Cultura de ¡®gangbang¡¯
Podr¨ªamos pensar que el mundo de la prostituci¨®n y el de la pornograf¨ªa est¨¢n separados del nuestro, del de las mujeres que somos ajenas a estas esferas de la realidad, que no nos afecta pero no es cierto
Al ir conociendo el caso de Gis¨¨le P¨¦licot y su exmarido violador no dejo de pensar en dos libros que me han marcado en los ¨²ltimos tiempos: La revuelta de las putas de Amelia Tiganus y Pornoxplotaci¨®n de Mabel Lozano. El primero da cuenta de c¨®mo funciona el sistema de captaci¨®n y explotaci¨®n del sistema prostitucional mientras que el segundo se adentra en la oscuridad que hay detr¨¢s de la pornograf¨ªa. Recuerdo tener que dejar el texto de Lozano varias veces por las repugnantes pr¨¢cticas que en ¨¦l describ¨ªa, llevadas a cabo por los proxenetas audiovisuales. Muchas de las mujeres que aparecen en las im¨¢genes que el espectador ¡°consume¡± en su m¨®vil son v¨ªctimas que est¨¢n siendo violadas de verdad y no participando en ninguna simulaci¨®n. En muchos casos han sido drogadas, est¨¢n bajo los efectos de la sumisi¨®n qu¨ªmica del mismo modo que lo estuvo Gis¨¨le P¨¦licot. Igual que algunos de sus violadores, muchos hombres que se excitan ante la pantalla no quieren saber que lo que est¨¢n viendo es violencia real. Ni se preguntan, por supuesto, por qu¨¦ necesitan que las mujeres sean vejadas de ese modo para disfrutar del sexo. ?Por qu¨¦ les pone que un ser humano sea golpeado, estrangulado, azotado y violentado sin compasi¨®n? ?Qu¨¦ dice eso de ellos? Una de las pr¨¢cticas m¨¢s deleznables y asquerosas que se recogen en Pornoxplotaci¨®n es la del gangbang, esas violaciones grupales organizadas en las que varios hombres se suceden para penetrar a una v¨ªctima indefensa. ?C¨®mo hay que ser para llegar a tal nivel de bajeza? Ni siquiera podemos llamar bestias a estos hombres porque a ning¨²n animal se le ha ocurrido semejante barbarie.
Podr¨ªamos pensar que el mundo de la prostituci¨®n y el de la pornograf¨ªa est¨¢n separados del nuestro, del de las mujeres que somos ajenas a estas esferas de la realidad, que no nos afecta, pero no es cierto. Se trata de las dos patas de la explotaci¨®n sexual y tiene consecuencias para todas y cada una de nosotras porque es una poderosa cultura que est¨¢ legitimando niveles de violencia nunca vistos. Y esa cultura es la nuestra, la occidental, asentada sobre las bases de una idea perversa de la libertad sexual alejada de toda ¨ªndole ¨¦tica o moral. No puede ser ni debe ser la cultura de las mujeres aunque hayamos crecido en ella y nos sigan hablando de libertad de elecci¨®n. Mientras haya hombres a quienes les parezca normal invadir el cuerpo de una mujer inconsciente y les excite hacerlo y disfruten viendo a otros violadores todas, absolutamente todas, estaremos en peligro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.