Las afganas, bajo la dictadura del silencio
La comunidad internacional debe vincular cualquier di¨¢logo con los talibanes al fin de la creciente opresi¨®n contra las mujeres
Tres a?os despu¨¦s del regreso de los talibanes al poder, Afganist¨¢n se ha convertido en un infierno en la Tierra para la mitad de su poblaci¨®n, casi 21 millones de mujeres. Pese a sus iniciales promesas de ¡°garantizar¡± sus derechos ¡°de acuerdo con el islam¡±, la dictadura teocr¨¢tica ha publicado unos 100 edictos que han ido cercenando progresivamente los derechos m¨¢s elementales de las mujeres en todos los ¨¢mbitos: educaci¨®n, sanidad, participaci¨®n pol¨ªtica, trabajo, ocio, cultura¡ La lista de restricciones estremece, pero el r¨¦gimen ha endurecido a¨²n m¨¢s si cabe la represi¨®n con la promulgaci¨®n la semana pasada de su primer conjunto de leyes de moralidad, tras su ratificaci¨®n por el l¨ªder espiritual supremo, Haibatul¨¢ Ajundzad¨¢.
Sus 114 p¨¢ginas y 35 art¨ªculos forman un espeluznante cat¨¢logo de reglas que ampl¨ªan restricciones ya intolerables, como ha recalcado la jefa de la misi¨®n de la ONU en el pa¨ªs, Roza Otunbayeva. Una medida particularmente ignominiosa y simb¨®lica es la intenci¨®n de los talibanes de condenar a las mujeres al silencio: la voz de las afganas queda prohibida en p¨²blico. Ninguna podr¨¢ desde ahora cantar, recitar o hablar en p¨²blico si no quiere exponerse al castigo del ominoso Ministerio para la Promoci¨®n de la Virtud y la Prevenci¨®n del Vicio. Junto a ello, la obligaci¨®n de cubrir el cuerpo en p¨²blico en todo momento y llevar velo o la prohibici¨®n de mirar a hombres que no sean sus parientes y viceversa.
La comunidad internacional ya fracas¨® en impedir la vuelta de los talibanes, cuyo primer periodo de gobierno ¡ªde 1996 a 2001¡ªse caracteriz¨® por las constantes violaciones de derechos humanos, comenzando por los de las mujeres. El r¨¦gimen fundamentalista busca ahora el reconocimiento internacional, usando como bazas su papel en la lucha contra el terrorismo y el narcotr¨¢fico con dos guerras abiertas en el tablero mundial. La ayuda internacional y el trabajo de las ONG sobre el terreno resulta crucial en un pa¨ªs en el que la pobreza extrema amenaza a la mitad de sus 42,2 millones de habitantes. Solo Nicaragua y China mantienen relaciones diplom¨¢ticas con el r¨¦gimen, pero los talibanes han celebrado reuniones de alto nivel con representantes chinos o rusos. Y a finales de junio una delegaci¨®n de Kabul ¡ªsin mujeres ni representantes de la sociedad civil¡ª asisti¨® en Doha a la tercera cumbre sobre Afganist¨¢n. Fue una contradicci¨®n palmaria de la ONU, cuyo relator especial sobre los derechos humanos en el pa¨ªs, Richard Bennett, hab¨ªa recordado d¨ªas antes que la institucionalizaci¨®n de la opresi¨®n a mujeres y ni?as ¡°deber¨ªa conmocionar la conciencia de la humanidad¡±.
Ninguna urgencia geopol¨ªtica justifica pasar por alto el aplastamiento fan¨¢tico de los derechos humanos de las mujeres y ni?as de Afganist¨¢n. La comunidad internacional no puede volver a dejar a las afganas abandonadas en el infierno. Ahora, adem¨¢s, en silencio.
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