Urge valent¨ªa europe¨ªsta hoy para no ser vasallos ma?ana
La Uni¨®n Europea necesita un salto integrador sin parang¨®n desde su fundaci¨®n. No hay alternativa posible. No servir¨¢n los Estados-naci¨®n
La Uni¨®n Europea necesita con urgencia emprender un salto de integraci¨®n sin parang¨®n desde su fundaci¨®n. El turbulento devenir del mundo lo impone como una tarea imprescindible para defender los intereses de sus ciudadanos.
El salto integrador es la ¨²nica opci¨®n disponible para evitar que los pa¨ªses europeos queden a la merced de los designios de un Estados Unidos imprevisible, de una China que avanza hacia el control de elementos esenciales de la vida moderna, de una Rusia desatada en un delirio de violencia. Para no quedarnos atr¨¢s y dependientes de los punteros, no quedarnos inertes y rendidos ante los violentos. Para no ser vasallos de nadie.
El salto es, en realidad, la confluencia de muchos saltos a la vez. Todos ellos requieren nuevas, importantes, cesiones de competencias del nivel nacional al comunitario.
En primer lugar, hace falta construir la nueva autonom¨ªa estrat¨¦gica de la UE. Esto significa impulsar una pol¨ªtica de Defensa com¨²n y una pol¨ªtica industrial mucho m¨¢s ambiciosa de la que disponemos. Desde grandes buques militares hasta microchips avanzados, desde paneles solares a la inteligencia artificial, debemos garantizarnos no depender en exceso de otros en asuntos clave. No es solo una cuesti¨®n productiva. Tambi¨¦n lo es de fomento a la innovaci¨®n, de construcci¨®n de infraestructuras adecuadas, de conexiones energ¨¦ticas y de transportes. Conseguir esto ser¨¢ dif¨ªcil e, incluso en el mejor de los casos, ser¨¢ lento, mientras los dem¨¢s ya corren. Por ello es urgente actuar.
En segundo lugar, es fundamental perseverar en las transiciones verde y digital. Estas ¨¢reas se solapan en parte ¡ªpor lo que tiene a que ver con tecnolog¨ªas punteras en esas ¨¢reas¡ª con la anterior. Pero solo en parte. Es esencial que la acuciante necesidad de autonom¨ªa estrat¨¦gica no desv¨ªe atenci¨®n y fondos de estas prioridades en los aspectos que no son estrat¨¦gicos. Esto es tan urgente como lo es frenar el cambio clim¨¢tico o tener un entorno educativo y productivo digitalizado en los mejores est¨¢ndares: competitivo.
Todo esto requerir¨¢ dotar a la UE de nuevas prerrogativas y requerir¨¢ cuantiosos fondos. Para ello es necesario construir un verdadero mercado ¨²nico de capitales que permita un mejor flujo del dinero hacia donde es estrat¨¦gico. En Europa hay ahorro, pero no fluye bien, porque sigue habiendo elementos de compartimentaci¨®n nacional. Pero incluso lograr avances sustanciales en eso no ser¨¢ suficiente. Los dos bloques anteriores requerir¨¢n cantidades descomunales de dinero. No todos los pa¨ªses miembros est¨¢n en condiciones de sufragar nuevas inversiones o subsidios de calado. Salvo que se asuma el riesgo de un quiebro del mercado ¨²nico, hace falta dinero comunitario. As¨ª que ser¨¢n oportunas nuevas iniciativas de emisi¨®n de deuda.
Hay un tercer salto: el de la ampliaci¨®n. Esta es necesaria. Por el bien de millones de europeos que anhelan entrar, que no quieren quedarse a la intemperie. Georgia y Ucrania dejan claro qu¨¦ significa quedarse a la intemperie. Pero tambi¨¦n por nuestro propio inter¨¦s, porque ya est¨¢ claro tambi¨¦n qu¨¦ significa dejar zonas grises en Europa. Otros entran ah¨ª. Y los problemas acaban llegando a la UE. Esto requerir¨¢ no solo que los aspirantes hagan sus deberes. La UE tambi¨¦n debe hacerlos. Ya muestra disfunciones, y peores ser¨ªan tras una ampliaci¨®n. Hay que reformar la arquitectura institucional, y dentro de ella reducir las ¨¢reas de voto sometidas a vetos. Tambi¨¦n hay que redise?ar los presupuestos.
Todo esto es de una extraordinaria dificultad. Cada uno de estos puntos afronta m¨¢s que plausibles objeciones. Habr¨¢ mil problemas. Pero ese es el camino, no hay alternativa posible. No servir¨¢n los Estados-naci¨®n. No servir¨¢ tampoco proceder con peque?os avances incrementales. Hace falta un salto valiente. El mayor desde la fundaci¨®n, porque concierne competencias estrat¨¦gicas, precisamente aquellas que hasta ahora los Estados no hab¨ªa querido ceder. El mercado ¨²nico fue un paso enorme. La zona monetaria com¨²n, tambi¨¦n. La ampliaci¨®n al Este, fundamental. Lo que hace falta ahora es tan profundo y poli¨¦drico que hay argumentos para sostener que ser¨ªa lo m¨¢s transcendental en la historia com¨²n. Para dar ese salto, hace falta antes un gran debate en la opini¨®n p¨²blica.
Esta semana, dos ex primeros ministros italianos, Mario Draghi y Enrico Letta, al que las autoridades europeas han encargado sendos informes sobre la competitividad de la UE y el mercado interior, han apuntado en esta direcci¨®n. El primero con un discurso en el que ha ido adelantando el esp¨ªritu de su informe: hace falta un cambio radical, dijo. El segundo, presentando a los l¨ªderes las conclusiones de su trabajo. Ojal¨¢ las sociedades europeas logren conectar con este ¨¢mbito de reflexi¨®n.
En el caso espa?ol, esas palabras quedaron casi sepultadas debajo de la tupida manta de las cuestiones nacionales, regionales y unas pocas internacionales que afloran en la medida en que convengan a intereses partidistas. Ojal¨¢ el debate logre en alg¨²n momento evadirse de esos cors¨¦s. Que el foco se aleje de los profetas de las patrias peque?as y ego¨ªstas, de aquellos de la Europa de las naciones, de aquellos que obligan a mirar al pasado porque lo abordan de forma perversa tan solo para no perder votos, y de aquellos que pisotean constituciones y estatutos llen¨¢ndose la boca con la palabra derecho. Todos ellos tristemente protagonistas en la Espa?a contempor¨¢nea. Todos los niveles de Gobierno son importantes. Pero el futuro de Europa se decide hoy en el comunitario m¨¢s que en ninguno.
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