Los del Real Madrid tambi¨¦n lloran
El derbi que escond¨ªa la final de la Champions se vivi¨® en X desde la contenci¨®n y el pesimismo de quien lleva toda una vida perdiendo (o casi)
El primer recuerdo vinculado al f¨²tbol hay que buscarlo muy atr¨¢s en la memoria. Para una mujer (milenial), puede ser llevando a los primos a alg¨²n campeonato perdido en un campo de tierra de un pueblo m¨¢s perdido a¨²n. La ¨²nica distracci¨®n posible, bajo un sol para cocerse, era buscar si entre los p¨²beres entrenadores estaba el chico guapo del barrio. Ya entonces, la vida empezaba muy pronto.
Luego la cosa se iba complicando. En una adolescencia donde los grupos mixtos eran una rareza (¡°los ni?os con los ni?os, las ni?as con las ni?as¡±, que cantaba Fernando Esteso (!)), se tomaba partido por alg¨²n equipo, m¨¢s por obligaci¨®n social que por devoci¨®n a nada. En una casa dominada por el matriarcado (hermanas, madres y abuelas), el f¨²tbol segu¨ªa desaparecido. Solo se hac¨ªa notar cuando sonaba el claxon del Opel Kadett de aquel guapo del barrio, que hab¨ªa dejado atr¨¢s la pubertad, celebrando un triunfo del Real Madrid ante un hogar que, desprovisto de un macho alfa, se presupon¨ªa cul¨¦.
Porque siempre era as¨ª: el Real Madrid gritaba (ganaba), los otros, callaban (perd¨ªan). En uno de los pocos lugares en los que se produc¨ªa una mezcla inevitable de sexos, la explanada para pasear al perro, se pod¨ªa asistir al baile de los triunfadores, con sus camisetas blancas, hablando sin parar, frente a la cabeza gacha de los perdedores, anhelando el momento en el que sus madres les gritasen por la ventana que era la hora de comer. En el extrarradio de un pueblo catal¨¢n, el amor a la ¨¦pica de la derrota era una obligaci¨®n. Un recurso ¨ªntimo de supervivencia.
Con los a?os, el revoltijo de ambientes y la mudanza a la ciudad, se descubre que el Barcelona es ¡°m¨¦s que un club¡± bastante poblado, con seguidores tan fan¨¢ticos y espartanos que pueden estar a las nueve de la noche de un mi¨¦rcoles de invierno de fr¨ªo y lluvia pidiendo carn¨¦s a la puerta del estadio para pasar dos horas de pies y manos heladas y ver de lejos lo que parece un bal¨®n. Capaces de celebrar un gol apretando los pu?os, sin levantarse del asiento, conteniendo la alegr¨ªa de ese acierto azaroso, no sea que tanto festejo trunque prematuramente la victoria. Un 5-0 en casa tampoco es para echar las campanas al vuelo.
Y as¨ª, curiosamente, se sufri¨® el s¨¢bado la previa de la final de la Champions en X. Un sitio donde el insulto es como los buenos d¨ªas al entrar al bar, el derbi que se escond¨ªa en el Borussia Dortmund Real Madrid se vivi¨® desde la contenci¨®n y el pesimismo de quien lleva toda una vida perdiendo (o casi). Los seguidores del Bar?a (o del Atl¨¦tico de Madrid) se prepararon desde el principio para lo peor, y solo esperaron a que sus presagios, su barriga revuelta y sutil dolor de cabeza, se hiciesen realidad. Sin improperios, sin amenazas, solo con un quejumbroso malestar preventivo.
?? ?LAS L?GRIMAS DE TOMAS RONCERO CAMPE?N DE EUROPA QUE CELEBRA EN WEMBLEY!
— Carrusel Deportivo (@carrusel) June 1, 2024
? #UCLFinal @As_TomasRoncero
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¡°Cero ilusiones, s¨¢bado de rutinas y cl¨¢sicos del cine de los noventa hasta bien entrada la madrugada. Adi¨®s, peque?a, adi¨®s¡±, escribi¨® el periodista (y gallego) Rafa Cabeleira. ¡°Aviso de servicio p¨²blico para los amigos y amigas cul¨¦s: habr¨¢ un momento en el que pensar¨¦is que el Borussia puede ganar la Champions. No os dej¨¦is enga?ar, no ced¨¢is al monstruo de la esperanza: ser¨¢ peor. ?nimos¡±, a?adi¨® otro del gremio, y sufridor irredento, Toni Garcia Ramon.
El Real Madrid cumpli¨® y no puso a toda esa gente en el compromiso de tener que estar alegres por un d¨ªa por la derrota (que no ocurri¨®) del eterno rival. Los hashtags #halamadrid #aporla15 arrasaron en X. Un v¨ªdeo de Tom¨¢s Roncero colgado en la red social record¨® que hasta los que (casi) siempre ganan tambi¨¦n lloran. Para que nadie olvide que hasta las l¨¢grimas les pertenecen.
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