Las elecciones catalanas, la mayor¨ªa y la geometr¨ªa variable
La inminente campa?a de los comicios europeos podr¨ªa ayudar a los partidos a entender la medida de su responsabilidad
Mi primera memoria democr¨¢tica es una fotograf¨ªa en la que sonriente luzco en la camiseta una chapa del s¨ª. Ten¨ªa cuatro a?os y acompa?aba a mi madre a votar en el refer¨¦ndum de 1976 para refrendar la ley que dar¨ªa paso a las primeras elecciones democr¨¢ticas. Los lemas ¡°Habla, pueblo¡± y ¡°Tu voz es tu voto¡± llevaron a una participaci¨®n que alcanz¨® el 78% del censo electoral con un inequ¨ªvoco respaldo por encima del 90% a favor de la transici¨®n democr¨¢tica. Casi 50 a?os despu¨¦s, la ciudadan¨ªa ejerce con cierto esp¨ªritu cansino su derecho al voto interpelada por m¨²ltiples y entrelazadas convocatorias electorales. El abanico de opciones est¨¢ bien nutrido, y los resultados dan para tan variadas lecturas que las conjeturas poselectorales abren no pocos interrogantes.
?Qu¨¦ mensaje dieron las urnas el 12-M? Sabemos que muchos, pero imponiendo un ejercicio de diagn¨®stico austero, podemos decir que mensajes b¨¢sicos hay dos. El primero es que el PSC obtiene una clara victoria al ser la primera fuerza, con un margen considerable respecto a la segunda, tanto en votos como en esca?os. El segundo es que la investidura de Salvador Illa depende de lo que hagan los dem¨¢s. Una vez m¨¢s, las elecciones constatan la normalizaci¨®n de la incertidumbre que abren los escenarios pol¨ªticos sin mayor¨ªas absolutas. No hay gobernabilidad pol¨ªtica posible sin acuerdos. Recordemos al recientemente premiado Michael Ignatieff cuando dice que la vida democr¨¢tica no es otra cosa que un pacto dif¨ªcil entre el conflicto, sin el cual no existe la democracia, y el consenso, necesario para legislar. El mundo de la perpetua confrontaci¨®n quiz¨¢ nos entretenga, pero deja las cosas sin hacer. La cuesti¨®n est¨¢ en si los acuerdos se alcanzan sobre la base de liderazgos y estrategias partidistas o sobre contenidos program¨¢ticos y proyectos compartidos. Solo la segunda opci¨®n obliga a la ¨¦lite pol¨ªtica a actuar pensando en la mayor¨ªa social, que ya no habla con una ¨²nica e un¨ªvoca voz, pero sin la cual es imposible vislumbrar una m¨ªnima direcci¨®n compartida de viaje.
El hombre tranquilo que lleva un tiempo advirtiendo de que no nos queda otra que aprender a convivir intentar¨¢ gobernar en solitario con los acuerdos puntuales que le permita la geometr¨ªa electoral variable. Los gobiernos en minor¨ªa no son necesariamente gobiernos m¨¢s d¨¦biles; todo depende de su capacidad para pactar. El resto de partidos a derecha e izquierda, independentistas o no, podr¨ªan tratar de sumar en aquellos proyectos en los que exista un com¨²n denominador. Esto no es f¨¢cil, porque obliga a poner las luces largas en una coyuntura pol¨ªtica en la que claramente prevalecen las luces cortas. El desaf¨ªo para el PSC radicar¨¢ en lograr una m¨ªnima coherencia entre lo que consiga gracias al apoyo de unos y de otros, porque puede terminar haciendo una cosa y su contraria. Para muchos votantes progresistas, el supercasino en Tarragona, la ampliaci¨®n del aeropuerto del Prat o una nueva autov¨ªa de circunvalaci¨®n en Barcelona colisionan con la promesa de una agenda verde y social, por mucho carril bici que est¨¦n dispuestos a conceder.
La campa?a de las elecciones europeas que justo ahora comienza retrasar¨¢ los posibles acuerdos y sin embargo, es esta ventana abierta a lo que suceder¨¢ en la Uni¨®n Europea en menos de tres semanas la que podr¨ªa ayudar a los partidos pol¨ªticos de aqu¨ª a entender la medida de su responsabilidad. Como bien explicaba Claudi P¨¦rez en este diario, la altura de la ola ultraconservadora supone la principal amenaza de involuci¨®n del proyecto europeo en las pr¨®ximas elecciones. Son estas fuerzas pol¨ªticas las que han sabido capitalizar la desconfianza y el miedo de una parte importante de la poblaci¨®n hacia los flujos migratorios globales. A estas alturas, sabemos que la partida no se juega en la eficacia de los contrarrelatos. No ha sido una buena idea ceder a la derecha toda la dif¨ªcil articulaci¨®n de las tensiones entre cohesi¨®n social e inmigraci¨®n, mientras la izquierda fantasea con la ¨ªtaca del multiculturalismo a la vez que sit¨²a a la inmigraci¨®n como pieza central en una extra?a cadena que une un mercado laboral con un apetito voraz por trabajadores al l¨ªmite de su precarizaci¨®n y las pensiones del ma?ana. En las elecciones catalanas, el voto a la extrema derecha, en sus dos versiones, ha alcanzado el 20% en numerosos municipios. En algunos con una elevada presencia de poblaci¨®n nacida en el extranjero, como en Ripoll, ha sido la primera fuerza. Podemos seguir repitiendo que son votantes con pulsiones xen¨®fobas y autoritarias o podemos tratar de atender a su malestar. El fen¨®meno social de mayor magnitud de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas en Catalu?a ha sido la entrada de algo m¨¢s de 2,8 millones de personas llegadas desde distintos puntos del planeta. El pa¨ªs de los ocho millones tiene muchas cosas que celebrar, pero solo existir¨¢ un horizonte de futuro compartido si las instituciones y los servicios p¨²blicos trabajan, con recursos y voluntad pol¨ªtica, al servicio de la integraci¨®n. Al final de todas las conversaciones siempre est¨¢ el Estado de bienestar.
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