Construir sin planos
Todos los avances en la configuraci¨®n del modelo auton¨®mico se han producido por intereses circunstanciales
La pol¨¦mica sobre el acuerdo para dotar a Catalu?a de un sistema de financiaci¨®n ¡°singular¡± est¨¢ siguiendo las pautas de todas las pol¨¦micas precedentes sobre la configuraci¨®n de nuestro modelo auton¨®mico. El Estado de las autonom¨ªas se ha ido construyendo a golpe de necesidad y coyuntura desde sus inicios. No ha habido nunca un modelo a seguir. Por no haber al principio no hab¨ªa ni mapa. Los que ahora critican el pacto entre el PSC y ERC olvidan que todos los avances en materia auton¨®mica se han producido por intereses circunstanciales. Desde el restablecimiento de la Generalitat de Catalu?a (una jugada del Gobierno de Su¨¢rez para evitar un gobierno catal¨¢n en manos de socialistas y comunistas) hasta las sucesivas cesiones de la gesti¨®n del IRPF (a cuenta de las investiduras de Gonz¨¢lez, primero, y de Aznar, despu¨¦s), pasando por el refer¨¦ndum auton¨®mico andaluz (ideado por el PSOE como un mecanismo de erosi¨®n del entonces tambaleante Gobierno de la UCD).
En la articulaci¨®n de nuestro Estado compuesto no se sigue un ideal m¨¢s o menos definido. Lean el t¨ªtulo octavo de nuestra Constituci¨®n para comprobarlo o la definici¨®n del Senado como ¡°c¨¢mara de representaci¨®n territorial¡±. La construcci¨®n de la Espa?a auton¨®mica se ha hecho a empellones y a cachos, generalmente a partir de la iniciativa de los partidos catalanes (los vascos, ya se sabe, negociaron lo suyo en el debate constituyente). Esto, que la iniciativa viniera de d¨®nde ven¨ªa, ha servido para hacer de cada nueva etapa de construcci¨®n del (no) modelo auton¨®mico una excusa para la bronca partidista. Desde el mismo 1978 a cada nueva iniciativa descentralizadora se asegura, sin lugar a duda y a voz en grito, que Espa?a se rompe. Y m¨ªrenla.
Esta vez no es diferente. Despu¨¦s de la hibernaci¨®n del pacto Solbes-Castells de 2009 por parte del PP (en este pa¨ªs ya empieza ser de uso com¨²n el saltarse los plazos que estipulan las leyes, incluso las org¨¢nicas), el acuerdo para la investidura de Illa significa la reanudaci¨®n de esa tarea para configurar nuestro Estado compuesto en la que llevamos ya cinco d¨¦cadas. M¨¢s temprano que tarde algunos de los que hoy se rasgan las vestiduras encontrar¨¢n que tiene todo el sentido que quien asume la mayor parte del gasto p¨²blico tambi¨¦n sea el que recauda y van a exigir que se les aplique a ellos lo pactado para Catalu?a. No ser¨¢ la primera vez que pasa.
Y as¨ª, a trompicones, vamos definiendo la forma en la que nos organizamos pol¨ªticamente desde hace casi medio siglo. Sin planos. Visto as¨ª, es casi un milagro.
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