Pedro S¨¢nchez y la Catalu?a espa?olista
La clave de b¨®veda del ¨¦xito de la legislatura sigue siendo qu¨¦ har¨¢n los republicanos ante la investidura de Salvador Illa
Con Pedro S¨¢nchez se ha extendido el patriotismo espa?ol en Catalu?a como nunca. Mientras que el apoyo a la independencia se hunde en los sondeos, las calles se llenaron de j¨®venes con la camiseta de Espa?a celebrando la victoria de La Roja. En diez a?os, el Govern nunca luci¨® tan autonomista: hasta las reuniones con el president Pere Aragon¨¨s ya b¨¢sicamente van de competencias estatutarias. Ahora bien, sin investidura de Salvador Illa ser¨¢ muy dif¨ªcil que S¨¢nchez culmine ¡ªcon gloria¡ª esta legislatura.
Hete ah¨ª la paradoja: la ¡°Catalu?a espa?olista¡± es una realidad, pero la Moncloa solo podr¨¢ lucirla si hay una Generalitat socialista. Es m¨¢s, solo evitando una repetici¨®n electoral ¡ªcon un gobierno de Illa antes de agosto¡ª podr¨¢n descubrirse cuanto antes las cartas negociadoras de Carles Puigdemont en el Congreso. Es decir, si el PSOE podr¨¢ tener gobernabilidad o presupuestos. Y es que haber tumbado el objetivo de d¨¦ficit del Ejecutivo esta semana no implica ning¨²n posicionamiento firme de Junts a futuro: antes rechaz¨® hasta el proyecto inicial de la Ley de Amnist¨ªa, d¨¢ndole apoyo al mes siguiente. El problema es que los de Puigdemont necesitan mantener las distancias con la Moncloa de momento, por si toca regresar a las urnas.
As¨ª que investir a Illa es una pieza esencial para Pedro S¨¢nchez, por lo simb¨®lico, y porque despejar¨ªa los mimbres de la legislatura, sin tener que esperar a finales de a?o. A fin de cuentas, Puigdemont sigue sin ser un candidato realista, y la cosa ya solo va del PSC o elecciones. El Tribunal Constitucional no permite investiduras a distancia, y no es cre¨ªble un regreso del l¨ªder de Junts a riesgo de ser detenido. La pregunta clave es qu¨¦ podr¨ªa esperar el Gobierno de Puigdemont, mientras los altavoces de la derecha dan por hecho de que se vengar¨¢, si no logra ser investido.
Y en esencia, el bloqueo por parte de Junts no parece una opci¨®n realista. Cerr¨¢ndose a cualquier acuerdo con el Ejecutivo se arriesgar¨ªan a caer en la irrelevancia en Catalu?a y en Madrid. La base social del independentismo no es hoy como en 2017, sino que exige hitos de gesti¨®n como m¨¢s recursos econ¨®micos o autogobierno. Pese a ello, Junts no lo va a poner f¨¢cil. Necesita llevar al presidente al l¨ªmite cada semana, para seguirse vendiendo como la fuerza independentista que ¡°se hace respetar, a diferencia de ERC¡±. Que los republicanos apoyaran un tripartit por activa o por pasiva les dar¨ªa margen de maniobra, tras desmarcarse de la ¡°sumisa Esquerra¡±. Es m¨¢s, si la Moncloa quiere sacar sus cuentas, tiene la respuesta en los plenos del Congreso. M¨ªriam Nogueras lleva meses insinuando que algunas de las condiciones son la ejecuci¨®n plena de las inversiones en Catalu?a, financiaci¨®n, competencias¡ Ahora bien, Junts podr¨ªa no ver incentivos en pactar cesiones para una Generalitat que gobierne Illa, centr¨¢ndose tal vez solo en partidas para su base de alcaldes, o en temas en los que compite con Alian?a Catalana, como la migraci¨®n.
Con todo, la clave de b¨®veda sigue siendo qu¨¦ har¨¢n los republicanos ante la investidura catalana. El regreso de Marta Rovira constata la p¨¦rdida de autoridad de los l¨ªderes del proc¨¦s: esta ha pasado sin pena ni gloria ¡ªlejos de aquellas grandes manifestaciones independentistas¡ª dando lugar a burlas por parte de muchos j¨®venes afines a la ruptura, algo impensable en 2018. Pese a ello, parece obvio que la dirigencia de ERC est¨¢ por apoyar a Illa: en pocos d¨ªas se ha concretado la cesi¨®n de la gesti¨®n del Ingreso M¨ªnimo Vital y se ha acordado la compensaci¨®n por el servicio de Cercan¨ªas desde 2009. El PSOE no va a aceptar nada que vaya m¨¢s all¨¢ de un consorcio tributario, pero est¨¢ por definir cu¨¢l ser¨ªa el modelo de una eventual reforma de la financiaci¨®n. El problema sigue siendo que ERC est¨¢ hecho un polvor¨ªn. El goteo de esc¨¢ndalos internos ¡ªataques de falsa bandera, como carteles o mu?ecos¡ª solo denota un ajuste de cuentas entre facciones que hace a¨²n m¨¢s incierta el resultado en la votaci¨®n entre la militancia.
Aunque los ¨¢rboles no deben ocultar el bosque en Catalu?a: los partidos del establishment independentista ya solo est¨¢n a la gre?a por financiaci¨®n, cesiones o competencias, lejos de los debates sobre la autodeterminaci¨®n. Eso parec¨ªa algo impensable tras las elecciones del 23 de julio de 2023, cuando hasta aparcar el refer¨¦ndum se antojaba una utop¨ªa. Pero un a?o despu¨¦s, casi ning¨²n independentista est¨¢ ya dispuesto a salir a la calle para reivindicar el 1 de octubre, cada vez m¨¢s j¨®venes se est¨¢n socializando bajo la ida de una Espa?a amable sin lazos amarillos, y los votantes constitucionalistas est¨¢n m¨¢s movilizados que nunca en las urnas.
En consecuencia, la penitencia para S¨¢nchez ser¨ªa no poder lucir a gala su ¡°Catalu?a espa?olista¡±. Es decir, vi¨¦ndose Illa abocado a una repetici¨®n electoral, o teni¨¦ndose que prorrogar los presupuestos generales mientras la pelea electoral entre ERC y Junts se dilata a¨²n m¨¢s en el tiempo, sin poder aprobar otras leyes. La distancia entre gobernar con gloria, o sin ella, despejando al fin la legislatura, parece que est¨¢ ahora a unos pocos votos de la militancia de Esquerra.
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