Todos eran Lorca
Es preciso recuperar y honrar a los asesinados de la Guerra Civil antes de que muera la generaci¨®n de sus hijos
No sab¨ªa que al Barranco de V¨ªznar la gente del pueblo lo llaman Los Pozos, porque a principios del siglo XX buscaron all¨ª agua y no la encontraron y quedaron los hoyos. No sab¨ªa que el camisa vieja Jos¨¦ Mar¨ªa Nestares, bajo el mando de Mill¨¢n Astray, estableci¨® en V¨ªznar un sector militar para la represi¨®n de Granada y que esos pozos abiertos le parecieron un lugar f¨¢cil donde tirar a las personas ejecutadas, no fusiladas de frente, casi todos con tiro de gracia en la nuca. No sab¨ªa que ese algo m¨¢s de un kil¨®metro de La Colonia al Barranco que anduvimos un mediod¨ªa de la semana pasada era el camino de ida y vuelta del terror en 1936: all¨ª se los llevaban para castigarlos con la muerte y de all¨ª volv¨ªan los asesinos con su amenaza. No sab¨ªa lo que puede significar escuchar una noche detr¨¢s de otra las detonaciones en el monte cuando eres un ni?o. No sab¨ªa que hubo un tiempo en que llorar a los muertos pon¨ªa en peligro tu vida. No sab¨ªa que aquel terreno deforestado fue replantado durante la dictadura, de forma perversa, para camuflar el crimen. No sab¨ªa que en el pueblo pudieran estar cansados de que siempre lo asocien, ni siquiera a los cientos de ejecuciones que se piensa que all¨ª tuvieron lugar, sino a una muerte sola. Forasteros que he sido yo misma alguna vez llegando y preguntando siempre d¨®nde est¨¢ el punto del camino en el que mataron a Federico Garc¨ªa Lorca.
En su libro El arte de invocar la memoria, la historiadora Esther L¨®pez Barcel¨® explica que exhumar los cuerpos de las v¨ªctimas no solo es un acto que intenta reparar el da?o y documenta las pruebas de lo sucedido: es, adem¨¢s y ante todo, un acto de amor y la puesta en pr¨¢ctica de una pol¨ªtica de cuidados. Tampoco lo sab¨ªa, pero no puedo decir nada distinto escuchando al equipo multidisciplinar que dirige el arque¨®logo Francisco Carri¨®n, de la Universidad de Granada, y viendo el afecto con el que son tratados en V¨ªznar. Como si ese equipo, desde 2021, fuera parte vertebral de la vida y de la historia del pueblo. Les conocen por su nombre los vecinos, porque ellas y ellos son las manos que realizan ese trabajo emocionante y colectivo que ha implicado a la universidad, al Gobierno central, a la Junta de Andaluc¨ªa y al propio Ayuntamiento.
Han exhumado a 132 personas de 18 fosas, 101 hombres y 31 mujeres, de los que han podido identificar, de momento, a dos. A Antonio Rosales y a Juan de Dios Adarve. Y ahora los muertos, los que ya est¨¢n fuera de la tierra en el laboratorio y los que quedan all¨ª hasta que se inicie una nueva campa?a, son tambi¨¦n sus muertos, y son los muertos de todas y de todos.
Porque de los trabajos que conciernen a la memoria se dice que hay que hacerlos para que la historia no se repita, pero esa no es la raz¨®n primera. Porque la historia se repite y nadie aprende. Todo eso que hoy llamamos memoria, nuestra Historia, hay que acometerlo como una emergencia porque Espa?a se supone democr¨¢tica y un pa¨ªs digno tal vez y no puede tener a su gente amontonada bajo tierra, atravesados de ra¨ªces sus cr¨¢neos, ni?os asesinados que llevaron en los bolsillos un l¨¢piz y una goma, mujeres sindicadas, el rector de la universidad, humanos que tuvieron una vida y la perdieron en defensa de la legalidad democr¨¢tica. Exhumar este pa¨ªs, horadar su territorio, limpiarlo con manos de ciencia de vestigios de cr¨ªmenes, despejar la tierra que cubre esos huesos es ley desde 2022, y no deber¨ªa ser asunto de la voluntad pol¨ªtica o falsa concordia, sino una obligaci¨®n democr¨¢tica que no termine si es que el Gobierno del Estado cambia de signo. Es un derecho humano. Y tambi¨¦n, c¨®mo no, para que pueblos alegres y generosos como V¨ªznar se resignifiquen y encaren el futuro de una vez sin esa r¨¦mora siniestra y despiadada que les hace vivir sintiendo de reojo el eco de una violencia que sigue hundi¨¦ndose en sus afueras.
Sacarlos de la tierra es el primer paso para nombrar esas muertes violentas como lo que fueron: delitos de lesa humanidad. Federico Garc¨ªa Lorca es un nombre universal que puede que yazga o no en ese barranco, ahora se intenta devolver su nombre y apellidos a todos los dem¨¢s. As¨ª lo dice la piedra que conmemora a los que est¨¢n all¨ª: Lorca eran todos.
Aquellos republicanos asesinados en V¨ªznar y los m¨¢s de 50.000 que a¨²n esperan a ser desenterrados de las m¨¢s 2.500 fosas que hay en Espa?a est¨¢n a punto de volver a perder una guerra. Cuando cada vez sea m¨¢s dif¨ªcil identificarlos porque muchos de los hijos e hijas de los represaliados ya no est¨¢n vivos. Nuestra es la responsabilidad de responder a la urgencia de que no llegue una tercera derrota para ellas y para ellos: la que pondr¨¢ el peso del tiempo sobre la tierra y las generaciones que ya no pueden reconstruir sus propios eslabones geneal¨®gicos, naturalmente y para seguir adelante, se desentiendan de romper aquel silencio, y se alejen de un pasado cada vez m¨¢s y m¨¢s remoto.
No sab¨ªamos nada, pero, poco a poco, deber¨ªamos ir sabiendo.
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