Supersubmarina y Fernando
En la historia de superaci¨®n tras la tragedia que sufri¨® la banda intervienen con mucho peso las familias: cuatro j¨®venes a los que sus padres tuvieron que cuidar como si volvieran a ser peque?os
Le¨ªa el otro d¨ªa las conclusiones de un estudio sobre el apego excesivo de los j¨®venes espa?oles a sus padres, lo cual, al parecer, contribuye a una falta de independencia que los coloca en una situaci¨®n m¨¢s vulnerable que la de la juventud del norte de Europa. Me preguntaba si ese apego indestructible no es la tabla de salvaci¨®n de los que son asistidos por el entorno familiar ante la ayuda inexistente del Estado.
No he conocido a ning¨²n joven que no quisiera independizarse, s¨ª a muchos que afectados por la precariedad laboral y la imposibilidad de afrontar un alquiler han de ocupar la habitaci¨®n adolescente o comparten piso con extra?os. Sabemos tambi¨¦n que el apego no est¨¢ relacionado solo con el dinero: cu¨¢ntos encuentros se dan de un lado a otro del mundo a trav¨¦s de la pantalla. Ese b¨¢lsamo de cercan¨ªa virtual compensa la soledad hiriente de otras culturas, como la americana, en las que estar solo es la norma. Mucho incidir en el apego cuando el hijo es beb¨¦ para luego se?alarle la puerta de la independencia antes de los 18. La puerta del ir¨¢s y no volver¨¢s. Costumbres que contribuyen a la independencia, pero generan una herida interior que no acaba de cerrarse nunca. Si en el cine americano es habitual asistir a los conflictos familiares del d¨ªa de Acci¨®n de Gracias, es porque millones de ciudadanos cruzan el pa¨ªs para encontrarse con personas a las que no han visto durante un a?o. En Espa?a, las peleas son semanales. O diarias. Una joven espa?ola es aquella que ve en la pantalla del m¨®vil la llamada de la madre y murmura, ay, mi madre, ufff, ya si eso luego la llamo.
Poco se cuenta, salvo en las p¨¢ginas de econom¨ªa, del papel que cumplen los lazos familiares cuando se desata una tragedia. En estos d¨ªas me he visto abducida por Algo que sirva como luz, del periodista musical Fernando Navarro, la historia de cuatro muchachos de Baeza, Pepo, Juancar, Jaime y Jos¨¦, que en 2008 irrumpieron en el panorama indie y entusiasmaron al p¨²blico con unas canciones que transmit¨ªan autenticidad, frescura, cierto misterio. Ellos mismos encarnaban la realizaci¨®n de un sue?o: chavales que se re¨²nen en la plaza para echar partidillos, que se van a reencontrar en los coros de las cofrad¨ªas y que siguen luego a Jos¨¦, talentoso, aventurero, l¨ªder natural, al que se le ocurre que pueden formar una banda. Del juego pasan al oficio, y de alguna manera sus seguidores percibir¨¢n ese fondo de amistad infantil que los uni¨® y el sincero apego a los or¨ªgenes, ya que el ¨¦xito no los lleva a abandonar la preciosa ciudad jiennense donde est¨¢n sus familias, el viejo local de ensayo, sus bares de siempre. Esto hubiera sido impensable en d¨¦cadas anteriores en las que no hab¨ªa carrera musical que no llevara a borrar el pasado pueblerino y asumir la condici¨®n urbana.
De la mano de Navarro los acompa?amos en su camino al ¨¦xito, a esas horas de furgoneta de un lado a otro del pa¨ªs que los dejan exhaustos, al brutal accidente de carretera de 2016, que por un tiempo destroz¨® sus vidas y que las cambi¨® para siempre. En esta historia de superaci¨®n tras la tragedia intervienen con mucho peso las familias; los m¨¦dicos que se han desvivido por salvar la pierna a Jaime, el abdomen a Juancar, el baj¨®n an¨ªmico a Pope y el cerebro a Jos¨¦, tambi¨¦n el calor de una comunidad de paisanos que ha velado por ellos con un cari?o firme y discreto. Cuatro j¨®venes a los que sus padres tuvieron que cuidar como si volvieran a ser peque?os. Confieso que, por momentos, la emoci¨®n no me permit¨ªa seguir leyendo este libro m¨¢gico.
Dice Fernando que ¡°la extraordinaria bondad y honestidad de los cuatro eran parte del secreto para hallar el significado de una historia tan compleja atravesada por el dolor¡±. Yo a?adir¨ªa que ese buen coraz¨®n se replica en el periodista que al narrar la vida de otros decide hacerse invisible. Qu¨¦ rara esa falta de vanidad en estos tiempos.
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