Biden, Trump, o la rata sobre la mesa
Decantarse por el mal menor cuando ambos ostentan un car¨¢cter abiertamente demoledor se asemeja a elegir entre el octavo y el noveno c¨ªrculo del infierno
¡°No me puedo creer que en pleno siglo XXI tenga que elegir entre votar a Biden o a Trump¡±. La frase cae como una rata muerta sobre la mesa: nos miramos, estamos a punto de comenzar a cenar, pero el invisible roedor inerte que acaba de soltar mi marido por la boca hace que nos desaparezca el apetito y surja un asco volcado en noviembre ¡ª¡±no falta tanto¡±, recalca¡ª y una incertidumbre que pringa todo el espacio del sal¨®n. El dilema ¨¦l lo ve como un anacronismo: fuerzas destructoras del pasado regresan a anudarnos el vientre y ponernos contra la pared del potencial fin de la democracia; yo, sin embargo, lo concibo fruto del tiempo presente: capitalismo f¨®sil, comunicaci¨®n algor¨ªtmica que fomenta la posverdad, aunque quiz¨¢ ambos guardemos parte de raz¨®n y simplemente la historia ya no pueda pensarse de forma lineal, m¨¢s bien se tratar¨ªa de un juego de m¨¢scaras tejido de discontinuidades al que da miedo enfrentarse.
En plena resaca de la derechizaci¨®n del Parlamento Europeo, y sobrevolando la escena el recuerdo de ese asalto al Capitolio que vivimos a pocos kil¨®metros, de las calles militarizadas y el insoportable clima de violencia institucional y callejera respirado tantas veces, la papeleta para las presidenciales de Estados Unidos arde en las manos como un regalo envenenado. La gesti¨®n de Biden quiz¨¢ haya supuesto la mayor decepci¨®n reciente entre quienes nos consideramos progresistas, pues en su haber se cuentan promesas rotas como la subida del salario m¨ªnimo, el establecimiento de garant¨ªas b¨¢sicas como bajas de maternidad o de enfermedad pagadas, y un plan clim¨¢tico bajo el cual se esconde una estrategia de seguridad energ¨¦tica. El presidente ha batido r¨¦cords extractivistas, manteni¨¦ndose el pa¨ªs como el mayor productor de petr¨®leo del mundo. Si con eso pretend¨ªa convencer al electorado de sus bondades ante una emergencia medioambiental que, en su discurso p¨²blico, parece preocuparle, no lo est¨¢ consiguiendo, a juzgar por las cr¨ªticas de los grupos ecologistas. Mientras tanto, el apoyo a Israel cuando las v¨ªctimas mortales palestinas pasan de 36.000 y la masacre se retransmite en un directo viralizado a lo largo del globo tampoco ayuda: varios sondeos afirman p¨¦rdidas cuantiosas en el voto de una juventud movilizada desde sus universidades contra el sufrimiento de Gaza.
Pero ¡ªy aqu¨ª es donde la rata yaciente junto a los platos y cubiertos empieza a desprender un olor profundo a putrefacci¨®n¡ª Trump no se nos olvida: ni la reforma fiscal aprobada a favor de las grandes fortunas; ni los tres jueces que inclinaron la composici¨®n del Tribunal Supremo hacia la cerraz¨®n reaccionaria que derog¨® el aborto a nivel federal; ni, por supuesto, c¨®mo sali¨® impune de un proceso falsario de impeachment tras haber presuntamente instigado una tentativa de golpe de Estado, seg¨²n una comisi¨®n de investigaci¨®n del propio Congreso. Recientemente convertido en el primer expresidente condenado en un juicio penal, relacionado con el soborno de la actriz porno Stormy Daniels, contin¨²a liderando ligeramente las encuestas a pesar de todo, las nacionales y las de al menos cinco estados bisagra, esos decisivos a la hora de determinar qui¨¦n habita la Casa Blanca. ¡°Un presidente que pierde los comicios no vuelve nunca despu¨¦s¡±. Escucho sobre el mantel compartido la constataci¨®n de una situaci¨®n, en efecto, inaudita: solo Grover Cleveland logr¨® ocupar el Despacho Oval en un segundo mandato no consecutivo, y esto tuvo lugar en 1892. Ecos del pasado manifiestamente perturbadores del futuro, pues esta vez ser¨ªa diferente: candidato con un delito penal a la espalda, imputado en tres casos m¨¢s, simpatizante declarado de Putin¡ La perplejidad como sintomatolog¨ªa de nuestra velada nocturna parece tornar a la rata muerta el ¨²nico bocado posible.
El problema es que tenemos hambre; alguien ¡ªno fui yo¡ª dedic¨® varias horas a cocinar para nada; al final, ya ver¨¢s si nos acostamos en ayunas. Decantarse por el mal menor cuando ambos ostentan un car¨¢cter abiertamente demoledor se asemeja a elegir entre el octavo y el noveno c¨ªrculo del infierno: es racional jerarquizar el da?o, pero es que preferir¨ªamos el para¨ªso. Algunas hebras de pensamiento ut¨®pico evocan la posibilidad material de que el gigante norteamericano orientase su hegemon¨ªa hacia la construcci¨®n de un nuevo orden mundial caracterizado por la mitigaci¨®n urgente de la crisis clim¨¢tica y la clausura de conflictos b¨¦licos que derraman sangre inocente y nos acercan a la tercera guerra mundial, por ejemplo; aunque ello choca frontalmente con su mera posibilidad pol¨ªtica. La disyuntiva del sufragio nos aboca, por tanto, a una gradaci¨®n del fracaso como sociedad que, pudiendo haber articulado horizontes no dolorosos, se debate entre la gran herida democr¨¢tica y el c¨¢ncer de aspiraci¨®n dictatorial. Imaginar una OTAN parcialmente en manos de Trump o un repunte del negacionismo que repudi¨® el Acuerdo de Par¨ªs no redime a un Biden debilitado de su irresponsabilidad estos ¨²ltimos cuatro a?os. Entretanto, el sal¨®n se me ha llenado de moscas; hemos abandonado la casa en mitad de una pestilencia que permea cada rinc¨®n; ¡°a estas horas de la madrugada no hay restaurantes abiertos¡± ¡ªoigo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.