Una gram¨¢tica de las emociones
Es posible que nuestro cerebro haga c¨¢lculos para descifrar el lenguaje corporal de la gente, pero solemos infravalorar gravemente el formidable problema computacional que ello supone
Los humanos somos mentirosos por naturaleza, pero la mayor¨ªa no lo hacemos muy bien. El problema no es lo que decimos, sino lo que no sabemos que decimos. Cuando hablamos con naturalidad solemos poner caras, hacer aspavientos, encoger los hombros o inclinar el torso, pero al mentir adoptamos una rigidez cadaverina que se nos nota a 20 metros. La clase alta brit¨¢nica tiene fama de hablar sin mover las manos ¡ªhay quien lo hace sin mover ni los labios¡ª, pero esa actitud no ayuda a un lord ni a una lady a convencer a nadie. Parece que est¨¢n mintiendo, justamente, aun cuando no sea el caso. Fuera de esa ¨¦lite que juega al cricket y lleva unos sombreros indescriptibles en Ascot, sin embargo, los humanos expresamos con el cuerpo casi tanto, o a veces m¨¢s, que moviendo la lengua. ?Cre¨ªas que esto iba a quedar excluido de la jurisdicci¨®n de las matem¨¢ticas? Error. ?Y de las ciencias de la computaci¨®n? M¨¢s error a¨²n.
Imagina una bailarina profesional ejecutando unos movimientos delante de una insulsa pantalla verde. Ahora le pides que se mueva expresando felicidad, enfado, satisfacci¨®n, miedo, tristeza, lo que sea. La bailarina lleva un traje de la firma XSENS equipado con 17 sensores que registran todos sus movimientos y las relaciones entre ellos y los digitaliza con un software avanzado. Ese es exactamente el experimento que ha hecho un equipo multidisciplinar coordinado por el Instituto Max Planck de Est¨¦tica Emp¨ªrica. Oh, s¨ª, ese instituto existe, y est¨¢ en Fr¨¢ncfort. Con todos esos datos, la neuropsic¨®loga cognitiva Julia Christensen y sus colegas han creado un software llamado Emokine que puede analizar a gran escala los movimientos del conjunto del cuerpo relacionados con las emociones. En este caso son movimientos muy controlados ¡ªproducidos por una bailarina profesional¡ª, pero Emokine ya est¨¢ disponible para cualquier investigaci¨®n relacionada. La intenci¨®n de Christensen es reunir muchos m¨¢s datos que se obtengan con su software en cualquier lugar del mundo. La cient¨ªfica del Max Planck est¨¢ convencida de que las secuencias complejas de movimientos ayudar¨¢n a avanzar en la investigaci¨®n de las emociones.
Es mucho m¨¢s f¨¢cil mentir con el habla que con el cuerpo. Si vi¨¦ramos las tripas matem¨¢ticas de Emokine acabar¨ªamos mareados por los conceptos que usa la m¨¢quina para deducir las emociones que estamos expresando con el lenguaje corporal: velocidad lineal, aceleraci¨®n lineal, velocidad angular, aceleraci¨®n angular, momento lineal, grado de contracci¨®n de las piernas, distancia al centro de gravedad del cuerpo (no tan permanente como querr¨ªa Battiato), sacudida integral, ¨¢ngulo de la cabeza tanto a los lados como de frente y espacio convexo del cr¨¢neo, todo ello con su media, su mediana, su valor m¨¢ximo y su desviaci¨®n absoluta y registrado 240 veces por segundo. Ya te dije que te ibas a marear.
Es posible que nuestro cerebro haga algunos de esos c¨¢lculos para descifrar el lenguaje corporal de la gente, aunque desde luego no somos conscientes de ello. Pero no somos conscientes de casi nada lo que subyace a nuestra percepci¨®n y nuestra actividad mental. Como abrimos los ojos y vemos lo que hay ah¨ª delante sin el menor esfuerzo, solemos infravalorar gravemente el formidable problema computacional que ello supone. En cualquier caso, es muy probable que Emokine, la criatura de la doctora Christensen y el Instituto Max Planck de Est¨¦tica Emp¨ªrica, aprenda pronto a entender el lenguaje corporal mejor que nosotros. Es decir, para leer nuestras emociones mejor que nosotros.
Salvo alg¨²n ingeniero grillado de Silicon Valley, ning¨²n cient¨ªfico cree que las m¨¢quinas tengan emociones. Quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa lleguen a tenerlas, aunque no estamos ah¨ª ni de lejos. Pero una cosa es tener emociones y otra muy distinta es reconocerlas. Lo segundo est¨¢ cada vez m¨¢s cerca, as¨ª que ve aprendiendo a mover las manos.
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