revisado con esp¨ªritu cr¨ªtico la sarta de falsedades y manipulaciones del Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar sobre la autor¨ªa de la masacre durante aquellos d¨ªas cr¨ªticos. Cuanto m¨¢s tiempo pasa, m¨¢s evidente y dolorosa es la mentira propagada por el Partido Popular y algunos periodistas que decidieron romper con la realidad.
Si se dicen tantas mentiras es porque sirve para algo. En otro estudio llevado a cabo por Katharina A. Janezic y Aina Gallego se realiz¨® un sencillo experimento sobre la verdad a trav¨¦s de una encuesta dirigida a alcaldes espa?oles de municipios de m¨¢s de 2.000 habitantes. El hallazgo m¨¢s llamativo es este: los alcaldes que mintieron en la encuesta consiguieron despu¨¦s, en las elecciones municipales de 2019, ser reelegidos con mayor probabilidad que los alcaldes que fueron honestos.
Con independencia de las consecuencias electorales que pueda tener la mentira para el pol¨ªtico que la practica, lo interesante es indagar en la l¨®gica interna de la falsedad, es decir, en las condiciones que hacen posible un empleo tan extendido de la misma. Comencemos constatando que, puestos a mentir, mejor mentir mucho que poco. El pol¨ªtico que dice habitualmente la verdad puede provocar una decepci¨®n profunda en la opini¨®n p¨²blica si se le descubre mintiendo. Su reputaci¨®n se resentir¨¢, dejar¨¢ de ser esa figura mod¨¦lica que la gente se hab¨ªa imaginado. En cambio, si miente de forma sistem¨¢tica, el p¨²blico ya no esperar¨¢ mucho sobre la veracidad de las palabras del pol¨ªtico. Por decirlo as¨ª, quien miente sin parar queda absuelto ante nuevas mentiras. O, si se prefiere, ante el mentiroso reincidente, nadie se toma ya la molestia de recordarle d¨®nde se encuentra la verdad. La mentira 12.436 no tiene efecto, mientras que la segunda o tercera mentira pueden tener un coste considerable. De ah¨ª que algunos pol¨ªticos hayan descubierto que trae m¨¢s a cuenta mentir repetidamente.
Una vez que un pol¨ªtico se sit¨²a en el plano de las mentiras sistem¨¢ticas, entra en un mundo paralelo. Puesto que ya no se distingue lo real de lo inventado, los llamados ¡°hechos alternativos¡± comienzan a adquirir vida propia y dominar el discurso. El tr¨¢nsito de la mentira a la ficci¨®n es inmediato y natural. Primero son interpretaciones sesgadas de los datos, luego acaban siendo meras invenciones, m¨¢s o menos extravagantes. Se constituye as¨ª una realidad alternativa que es inmune a las falsificaciones desde el exterior. Si los dem¨¢s no comparten las creencias, es porque son malvados, tienen intereses ocultos, est¨¢n comprados o son sectarios. Los medios de comunicaci¨®n se convierten en enemigos, todos ellos mienten salvo que le den la raz¨®n. No es de extra?ar entonces que con frecuencia los l¨ªderes pol¨ªticos que practican la mentira compulsiva tiendan a desarrollar ideas conspirativas sobre el funcionamiento del mundo. Una de las mayores paradojas en la pol¨ªtica de la mentira consiste justamente en que el l¨ªder mentiroso acuse a todos los dem¨¢s de mentir por el hecho de que no crean sus mentiras. Si se consigue persuadir a los seguidores de que los dem¨¢s mienten cuando detectan mentiras en el pol¨ªtico, este quedar¨¢ como una v¨ªctima de las malas artes que practican sus enemigos.
En esta peculiar l¨®gica, los seguidores del pol¨ªtico embustero quedan atrapados en su tela de ara?a. La mentira sin traba acaba arrastrando a todos quienes siguen a ese pol¨ªtico. Hay una especie de efecto aspirador. Los votantes no pueden apoyar a un candidato que saben mentiroso, por eso acaban haciendo suyas las mentiras y convirti¨¦ndolas en dogmas de fe. El uso de la mentira masiva obliga a los seguidores a hacerse c¨®mplices de la misma. Cierran filas en torno al l¨ªder y se vuelven impermeables a los hechos. De ah¨ª que haya una conexi¨®n entre la mentira pol¨ªtica y la polarizaci¨®n que se observa en la pol¨ªtica contempor¨¢nea. Los ciudadanos se sit¨²an en mundos inconmensurables, entre los que no hay comunicaci¨®n posible. Cualquier desacuerdo se remite de inmediato a valoraciones del mundo contrapuestas.
En Espa?a, el mejor ejemplo del uso ilimitado de la mentira es Isabel D¨ªaz Ayuso. Muchas de sus mentiras parecen calcadas de las de Trump. As¨ª como Trump dijo innumerables falsedades sobre el estado de la econom¨ªa de Estados Unidos, presumiendo de tener los mejores resultados hist¨®ricos de empleo, cosa que era falsa, D¨ªaz Ayuso afirma rutinariamente que Madrid es la comunidad con la mejor sanidad de Europa, la que aporta un 70% del fondo com¨²n de las autonom¨ªas, niega que Madrid tuviera la mayor tasa de mortalidad no de Espa?a, sino de toda Europa durante la primera ola de la covid, etc.
Al igual que Trump, se ha instalado en un mundo que funciona al margen de la raz¨®n. De ah¨ª que diga cosas tan estramb¨®ticas como que hay una conexi¨®n entre cerrar plazas de toros y sufrir sequ¨ªa, sin que sus fans pesta?een, o que proponga como remedio contra el cambio clim¨¢tico poner una plantita en el balc¨®n de cada casa. Si un ¡°progre¡± hubiera anunciado semejante medida, ella misma habr¨ªa dicho que la izquierda autoritaria quiere imponer a la gente lo que puede tener o dejar de tener en sus terrazas. Trump habl¨® de inyecciones de lej¨ªa para tratar la covid y D¨ªaz Ayuso dijo que la enfermedad se curaba en lugares con techos altos. Ella ha propuesto que ¡°el concebido no nacido¡± sea un miembro pleno de la unidad familiar y cuente para la familia numerosa, ha demostrado no tener ni idea de lo que es la inflaci¨®n¡ y as¨ª hasta la extenuaci¨®n, entre la indiferencia o el entusiasmo de sus fans, que son millones.
Pero quiz¨¢ lo m¨¢s sorprendente de todo sea que mucha gente se haga part¨ªcipe de esta mezcla de mentiras y fantas¨ªa por el puro placer de percibir la irritaci¨®n que produce en los dem¨¢s esa catarata de falsedades y disparates. Cuanta mayor sea la irritaci¨®n ajena, mayor el goce propio. Ese regodeo en la provocaci¨®n es uno de los s¨ªntomas de la frivolidad e irresponsabilidad pol¨ªtica de nuestro tiempo. En el futuro, quienes analicen nuestra ¨¦poca encontrar¨¢n grandes dificultades para explicar qu¨¦ le pasaba a tanta gente por la cabeza.
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