Dorados
Ser¨ªa bueno que en los parlamentos, las campa?as y los debates se viviera la posibilidad quijotesca de la edad de oro y el bien com¨²n
Don Quijote se escapa de sus libros, sale a la calle, entra donde no le esperan y se pone a hablar de sus cosas, que siguen siendo las nuestras. Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella viv¨ªan ignoraban estas dos palabras de tuyo y m¨ªo. Muy famoso se hizo el discurso que el Caballero de la Mancha les coloc¨® a los cabreros. Llov¨ªa sobre mojado cuando Gil de Biedma, en su poema A?os triunfales, defini¨® a la Espa?a franquista como un intratable pueblo de cabreros.
La superaci¨®n del tuyo y el m¨ªo, querido Sancho, no significa la negaci¨®n de las conciencias individuales, sino la capacidad de construir un nosotros interesado en el bien com¨²n. Y el bien com¨²n favorece la diversidad siempre que las opiniones particulares no se conviertan en una fragmentaci¨®n crispada de las ilusiones colectivas. Peligrosa estrategia la de yo a lo m¨ªo y t¨² a lo tuyo.
Ser¨ªa bueno que en los parlamentos, las campa?as electorales y los debates pol¨ªticos se viviera la posibilidad quijotesca de la edad dorada. Se podr¨ªa discutir sobre Catalu?a, Espa?a y Europa pensando en las diversas posibilidades de abordar un bien com¨²n. Asumir que existen diferentes maneras de pensar el nosotros, miradas diversas, no supone un enfrentamiento crispado entre el t¨² y el yo, algo que por desgracia ocurre cada vez que los cabreros pierden el pudor a la hora de enfangar la pol¨ªtica y la prensa. Y no es que haga falta so?ar con la fraternidad buc¨®lica de los buenos pastores. Pero s¨ª convendr¨ªa un poco de sosiego, un compromiso no sectario en favor de la convivencia. El agua limpia nos quitar¨¢ la sed y un mismo techo nos defender¨¢ de las inclemencias del cielo. No estoy de acuerdo, murmuran los especuladores, y mandan ladrar a sus perros.
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