Comprar argumentos, vender acuerdos
Toda negociaci¨®n verdadera implica cesiones de las partes. Pero hoy la raz¨®n no se concede; solo se adquiere de forma impulsiva para seguir sosteniendo nuestras ideas preconcebidas
¡°Perfecto anterior¡± o ¡°relativa semilibre¡± son algunos de los t¨¦rminos con que uno se topa cuando lee una gram¨¢tica avanzada de la lengua espa?ola. De estos tecnicismos gramaticales, un poeta con capacidad podr¨ªa sacar jugo trascendental e ¨ªntimo. El pret¨¦rito anterior es ¡°hubo cantado¡± en las gram¨¢ticas, mientras que, en nuestras vidas, casi todos tiramos de pret¨¦ritos imperfectos, porque los anteriores no terminan nunca de hacerse posteriores e irse. El car¨¢cter de relativa semilibre se da en la gram¨¢tica a frases como ¡°los que vienen¡± o ¡°la que vive en tu calle¡±, pero en la realidad la mayor¨ªa de los humanos somos libres en teor¨ªa y esclavos en la pr¨¢ctica, o sea, funcionamos como unos relativos semilibres de manual. Nuestra vida entera da para una met¨¢fora ling¨¹¨ªstica.
Cuando uno estudia la gram¨¢tica de un idioma, se suele encontrar con estos t¨¦rminos y, en general, en las clases de lengua no nos explican que el origen de muchos de ellos est¨¢ en la ret¨®rica o en la l¨®gica de la tradici¨®n grecolatina. Uno de esos tecnicismos es el de ¡°oraci¨®n subordinada concesiva¡±. Las frases que en la gram¨¢tica se llaman concesivas son las que empiezan, por ejemplo, por aunque, y tienen ese nombre porque se basan en una idea de indulgencia y merced. Dicho con una mala definici¨®n, las concesivas nacen de una concesi¨®n. Si digo ¡°aunque estoy cansada, voy a la fiesta¡±, estoy concediendo que lo normal, la correspondencia l¨®gica de los hechos, es que si uno est¨¢ cansado no va a una fiesta. Pero la oraci¨®n reclama que, pese a ello, admitamos la excepci¨®n. En los debates y las argumentaciones, las oraciones concesivas aparecen profusamente; con ellas se encadena conceder la raz¨®n al argumento del otro y, a continuaci¨®n, declarar que ese argumento es en realidad un impedimento no efectivo: ¡°Aunque no sea el momento, tenemos que sacar esto adelante¡±.
Conceder no es poca cosa. Toda negociaci¨®n, si quiere serlo de verdad, incluye concesiones por las partes en juego. Los escol¨¢sticos, que argumentaban en torno a disquisiciones teol¨®gicas abstrusas o absurdas, encontraron que no hab¨ªa forma de salir del atolladero dial¨¦ctico si cada una de las partes no le conced¨ªa al otro la raz¨®n en algo de su argumentaci¨®n. La palabra tiquismiquis sale de ese esquema de negociaci¨®n escol¨¢stica. Procede de ¡°tibi, mihi¡± (o sea, para ti, para m¨ª; te concedo un argumento, conc¨¦deme t¨² este otro) y de ella ha derivado (con un mihi pronunciado miqui en el lat¨ªn eclesi¨¢stico) el tiquismiquis del espa?ol actual, adjetivo empleado para designar las melindrer¨ªas que llegaban a debatirse en esas discusiones conventuales.
Llevamos siglos asumiendo que las dos partes de una negociaci¨®n conceden y, a continuaci¨®n, ceden. Pues bien, borren todo ese paradigma previo porque ya nada de eso se estila. Cuando ahora nos dan la raz¨®n parcialmente, dicen de nuestro argumento: ¡°Te lo compro¡±. Bienvenidos a la nueva met¨¢fora de la sociedad mercantilista. No hay cesiones ni convicci¨®n: las razones no se conceden ni mucho menos se dan o se adoptan. Decrece la met¨¢fora de la lucha de argumentos, porque ya estos no se esgrimen ni se blanden; salimos del lenguaje de la dial¨¦ctica: no se aducen pruebas ni se alegan razones. Ahora, el discurrir del entendimiento, las motivaciones para contradecir o defender algo y los fundamentos por los que llegamos a sostener una ideolog¨ªa... se compran. Cuando todo es beneficio, inmediatez y rentabilidad, ?c¨®mo nos vamos a tomar el tiempo de deliberar y reflexionar! La adquisici¨®n de un argumento tiene que ver m¨¢s con una compra r¨¢pida e impulsiva que sirve de lanzadera para seguir sosteniendo nuestras ideas preconcebidas. Basta mirar y comprar con celeridad, sin la necesaria disposici¨®n a la escucha de premisas y razones ajenas.
No seamos tiquismiquis, esto es simplemente una manera de hablar, se me dir¨¢. Pues claro que lo es, pero expresa que en este mundo nos hemos hecho a que se puedan adquirir bienes de consumo y tambi¨¦n bienes de pensamiento. Y revela tambi¨¦n que si hay compra, es porque hab¨ªa venta. Y eso s¨ª que es peligroso. En los libros de texto ense?amos a los escolares que existe la antonimia rec¨ªproca, la que contraen esos opuestos que resultan necesarios mutuamente: dar frente a recibir, ense?ar frente a aprender. Comprar frente a vender es una de esas parejas en que cada t¨¦rmino exige al otro. Ten¨ªamos las razones puestas a la venta y no sab¨ªamos ni el precio.
La idea de la compra es sintom¨¢tica de una inmadurez ideol¨®gica que creo que se ha traspasado al clima pol¨ªtico actual. En Espa?a hubo elecciones hace unas semanas, las hay ma?ana, las volver¨¢ a haber en junio. Cuando al d¨ªa siguiente de los comicios se anuncien consensos o alianzas, ?ser¨¢n compradas? ?Los acuerdos ser¨¢n vendidos o ser¨¢n concesiones basadas en la convicci¨®n de las ideolog¨ªas? Lo pregunto porque las negociaciones huelen ¨²ltimamente a venta, a compra y venta de libro, pero no de libro de gram¨¢tica, ni de poes¨ªa.
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