Francia, ?condenada a la cohabitaci¨®n?
Una convivencia de Macron con el partido de Le Pen amenaza con transformar la legitimidad democr¨¢tica compartida en el enfrentamiento abierto de dos fuerzas pol¨ªticas
Marjorie lo tiene claro. Y as¨ª se lo hace saber a Stanislas Guerini, ministro de Funci¨®n P¨²blica, en el v¨ªdeo que se hace viral en Francia. Marjorie se considera progresista y culpa a Macron de la situaci¨®n en la que se encuentra su pa¨ªs. Culpa a la hipercentralizaci¨®n que ha promovido, a la concentraci¨®n de poder alrededor de su figura, a ese continuo ignorar a su propio pueblo que ha caracterizado a un presidente de la Rep¨²blica dedicado en cuerpo y alma a asfixiar una de las democracias m¨¢s viejas del continente. Marjorie es mucho m¨¢s de media Francia, y ante la atenta mirada de las c¨¢maras ha expresado el parecer de un pueblo que se ha sentido ninguneado: ¡°Han tenido ustedes muchos a?os para que les escuch¨¢ramos, para contestarnos; ahora, nos van a escuchar¡±.
El sistema pol¨ªtico franc¨¦s favorece la concentraci¨®n del poder en manos del presidente de la Rep¨²blica. Si adem¨¢s este goza de una mayor¨ªa legislativa y un primer ministro af¨ªn, su poder es inconmensurable. Emmanuel Macron, como un peque?o emperador sin imperio, lo ha llevado a su m¨¢xima expresi¨®n: ha jugado con ministros e iniciativas legislativas, controlado las esferas legislativa, ejecutiva y judicial y convertido la Asamblea Nacional, por momentos, en una parodia.
Y de aquellos polvos¡ este lodazal en el que el partido de Le Pen amenaza con imponerse tras sacar un 33,1% en la primera vuelta. El Nuevo Frente Popular (28%) se consolida como segunda opci¨®n, disputando diputados como ¡°alternativa republicana¡± en toda Francia a Reagrupamiento Nacional. Esperanzador, pero no definitivo. C¨®mo se comportar¨¢n los votantes del macronismo, implosionando en directo, con retiradas de candidaturas, declaraciones en diferentes direcciones y altas dosis de desorientaci¨®n fruto de los bandazos ideol¨®gicos que lo caracterizan, ser¨¢ la clave. En la segunda vuelta Francia decide para desempatar: ?mayor¨ªa absoluta de la extrema derecha por primera vez en la historia de la V Rep¨²blica? Pase lo que pase, nos adentramos en terreno desconocido. M¨¢s all¨¢ de la tradici¨®n de ¡°cohabitaci¨®n¡±, nunca antes se hab¨ªa producido con un proyecto extramuros de los valores republicanos.
La cohabitaci¨®n nunca fue un simple juego de equilibrios de poder, sino la representaci¨®n de la pluralidad pol¨ªtica y la exigencia institucional de que deb¨ªa gestionarse a trav¨¦s de la cooperaci¨®n y el di¨¢logo. Seg¨²n la l¨®gica de esa diarqu¨ªa desigual, el presidente de la Rep¨²blica y jefe del Estado, depositario directo de la soberan¨ªa nacional, y el primer ministro designado por aquel, seg¨²n la correlaci¨®n de fuerzas parlamentarias para ejercer la funci¨®n de gobierno, que siempre ha residido m¨¢s en Matignon (la sede del Gobierno) que en el El¨ªseo (la de la presidencia). El presidente de la Rep¨²blica se encuentra en una posici¨®n de superioridad con relaci¨®n al primer ministro, pero este se sit¨²a en primera l¨ªnea en las relaciones con el Parlamento, la Administraci¨®n, las fuerzas sindicales y la opini¨®n p¨²blica.
Francia ha vivido hasta ahora tres periodos significativos de cohabitaci¨®n: entre 1986 y 1988, con el socialista Fran?ois Mitterrand trabajando con el conservador Jacques Chirac (la popularidad del primero ca¨ªa en picado, pero se resisti¨® a dimitir, como marcaba la tradici¨®n gaullista); entre 1993 y 1995, Mitterrand con ?douard Balladur como primer ministro (una convivencia mucho m¨¢s pac¨ªfica); y 1997-2002, con el derechista Jacques Chirac y el socialista Lionel Jospin (c¨¢lculo desacertado de Chirac, adelantando las legislativas para no perder popularidad). Los tres reflejaron tensiones y ajustes en la relaci¨®n entre el El¨ªseo y Matignon, destacando c¨®mo la distribuci¨®n de poderes puede fomentar el equilibrio, la par¨¢lisis o importantes reformas pol¨ªticas y sociales (como la semana laboral de 35 horas de Jospin).
La hiperconcentraci¨®n de poder en manos de Macron ha dividido el pa¨ªs en dos. Y si la cohabitaci¨®n se abri¨® paso trayendo anteriormente consigo bloqueos, fricciones y tensiones pol¨ªticas en el pasado, ahora amenaza con transformar la legitimidad democr¨¢tica compartida en el enfrentamiento abierto de dos fuerzas pol¨ªticas en el seno del propio Estado.
Los detractores de la cohabitaci¨®n han se?alado su potencial para causar ineficiencia gubernamental, estancamiento de reformas y confusi¨®n sobre la responsabilidad pol¨ªtica. El estilo del presidente Macron, conocido por tomar decisiones unilaterales, podr¨ªa complicar a¨²n m¨¢s este sistema. Cr¨ªticos como el especialista en sociolog¨ªa electoral Pascal Perrineau advierten de que la nula disposici¨®n de Macron a comprometerse con la cohabitaci¨®n podr¨ªa verse seriamente rechazada, y si no logra adaptarse a la din¨¢mica de poder compartido, esto podr¨ªa resultar en conflictos que beneficiar¨ªan al partido de Le Pen.
Es dif¨ªcil creer que la jugada de Macron haya sido un ¡°maquiav¨¦lico¡± plan para que Jordan Bardella acabe convertido en su subalterno y as¨ª desgastar a la ultraderecha y debilitarla para las pr¨®ximas presidenciales. Porque, a pesar de las evidentes limitaciones de un primer ministro que no cuente con el apoyo del presidente, Bardella podr¨ªa dirigir la pol¨ªtica nacional y cambiar el rumbo pol¨ªtico del pa¨ªs como en su d¨ªa hizo Chirac, llegando finalmente al El¨ªseo. La en¨¦sima torpeza de Macron es evidente; la incertidumbre en la que puede desembocar, extrema. Y quienes saldr¨¢n m¨¢s perjudicados ser¨¢n los de siempre: Marjorie y la gente que, como ella, est¨¢ harta de una pol¨ªtica que no ofrece soluciones y hace m¨¢s dif¨ªcil la vida cotidiana. Pase lo que pase Macron ya ha perdido. Pronto sabremos qui¨¦n le acompa?ar¨¢ en la ceremonia del pr¨®ximo 14 de julio. Nos acercamos peligrosamente al precipicio de la V Rep¨²blica.
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