Alberto Fujimori, el adi¨®s de otro caudillo latinoamericano
Enigm¨¢tico profesor universitario de origen japon¨¦s, no era un dictador al uso, pero gobern¨® de manera autoritaria, salt¨¢ndose todas las reglas, y fue condenado por violar derechos humanos con escuadrones de la muerte
Latinoam¨¦rica dice adi¨®s a otro de los grandes aut¨®cratas que han marcado su larga historia de caudillos y dictadores: Alberto Fujimori ha muerto este mi¨¦rcoles en Lima a los 86 a?os de edad, rodeado de sus hijos. El m¨¢s peculiar de todos ellos, por tratarse de un profesor universitario sereno y cr¨ªptico de origen japon¨¦s, el pa¨ªs se pregunta si debe rendirle un funeral de Estado, trasladar su cad¨¢ver en un cortejo f¨²nebre que cruce con solemnidad las calles de Lima y velarlo en la catedral, como uno de sus personajes ilustres. Fujimori sigue siendo un quebradero de cabeza para Per¨² hasta despu¨¦s de muerto.
Mand¨® durante 10 a?os, durante los cuales se enfrent¨® a las guerrillas de izquierdas con m¨¦todos que le valdr¨ªan una larga condena por violaci¨®n a los derechos humanos. En su primera elecci¨®n presidencial, a la que se present¨® como un absoluto desconocido, venci¨® en segunda vuelta al novelista Mario Vargas Llosa, quien despu¨¦s ganar¨ªa el Premio Nobel de Literatura. Al Fujimori presidente le sobraba la institucionalidad y la burocracia, que consideraba tediosa y paralizante, y por ello dio un autogolpe de Estado en 1992. Con el respaldo de las Fuerzas Armadas, disolvi¨® el Parlamento y gobern¨® por decreto durante unos meses. Tras la esquina le esperaba el destino tr¨¢gico de los presidentes de su pa¨ªs: la tumba o la c¨¢rcel. En medio de unos v¨ªdeos en los que se explicitaba la corrupci¨®n de su Gobierno, viaj¨® a Tokio y desde all¨ª present¨® su dimisi¨®n desde el fax de un hotel. El Congreso no acept¨® la renuncia y vot¨® su destituci¨®n bajo una figura jur¨ªdica llamada ¡°incapacidad moral permanente¡±. Una deshonra reservada para los mandatarios locos o incompetentes.
Nacido en Lima en 1938, a donde sus padres hab¨ªan llegado procedentes de la aldea japonesa de Kamachi, Fujimori aprovech¨® en el 90 la crisis de los partidos tradicionales para presentarse como un outsider a semanas de las elecciones, haciendo campa?a a bordo de un tractor. As¨ª se gan¨® de manera sorprendente la confianza de la gente. Entonces no era m¨¢s que un se?or an¨®nimo de 50 a?os que dictaba clases en la universidad. Gust¨® su apariencia de hombre serio, matem¨¢tico, al que todo el mundo imaginaba con una calculadora en la mano. Per¨², en ese momento, sufr¨ªa una crisis brutal, con una inflaci¨®n anual del 7.000%, y estaba necesitado de un salvador; los peruanos vieron uno en ¨¦l. Sus maneras pausadas, su parquedad y su contenci¨®n sentimental le convirtieron en un enigma. Despu¨¦s de casi cuatro d¨¦cadas de exposici¨®n p¨²blica, la sensaci¨®n es que se ha ido alguien impenetrable, tan misterioso como lo era cuando lleg¨®.
Su debate en campa?a con Vargas Llosa pasar¨¢ a la historia. El escritor se presentaba con una receta liberal y anunciaba ya de primeras un shock econ¨®mico. No ocult¨® sus intenciones, fue honesto, y eso a la larga espant¨® al electorado. Tambi¨¦n se le percib¨ªa, de forma seguramente equivocada, como un burgu¨¦s ilustrado que adem¨¢s viv¨ªa en Europa. Fujimori se refer¨ªa a ¨¦l como Vargas, para hacerlo de menos. El caso es que venci¨® Fujimori y perdi¨® Vargas Llosa, lo que oblig¨® al novelista a sentarse a escribir de nuevo y producir unas cuantas obras maravillosas. En ese sentido gan¨® la literatura. El otro candidato tom¨® el mando del pa¨ªs y encaden¨® una sucesi¨®n de eventos que le valdr¨ªan m¨¢s tarde un encierro en la c¨¢rcel durante 16 a?os. Sali¨® hace 10 meses para morir en libertad, para disgusto de las v¨ªctimas de las masacres de las que le acusan haber ordenado.
Fujimori ha eclipsado la vida pol¨ªtica peruana durante cuatro d¨¦cadas. De surgir de la nada a dividir al pa¨ªs en fujimoristas y antifujimoristas. Los dos bandos son igual de pasionales. Sus simpatizantes alaban su mano dura contra el terrorismo y que consiguiera controlar la inflaci¨®n, el desempleo y el caos en el que viv¨ªan los anteriores gobiernos. Adapt¨® medidas neoliberales que tuvieron un efecto inmediato, pero que a la larga no han reducido la desigualdad. Se enfrent¨® tambi¨¦n a una guerrilla tan violenta como la de Sendero Luminoso, capaz de degollar, una a una, a decenas de personas arrodilladas en una aldea del interior de Per¨². Las formas con lo que la combati¨® le acarrearon cr¨ªticas de otros pa¨ªses y despu¨¦s juicios en tribunales internacionales. El pa¨ªs se llen¨® de sangre y cotas de violencia como pocas se han visto en un continente curado de espanto. El l¨ªder de Sendero Luminoso era Abimael Guzm¨¢n, un marxista-leninista-mao¨ªsta con sobrepeso y gafas de concha que inculc¨® en sus seguidores una mentalidad homicida descontrolada. Fujimori logr¨® su captura, en lo que ser¨ªa uno de los mayores logros de su Gobierno. Guzm¨¢n muri¨® exactamente hace tres a?os este mismo d¨ªa, un 11 de septiembre. Tambi¨¦n ten¨ªa 86 a?os, como Fujimori ahora.
Aunque su aspecto era el de un hombre r¨ªgido, Fujimori a veces daba muestras de flexibilidad en p¨²blico. Bailaba tecnocumbia en la tarima junto a bailarines en los eventos de su ¨²ltima campa?a. Era un populista cuando la palabra no estaba tan de moda. Siempre quer¨ªa dar la apariencia de un presidente entregado y eso le hac¨ªa volar a lugares remotos donde se hab¨ªan producido deslaves o inundaciones para calzarse unas botas y caminar por el barro. Se adelant¨® tambi¨¦n al fen¨®meno del pol¨ªtico sin partido que alcanza la presidencia y crea un movimiento que en poco tiempo copa casi todos los resortes del Estado, como despu¨¦s har¨ªa ?lvaro Uribe en Colombia o, m¨¢s recientemente, Nayib Bukele en El Salvador. Pese a que la Constituci¨®n peruana limitaba a dos los mandatos, se present¨® a un tercero alegando que el primero no contaba, puesto que en ese tiempo hab¨ªa entrado en vigor la disposici¨®n. Era un maestro de la letra peque?a.
Uni¨® su destino al de Vladimiro Montesinos, el jefe del servicio de inteligencia, un abogado abstemio y ordenado al que empezaba a ca¨¦rsele el pelo cuando se conocieron. Lo convirti¨® en su principal asesor. Montesinos colocaba micros en despachos, veh¨ªculos y retretes, con los que grab¨® miles de horas de conversaciones banales de funcionarios que se sab¨ªan espiados. Tambi¨¦n todo lo dejaba anotado en libretas, lo que, a la larga, le costar¨ªa caro. Fujimori y ¨¦l echaban una siesta por la tarde y se reun¨ªan de madrugada, lo que les otorgaba un aura de conspiradores. El asesor le inocul¨® al presidente la paranoia de que iba a ser asesinado y le aconsej¨® que se moviera junto a su familia a la sede SIN, el servicio de inteligencia. Desde all¨ª, Montesinos controlaba con c¨¢maras toda la ciudad, el aeropuerto y las casas de sus principales enemigos, de los que quer¨ªa saber con qui¨¦n se reun¨ªa.
Montesinos era un peque?o dios en esas oficinas, que construy¨® a su gusto de voyeur perpetuo. A lo largo de los a?os grab¨® cientos de sus reuniones. Dej¨® testimonio visual de los sobornos con los que compr¨® opositores, empresarios y due?os de medios de comunicaci¨®n. La revelaci¨®n de esos v¨ªdeos, conocidos como vladivideos, acab¨® con su carrera, a la par de la de Fujimori. Se hundieron atados a la misma piedra.
El nombre de Montesinos ¡ªtodav¨ªa vivo, en prisi¨®n¡ª queda asociado para siempre al espionaje, la treta, la conspiraci¨®n y el contubernio. El de Fujimori al de los excesos y la violaci¨®n de derechos b¨¢sicos. Juntos, Montesinos y Fujimori, Fujimori y Montesinos, idearon el Grupo Colina, el destacamento del ej¨¦rcito que crearon ex profeso para desaparecer a opositores bajo la apariencia de operaciones antiterroristas.
Le dec¨ªan El Chino, por su ascendencia asi¨¢tica. Si le molestaba, nunca lo verbaliz¨®. Es m¨¢s, lo utiliz¨® en sus campa?as para lucir cercano con las clases m¨¢s populares. Su ca¨ªda fue igual de abrupta que su ascenso. El Chino no conoc¨ªa la vida pausada ni la planicie, el valle. Solo la tormenta. Ese impulso vital le hizo viajar a Chile en 2005, cinco a?os despu¨¦s del env¨ªo del famoso fax, en un intento de revivir su carrera pol¨ªtica. No le result¨®, de hecho lo detuvieron y lo extraditaron a Per¨², donde le esperaba un rosario de acusaciones. Lo condenaron a 25 a?os de prisi¨®n por las atrocidades de una unidad militar. Cumpli¨® 16 y sali¨® el a?o pasado despu¨¦s de recibir un pol¨¦mico indulto. Abri¨® redes sociales y empez¨® a generar contenido como un influencer. Pidi¨® un ch¨®fer y la pensi¨®n que le correspond¨ªa como expresidente y se le fue concedido. Su hija Keiko, due?a de un partido con el que se ha presentado tres veces a las elecciones presidenciales y las tres se ha quedado a poco margen de ser presidenta, insinu¨® que su padre estaba preparado de nuevo para presentarse a las elecciones de 2026. Y, por qu¨¦ no, gobernar hasta 2032. Pero resulta que Fujimori era mortal y se ha ido este 11 de septiembre, v¨ªctima de un c¨¢ncer. Le espera el adi¨®s inc¨®modo de los caudillos latinoamericanos.
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