Cosas que el PP puede aprender de Vox
La ultraderecha ha durado por jugar al largo plazo de las ideas. Los populares tienen que reforzar sus propias convicciones liberales
El besamanos de Aznar rivalizaba en longitud con la Gran Muralla china y quiz¨¢ tambi¨¦n pod¨ªa verse desde el espacio exterior. Era el 4 de marzo del a?o 2004, y toda euforia parec¨ªa a¨²n justificada. El PP iba a ganar las elecciones en apenas unos d¨ªas. Y con la presentaci¨®n de la revista de pensamiento de FAES, el presidente saliente ¡ª¡±no s¨¦ trabajar poco¡±¡ª enriquec¨ªa el contenido de un retiro intelectualmente belicoso. Aznar compromet¨ªa su futuro en aquello que, antes de resucitar el t¨¦rmino guerra cultural, se llamaba batalla de las ideas. Hab¨ªa sufrido en sus carnes el rechazo a los partidos de derechas y, a la vez, hab¨ªa visto con sus ojos la red capaz de sostener una revoluci¨®n conservadora en EE UU. El plan parec¨ªa culminar su propio destino. ?l hab¨ªa logrado reunir a la grey dispersa de las derechas. Reducir la extrema derecha a cuatro pelmas con loden. Y redondear la Transici¨®n con la primera mayor¨ªa absoluta del centroderecha liberal. Ahora pod¨ªa dedicarse a la hegemon¨ªa en la cultura. Y aportar materia prima a un partido del que iba a ser presidente de honor con Rajoy como encargado de f¨¢brica.
Tras el costalazo de Sumar en las urnas, bien podemos trasladarnos al extremo contrario de la escala cuqui de la pol¨ªtica para hablar de FAES. S¨¦ d¨®nde me meto. No hay enemistad sin fascinaci¨®n, y la fijaci¨®n de la izquierda con FAES recuerda a esas novelas g¨®ticas ¡ªfrailes panzudos, abadesas crueles, novicias corrompidas¡ª con que el protestantismo se excitaba al imaginar el mundo cat¨®lico. Pero FAES no es cualquier cosa. No son tres tuiteros. Es de las escasas iniciativas intelectuales de la derecha que se respeta a s¨ª misma. No solo sigue siendo su reserva espiritual, sino ¡ªv¨¦anse las listas europeas¡ª su cantera de calidad. Como los or¨¢culos antiguos, hay que estar atentos cuando habla. Y, al contrario que los or¨¢culos antiguos, habla ¡ªcomo su fundador¡ª sin claroscuros. FAES estuvo detr¨¢s del diagn¨®stico ¡°antes que Espa?a, se romper¨¢ Catalu?a¡±. Estuvo detr¨¢s del discurso de Casado contra Vox. Ha aportado artiller¨ªa argumentativa contra la amnist¨ªa. Y acaba de reprochar a Vox ¡ªde nuevo¡ª su ¡°corrupci¨®n del conservadurismo¡±. A FAES se le ha acusado de personalista: organizar seminarios de pol¨ªtica energ¨¦tica un d¨ªa, y al otro publicar los desmentidos privados de Aznar. Algo de ese personalismo estaba ya in nuce en aquel acto de marzo de 2004. Algo ha habido a¨²n en la reivindicaci¨®n, hace solo unos meses, de su gesti¨®n del 11-M. Y, aunque FAES nunca se preocup¨® de ser c¨®moda con G¨¦nova, hubo mucho en las pullas a Rajoy. La ruptura FAES-PP en 2016 fue dram¨¢tica en buena parte por no vivirse con el drama necesario: uno de los grandes partidos europeos se quedaba sin m¨¢quina de pensar.
El descontento no era solo personal. En los a?os de Rajoy hay quien siente la nostalgia de una derecha m¨¢s musculada. FAES rompe por fuera, Floridablanca espolea por dentro. Ciudadanos abre un boquete de voto liberal. Y en el plantel fundacional de Vox estar¨¢n tambi¨¦n altas jerarqu¨ªas fundacionales de FAES: Alejo Vidal-Quadras, Jos¨¦ Luis Gonz¨¢lez Quir¨®s ¡ªdirector de aquella revista presentada por Aznar¡ª; algo m¨¢s tarde, Rafael Bardaj¨ª. Vox crecer¨¢ con Catalu?a, pero surge de la cr¨ªtica a una derecha que juzgan ¨¢tona y gestora. Vox, al nacer, se ve como un PP vitaminado. As¨ª comienza la contradanza entre las dos derechas, que contin¨²a hoy.
Al llegar al poder, Rajoy encontr¨® una contrariedad sublime. ?l y su partido, europe¨ªstas convencidos, ortodoxos de la austeridad, tan alemanes como los alemanes, se dan cuenta de que est¨¢n solos. Merkel va a tardar a?os en convencerse de la fiabilidad de su socio espa?ol. Rajoy ¡ªvacunado contra ardores ideol¨®gicos desde la experiencia neocon¡ª no va a tardar, en cambio, ni un minuto en advertir que la batalla de las ideas dada en casa tambi¨¦n se proyecta fuera de ella: para aquella UE, Espa?a solo se entend¨ªa desde el Partido Socialista y desde la prensa progresista. A lo largo del tiempo, el PP ha entrado y salido de estas conexiones internacionales en todo lo que va de Kohl a Sarkozy o Cameron. Siempre le costaron, pero siempre le fueron bien: al final, hubo foto de Merkel y Rajoy de paseo en barco por Chicago.
Para el centroderecha cl¨¢sico, la interlocuci¨®n internacional hoy est¨¢ dif¨ªcil: ?de qu¨¦ hablar con Trump, con unos tories en desalojo o con una Von der Leyen obediente a sus propios contrapesos de poder? Esa interlocuci¨®n es lo que Vox est¨¢ cuidando. Poda a sus liberales pero baila con Milei. Es proteccionista en Espa?a, pero abraza a los proteccionistas de Francia. Con el polaco detesta a Putin y con el h¨²ngaro lo respeta. Mantiene un romance con Trump, aunque Trump no corresponde en amor al mundo hisp¨¢nico. Y tambi¨¦n fueron los primeros en acercarse a Meloni y hoy hay cola. Es un ejercicio de sincretismo digno de la democracia cristiana o, qui¨¦n se lo hubiera dicho, del viejo Partido Popular. Nadie dudar¨¢ de que les ha rendido: nacieron en los arrabales y, 10 a?os despu¨¦s, se mandan wasaps con jefes de Estado y de Gobierno.
Vox ha durado m¨¢s de lo que nadie esperaba: el PP, que absorbi¨® el voto de Ciudadanos, no le ha cogido nunca el paso a Vox. Y Vox, en parte, ha durado por jugar a este largo plazo de las ideas. El PP cree que de las derechas alternativas puede aprender a proyectar su mensaje: sigue teniendo complejo de maquinaria anquilosada, cuando en tiempos de desafecto fueron sus hechuras de partido cl¨¢sico lo que le salv¨® y en elecciones como las de 2016 mostr¨® una maquinaria electoral contempor¨¢nea y ¨¢gil. De Vox, sin embargo, puede ¡ªaunque duela¡ª aprender otras cosas. Ambici¨®n intelectual: pasma que los l¨ªderes morales del PP sean todav¨ªa figuras cl¨¢sicas importadas de la izquierda. Sin duda, se quiere como un gesto de apertura y un se?uelo para ese progresista templado que, sin embargo, siente temores y temblores ante la idea de saltar la valla y votar a un partido de derechas. Al mismo tiempo, con esta actitud no solo el PP transparenta una flaca convicci¨®n en sus propias convicciones: deja m¨¢s bien la sensaci¨®n de una ausencia, por no hablar del pobre juicio sobre uno mismo que transmite el entregar tu voz intelectual a quien te ha estado menospreciando hasta ayer. Otro punto, contiguo, que imitar: la claridad para fijar posiciones. De Vox se sabe d¨®nde est¨¢ aunque ¡ªcomo se ha visto¡ª tengan d¨ªas iliberales y d¨ªas neoliberales y no les falten componendas ni pasteleos. Partido de base amplia, el PP no se posiciona sin tensarse, pero debiera ser m¨¢s f¨¢cil seguir donde est¨¢ en Palestina o las pensiones, Estado auton¨®mico o Universidad. Siquiera sea porque, si no te posicionas t¨², igualmente ya te posicionar¨¢n otros.
Los resultados de las europeas o la erosi¨®n de Vox en las autonom¨ªas pueden fortalecer una tentaci¨®n inercial del PP: llegar al Gobierno por desgaste. Es posible que sea suficiente, claro: hasta los Himalayas se desgastan. Feij¨®o, sin embargo, ya tiene experiencia de que el antisanchismo solo puede no valer, con un entorno medi¨¢tico hostil y un sistema de partidos m¨¢s abierto. El propio antifelipismo no llev¨® al PP a La Moncloa en 1993: lleg¨® en 1996, cuando todo el mundo sab¨ªa qu¨¦ iba a hacer y qui¨¦n iba a hacerlo. La nueva etapa del centroderecha ha reconciliado aznarismo y marianismo, ha puesto orden dentro, ha buscado el equilibrio con las baron¨ªas y ha tra¨ªdo caras nuevas sin descuidar a sus cl¨¢sicos. Ahora, aspirar a un nuevo vigor constitucionalista y liberal no es solo recomendable para ganar a S¨¢nchez y ¡ªde paso¡ª reducir a Vox. Es, ante todo, lo debido a su idea de Espa?a. Y lo merecido por esa mayor¨ªa moderada del pa¨ªs que necesita saber con qu¨¦ ilusionarse y no solo a qu¨¦ oponerse.
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