¡°Punto y aparte¡± de Pedro S¨¢nchez, ?pero c¨®mo?
El personal est¨¢ harto del insulto, la acusaci¨®n infundada, la negaci¨®n del otro, la condena al lodazal
Ha vuelto a sorprender. Ni renuncia al puesto, ni anuncia una moci¨®n de confianza, las dos salidas que se consideraban m¨¢s probables. O sea, Pedro S¨¢nchez en estado casi puro. Aunque m¨¢s escueto, gracias, que lo habitual. Y en una nueva versi¨®n: ya no se aparece como el l¨ªder ¡°de acero inoxidable¡± que retrata Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero en su libro con M¨¤rius Carol. Sino que se presenta hombre como Aquiles, todo lo divino que sue?en sus seguidores, pero de tal¨®n vulnerable: ¡°Es cierto que he dado este paso [el de la reflexi¨®n sobre su continuidad] por motivos personales¡±.
El tal¨®n: sensible al amor, una debilidad que efectivamente es rara en pol¨ªtica, pero que no debemos relegar a valor residual. Y a la cr¨ªtica despiadada que solamente persigue la destrucci¨®n del rival como persona, como v¨ªa de acceso al poder sustitutiva de las urnas: las tentativas de ¡°destruir su dignidad sin el m¨¢s m¨ªnimo fundamento¡±. Eso que han entendido sobre todo las mujeres, m¨¢s listas y generosas que la mediana de los machos-alfa del pasado hecho presente. Distinguen bien qui¨¦nes son las v¨ªctimas y qui¨¦nes los agresores. Y a eso ha apelado el presidente: le seguir¨¢n tildando melanc¨®licamente de populista. Y atac¨¢ndolo por carente de ¨¦pica y de heroicidad, como hizo su contrafigura gallega, un ¨¦xito para quien tiene fama de met¨¢lico, maquiav¨¦lico e inasequible al desaliento, la demostraci¨®n de cercan¨ªa a un ciudadano normal.
La continuidad anunciada por Pedro S¨¢nchez como un ¡°punto y aparte¡± y no a t¨ªtulo de ¡°punto y seguido¡± implica ¡°revertir¡± el imperio de la toxicidad pol¨ªtica por parte de la ¡°mayor¨ªa social¡± adepta al sentido com¨²n y a los valores democr¨¢ticos. Podr¨¢n echarse en falta tres concreciones. Una, la apelaci¨®n expl¨ªcita a los votantes conservadores de buena fe, y no solo la evocaci¨®n gen¨¦rica de ¡°la sociedad espa?ola¡±. Dos, una remisi¨®n a una cuesti¨®n de confianza parlamentaria como modo de completar su impl¨ªcita asunci¨®n, mediante el per¨ªodo de reflexi¨®n, de una responsabilidad pol¨ªtica. ?Para saldar qu¨¦? La escasa prudencia ¡ªpero no ilegalidad¡ª en el deslinde de actividades profesionales de su esposa. Y tres, el detalle, siquiera esquem¨¢tico, del programa de ¡°regeneraci¨®n¡± y ¡°dignidad¡± p¨²blica que pretende: en la judicatura, en los medios, en la esfera pol¨ªtica. ?Incluyendo una mano tendida al di¨¢logo con quienes le ofenden ma?ana, tarde y noche?
Claro que los efectos pol¨ªticos de este impulso personal¨ªsimo, en sus distintas fases desde la publicaci¨®n de su carta, son contundentes. De un lado, revigoriza el ¨¢nimo resistente del democratismo y el progresismo frente al todovale de la derecha extrema y la ultraderecha en su pugna por el poder, cuyo estruendo inunda el espacio p¨²blico. De otro, evidencia que los seguidores de la estrategia de la aniquilaci¨®n personal del adversario han exprimido ya todos los recursos disponibles. Y m¨¢s. El personal est¨¢ harto del insulto, la acusaci¨®n infundada, la negaci¨®n del otro, la condena al lodazal. Y un ¡°tocado¡± Pedro S¨¢nchez ha intentado sintonizar con ese estado de ¨¢nimo. Me parece.
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