Tiempo de gobierno en Catalu?a

Catalu?a necesita con urgencia un Govern que gobierne y se ocupe de los problemas reales de los ciudadanos. La ret¨®rica inflamada y las falsas citas con la historia han ocupado durante demasiado tiempo la energ¨ªa de sus gobernantes, incluido el ¨²ltimo Ejecutivo, a pesar de los esfuerzos de su president, Pere Aragon¨¨s, por regresar a una cierta normalidad. La inercia del proceso independentista parece haber llevado a los responsables de la Generalitat a olvidarse de gestionar un Estado de bienestar fuerte pero tocado por las diversas crisis de la ¨²ltima d¨¦cada.

Las elecciones auton¨®micas del domingo pasado arrojaron un resultado perfectamente gestionable en circunstancias normales. Hay una fuerza, el PSC de Salvador Illa, claramente distanciada de cualquier otra y que pretende formar Gobierno. Aunque en minor¨ªa, cuenta al menos con tres f¨®rmulas para conseguir la investidura, dos de ellas de amplia mayor¨ªa parlamentaria: la coalici¨®n de izquierdas con ERC y Comuns y la sociovergente con Junts. Ninguna de las dos parece realista hoy, pero queda una tercera: un eventual Gobierno en solitario con una geometr¨ªa variable de apoyos a derecha e izquierda.

Es improbable que los partidos ense?en sus cartas antes de las elecciones europeas del 9 de junio. El problema ser¨¢ entonces superar los vetos de quienes lanzaron el experimento rupturista de 2017 sin que hayan hecho todav¨ªa autocr¨ªtica. Sin embargo, y pese a la fragmentaci¨®n resultante, las urnas hablaron con claridad hace una semana. Con la actual distribuci¨®n de esca?os, no hay m¨¢s alternativas: ERC ya ha anunciado su paso a la oposici¨®n, y el hipot¨¦tico Gobierno soberanista reclamado por Puigdemont en torno a su figura no cuenta con los apoyos suficientes. Nadie puede, adem¨¢s, pretender responsablemente que la repetici¨®n electoral consiga otra cosa que ahondar en el bloqueo y en la desafecci¨®n ciudadana.

No ganar¨ªan los catalanes ni su autogobierno, paralizado en el limbo de la interinidad. Tampoco los partidos independentistas, especialmente ERC, condenados a sufrir m¨¢s a¨²n en una repetici¨®n. Los ¨²nicos beneficiados ser¨ªan sus respectivos l¨ªderes, Oriol Junqueras ¡ªen caso de sortear su inhabilitaci¨®n¡ª y Carles Puigdemont, dispuestos a echar los dados por segunda vez aun a costa de poner en riesgo a sus respectivas formaciones.

Ambos comparten el inter¨¦s en la repetici¨®n de comicios con el Partido Popular y con las dos extremas derechas de Vox y Alian?a Catalana. A la inercia independentista se suma as¨ª la de Alberto N¨²?ez Feij¨®o en su uso electoral del fantasma del proc¨¦s. Ayudar¨ªa enormemente a la estabilidad en Catalu?a que el PP dejara de emplearlo como un se?uelo para obtener votos en el resto de Espa?a. Una respuesta a la altura del discurso esencialista del PP sobre el proc¨¦s ser¨ªa que se abstuviera para que gobernara el candidato no independentista. El talante de Illa, as¨ª como la derrota electoral del independentismo por primera vez en cuatro d¨¦cadas, justificar¨ªan tal voto por duro que fuera para el PP menos dialogante aceptar el fracaso de su pasada estrategia catalana.

La polarizaci¨®n identitaria tambi¨¦n fabrica sinergias entre adversarios que se necesitan mutuamente, como demuestran el independentismo y el PP. Ambos tienen dificultades para aceptar la realidad y, lamentablemente, ambos trabajan por ahora para mantener una perversa din¨¢mica que no conduce m¨¢s que a la divisi¨®n y el bloqueo, a pesar de los abundantes indicios del nuevo ciclo en el que ha entrado la sociedad catalana.