Merecer lo que nos pasa
Asociamos el m¨¦rito al esfuerzo y al sacrificio y suele pasar que hagan falta las dos cosas para obtener un triunfo. Pero en el f¨²tbol y en lo dem¨¢s siempre hay alguien que pierde o que empata
Un equipo estrell¨® en el palo tres balones y acab¨® perdiendo por dos goles de diferencia. Despu¨¦s de tanto esfuerzo y tes¨®n, algunas cr¨®nicas dijeron de aquel equipo que mereci¨® m¨¢s e incluso que no mereci¨® la derrota, y pens¨¦ en la de veces que usamos esa palabra como si merecer algo garantizara que lo fu¨¦ramos a conseguir. ?Qui¨¦n decide lo que se merece? El merecimiento se sirve a menudo como el consuelo de los que pierden. Por algo se dice que el f¨²tbol es as¨ª, porque te muestra en un partido lo que la vida te mostrar¨¢ con los a?os: que con merecer algo no alcanza.
Asociamos el m¨¦rito al esfuerzo y al sacrificio y suele pasar que hagan falta las dos cosas para obtener un triunfo o un trabajo: sin formaci¨®n no hay empleo y sin entrenamientos no hay manera de imponerse a equipos bien preparados. Pero en el f¨²tbol y en lo dem¨¢s siempre hay alguien que pierde o que empata, porque el f¨²tbol es as¨ª.
De manera que no: algunos objetivos no se alcanzan con el m¨¦rito porque a menudo concurren tambi¨¦n la fortuna, el destino o la mala suerte y puede que tengamos un mal d¨ªa o que otros, aun reci¨¦n llegados, lo tengan mejor. Puede, en realidad, que otros sean m¨¢s buenos y lo merezcan, porque lo de merecer algo no est¨¢ escrito en ning¨²n sitio ni puede medirse por mucho que esta sea la sociedad que todo lo cuantifica. ?Qui¨¦n que se esfuerce merece una derrota o, peor a¨²n, una desdicha? Y, sin embargo, sucede; porque la vida es fruto del m¨¦rito y del azar o de ninguna de las dos. A veces la vida es injusta, sin explicaci¨®n.
Se habla de merecer o desmerecer algo como si todo lo que nos pasa hubiera de guardar una l¨®gica y fuera compensado por una especie de ley universal de la justicia. La verdad m¨¢s cruda es que esa ley no existe: el karma interviene cuando le apetece y algunas renuncias nunca tendr¨¢n recompensa. Eso no significa que no tengan sentido, si habr¨¢ momentos en los que ser¨¢n lo ¨²nico que nos llevemos: esfuerzos sin resultado. Decepciones, en fin. Decidamos entonces a qu¨¦ dedicamos nuestros desvelos para que, si el bal¨®n nos niega la victoria que cre¨ªmos merecer, al menos el partido nos merezca la pena.
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