La nueva revoluci¨®n del papa Francisco: que los seminaristas lean literatura dura y pura
Si Francisco nos sorprendi¨® al llegar al pontificado, revolucionando todo el aparato imperial de los papas, ahora vuelve a hacerlo al aconsejar a los aspirantes al sacerdocio la lectura de los cl¨¢sicos
El papa Francisco ya nos ha sorprendido no pocas veces en su pontificado at¨ªpico empezando por no querer llamarse de ¡°papa¡± sino de simple obispo de Roma, como en el inicio del cristianismo y abandonando todos los oropeles del papado cl¨¢sico desde la vestidura heredada de los emperadores romanos, a vivir en un hotel fuera de los palacios vaticanos. Y ahora acaba de sorprender de nuevo a la conformista Curia Romana con una carta en la que aconseja que los seminaristas lean la literatura pura y dura de los cl¨¢sicos citando, por ejemplo a Marcel Proust, T.S.Eliot o Jorge Luis Borges.
El papa explica, hasta con confesiones personales, que leer las novelas y poes¨ªas de los cl¨¢sicos es una terapia y recuerda que a sus 28 a?os fue profesor de literatura y que desde entonces ¡°le encantan los autores tr¨¢gicos. ¡°Encontrar un buen libro¡±, afirma, ¡°puede ser un oasis que nos ayuda a enfrentar las tempestades hasta conseguir la serenidad¡±. Y se pone como ejemplo: ¡°a m¨ª, me encantan los escritores tr¨¢gicos porque todos podemos sentir sus obras como nuestras, como expresi¨®n de nuestros propios dramas, de nuestro vac¨ªo interior, de nuestra propia soledad¡±.
Seg¨²n Francisco, la lectura de los cl¨¢sicos, hasta los m¨¢s desgarrados, ¡°puede abrir en nosotros espacios de internalizaci¨®n que nos impiden encerrarnos en las ideas obsesivas y an¨®malas que nos persiguen¡±. Para ¨¦l, ¡°un buen libro por lo menos nos ayuda a enfrentar las tempestades hasta conseguir la serenidad¡±.
El papa confiesa: ¡°Yo adoro autores tr¨¢gicos porque todos podemos sentir sus obras como expresi¨®n de nuestros propios dramas. Lloramos en el fondo por nuestros propios dramas, por nosotros mismos y por nuestro propio vac¨ªo, por nuestras deficiencias y nuestra propia soledad¡±.
Seg¨²n Francisco, leyendo los cl¨¢sicos ¡°nos sumergimos, por ejemplo, en la existencia de las prostitutas, del ni?o que crece sin sus padres, de la mujer del alba?il o de la anciana que a¨²n espera al pr¨ªncipe encantado¡±. Leer un cl¨¢sico, es para el papa Francisco un modo de ¡°enfrentar las tempestades hasta conseguir la serenidad¡±.
En su carta a los obispos el papa lamenta que la literatura, la de los cl¨¢sicos ¡°no sea considerada esencial en la formaci¨®n de los futuros sacerdotes¡±. Leyendo el documento de Francisco me hace recordar que de los seis papas que he conocido personalmente por mi trabajo como periodista, ninguno se habr¨ªa atrevido a aconsejar que los aspirantes al sacerdocio a quienes se les obliga a mantener el celibato, adem¨¢s de leer la Biblia lean a los cl¨¢sicos de la literatura mundial.
La carta del papa Francisco exhortando a que los aspirantes al sacerdocio lean la literatura de los cl¨¢sicos me ha hecho recordar una an¨¦cdota de cuando yo estudiaba el bachillerato en un colegio de religiosos. No s¨®lo no pod¨ªamos leer literatura y poes¨ªa, sino que hasta de la Biblia, el Antiguo Testamento, les parec¨ªa inconveniente por sus historias de sexo.
Recuerdo el esc¨¢ndalo de los padres cuando supieron que estaba corriendo de escondidas, entre nosotros, un poema un poco picante de Garc¨ªa Lorca. Fue un drama y hubo castigos. Literatura y poes¨ªa, en los seminarios, desde siempre eran cosas del demonio, de pecado.
Quiz¨¢s el papa Francisco que ha tenido que enfrentar el delicado y vergonzoso tema de la pederastia en la Iglesia que se resiste a acabar con el celibato obligatorio de los aspirantes al sacerdocio, ha querido adelantarse para dar a entender que sexo no es sin¨®nimo de pecado, que los sacerdotes estuvieron casados durante siglos, que hasta Jes¨²s lo estuvo, con la gn¨®stica Magadalena a la primera que se le apareci¨® resucitado, antes que a su propia madre.
Si Francisco nos sorprendi¨® al llegar al pontificado, revolucionando todo el aparato imperial de los papas anteriores, ahora vuelve a hacerlo al aconsejar a los aspirantes al sacerdocio uno de los grandes tab¨²es a¨²n vivos en el cristianismo: la lectura dura y pura de los cl¨¢sicos de la literatura.
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