Voltear la mirada
No solo es el Per¨² el que es irreconocible, el mundo entero es el que ha cambiado tanto como puede cambiarnos un incendio en casa

Han sido tantos a?os que ya no recordamos todo lo que ha pasado, por ejemplo, que tuvo de alma gemela a un g¨¢nster que corromp¨ªa a todo el pa¨ªs con cerros de dinero o, por ejemplo, que renunci¨® por fax al puesto de presidente. Ahora nos llega la noticia de su muerte. No es adecuado hacer humor negro en un momento as¨ª, pero la tentaci¨®n es demasiado grande. Los peruanos no podemos olvidar que lo hemos visto agonizar durante a?os para finalmente asegurar que volv¨ªa a presentarse para presidente, es decir, que nos hab¨ªa enga?ado m¨¢s de una d¨¦cada diciendo que se mor¨ªa, lo que finalmente ocurri¨®. Todos sab¨ªamos que tarde o temprano eso se confirmar¨ªa, pero nos ha mentido tantas veces con este desenlace que no puedo dejar de dudarlo ahora que parece un hecho consumado. Revisar¨¦ mi punto de vista cuando la fosa se haya cerrado y la hierba haya crecido encima, por ahora prefiero mostrarme esc¨¦ptico que creerle una vez m¨¢s. No vaya a ser que el d¨ªa de ma?ana aparezca un ticktoker con su misma cara y sus mismas promesas, asegur¨¢ndonos que est¨¢ listo para gobernar al pa¨ªs durante una d¨¦cada m¨¢s. De hecho, algo de eso pretende cuando intenta hasta ahora, sin suerte, ser reemplazado por su propia dinast¨ªa.
Como sucede con el cuerpo humano que en unos cuantos a?os la lenta e indetenible mutaci¨®n de c¨¦lulas lo transforma en otro cuerpo completamente distinto, as¨ª hemos cambiado como pa¨ªs que lentamente deja de ser el que ha sido para convertirse en otro.
El pa¨ªs que somos ahora no es el mismo que el gobernado por ¨¦l hace 34 a?os. Han sucedido tantas cosas que parecemos irreconocibles. No es cierto que entonces ¨¦ramos firmes y felices por la uni¨®n, que alguna vez hayamos sido bien gobernados. Eso no es verdad, ese es el mito de la nostalgia que nos quiere contar esa historia. Ya en el 1992 ¨¦ramos una rep¨²blica disfuncional. Su mismo arribo al poder lo confirma, sin partido y totalmente desconocido. Lo que nos parec¨ªa habitual en el pa¨ªs ha estallado en pedazos y ahora vivimos ¨¦pocas ins¨®litas para el viejo mundo, que nunca hubi¨¦ramos sospechado posible y parecemos haber entrado a otra etapa totalmente in¨¦dita de decadencia y desgobierno. Esto tambi¨¦n es herencia del ilustre difunto al que hoy enterramos. Una televisi¨®n cooptada por lo peor del espect¨¢culo, unos jueces que se entienden con esa ralea.
No solo es el pa¨ªs, es el mundo, un territorio que humea d¨ªa y noche como una antorcha porque el n¨²mero de incendios resulta incontable. As¨ª que mejor, si todav¨ªa es posible, volteemos la mirada hacia otra direcci¨®n y aspiremos hondo el aire puro del Per¨², antes de que sea imposible seguir respirando en esta tierra o, en el mejor estilo del difunto, privaticen el aire y nos cobren por respirar. No solo es el Per¨² el que es irreconocible, el mundo entero es el que ha cambiado tanto como puede cambiarnos un incendio en casa.
Dos ir¨®nicas casualidades lo despiden en estos d¨ªas:
a. El hecho de que el desenlace ocurra el mismo d¨ªa en que muri¨® su archienemigo Abimael Guzm¨¢n.
b. Ha sido velado en el Museo de la Naci¨®n, epicentro de un colosal desborde de aguas servidas. Los asistentes al velorio, fieles partidarios del difunto, tuvieron que soportar el mal olor y el peligro de alguna enfermedad contagiosa.
?Casualidades? ?Justicia po¨¦tica? La verdad, no lo sabemos, pero dejamos constancia del hecho para que cada quien opine seg¨²n su criterio.
Luis Jochamowitz es un escritor peruano, autor de la biograf¨ªa m¨¢s celebrada del aut¨®crata reci¨¦n fallecido, ¡®Ciudadano Fujimori¡¯.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.