El ni?o mimado de las hadas
No es que Federico Garc¨ªa Lorca fuera capaz de crear mundos m¨¢gicos: es que ¨¦l mismo los habitaba. No era un creador sino un transmisor. El mensajero de una realidad sutil, tel¨²rica y encantada a la que la mayor¨ªa no tenemos acceso
En el a?o 1917, Federico Garc¨ªa Lorca vio un hada. Nos lo cont¨® de refil¨®n, como quien no quiere la cosa, en A?ada Nana Arrolo Vou Veri Vou: canciones de cuna espa?olas, una conferencia que pronunci¨® en la Residencia de Estudiantes. En mitad de una disertaci¨®n sobre las nanas, nos advirti¨® de que, para que los cr¨ªos se duerman, han de intervenir varios factores ¡°si contamos, naturalmente, con el benepl¨¢cito de las hadas¡±. Y antes de continuar hablando sobre las canciones de cuna, hizo una confesi¨®n impactante: ¡°El a?o de 1917 tuve la suerte de ver a un hada en la habitaci¨®n de un ni?o peque?o, primo m¨ªo. Fue una cent¨¦sima de segundo, pero la vi. Es decir, la vi... como se ven las cosas puras, situadas al margen de la circulaci¨®n de la sangre, con el rabillo del ojo, como el gran poeta Juan Ram¨®n Jim¨¦nez vio a las sirenas, a su vuelta de Am¨¦rica: las vio que se acababan de hundir. Esta hada estaba encaramada en la cortina, relumbrante como si estuviera vestida con un traje de ojo de perdiz, pero me es imposible recordar su tama?o ni su gesto. Nada m¨¢s f¨¢cil para m¨ª que invent¨¢rmela, pero ser¨ªa un enga?o po¨¦tico de primer orden, nunca una creaci¨®n po¨¦tica, y yo no quiero enga?ar a nadie¡±.
La ponencia ha llegado hasta nosotros gracias a que Lorca dec¨ªa de s¨ª mismo que, como era escritor y no orador, prefer¨ªa leer a improvisar. Y menos mal, porque de lo contrario nos habr¨ªamos perdido su trabajo de campo con las nanas, la bell¨ªsima reflexi¨®n Juego y teor¨ªa del duende o Medio pan y un libro, recopiladas en la antolog¨ªa De viva voz: conferencias y alocuciones. Nos habr¨ªamos quedado, tambi¨¦n, sin saber de aquella hadilla dom¨¦stica, a la que no le dedic¨® ning¨²n poema sino un simple excurso en una charla.
Entre los manuscritos del poeta se encontr¨® un esquema de una conferencia sobre las hadas que se cree que no lleg¨® a pronunciar. Nunca sabremos si en ella pensaba desarrollar ese encuentro fugaz, prueba irrefutable de que no es que Lorca fuera capaz de crear mundos m¨¢gicos: es que ¨¦l mismo los habitaba. No era un creador sino un transmisor. El mensajero de una realidad sutil, tel¨²rica y encantada, a la que la mayor¨ªa no tenemos acceso. Dec¨ªa Cernuda que al alumbramiento de Federico acudieron ¡°todas las hadas¡± y que cada una le dio un don, as¨ª que ¨¦l no hizo m¨¢s que ponerlos en pr¨¢ctica. Otro de sus amigos, Carlos Morla Lynch, se refer¨ªa a ¨¦l como ¡°el ni?o mimado de las hadas¡±.
En 1917, el a?o en que Lorca se encontr¨® con aquel ser fe¨¦rico, dos ni?as inglesas pusieron a la opini¨®n p¨²blica patas arriba: resulta que se tomaron unas fotograf¨ªas jugando en el arroyo de detr¨¢s de su casa, y en las im¨¢genes aparec¨ªan un pu?ado de hadas. Muchos hablaron de manipulaci¨®n, pues una de las cr¨ªas hab¨ªa aprendido a trabajar con placas fotogr¨¢ficas en un estudio. Pero hubo quien crey¨® en la veracidad de las im¨¢genes, como Sir Conan Doyle. Igual una de esas hadas fue la que vio Federico; quiz¨¢ se encontr¨® con la noticia en la prensa espa?ola, que trat¨® el asunto, y se atrevi¨® a contar su experiencia.
M¨¢s o menos al tiempo que Lorca se bat¨ªa consigo mismo y con el duende en cada poema, Max Weber describ¨ªa la modernidad como desencantamiento del mundo. Un desencantamiento imparable y cada vez m¨¢s palpable. Porque, ?se imaginan qu¨¦ pasar¨ªa si ma?ana, en mitad de una conferencia, uno de nuestros grandes intelectuales se pusiera a contarnos que resulta que un d¨ªa vio un hada, en el cuarto de un primo suyo? Hasta Ana Pastor le har¨ªa un fact checking.
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