El debate | ?Quedarse en X o marcharse?
Twitter (ahora X) fue una plataforma revolucionaria para difundir informaci¨®n. Pero desde que Elon Musk la compr¨® en 2022 se ha orientado a la propagaci¨®n de bulos y consignas extremistas. ?Merece la pena seguir presentes en esa red?
X, antes Twitter, ha marcado la era de las redes sociales como pocas. No hay plataforma que tenga tanta influencia en la difusi¨®n de informaci¨®n y el intercambio de ideas, y su presencia ha sido esencial para revoluciones como la Primavera ?rabe. Sin embargo, despu¨¦s de que el magnate Elon Musk se hiciera con ella en 2022 a cambio de 44.000 millones de d¨®lares, no solo ha empeorado cualitativamente en su utilidad como herramienta informativa, sino que tambi¨¦n se ha convertido en una plataforma de difusi¨®n masiva de bulos y consignas extremistas conforme su propietario se ha radicalizado en sus ideas pol¨ªticas. Sin embargo, sigue siendo el lugar donde instituciones, pol¨ªticos y empresas divulgan informaci¨®n y contactan con los ciudadanos, a la par que una forma de entretenimiento imprescindible para millones de personas. ?Ha terminado la era de Twitter? ?Hay que marcharse de la plataforma? El periodista Thiago Ferrer y el ensayista y comunicador pol¨ªtico Roger Senserrich debaten sobre el tema.
Tu contenido le da cr¨¦dito a Elon Musk
THIAGO FERRER MORINI
Antes de nada: esto no es un reproche. Twitter, lo que fue Twitter, fue para mucha gente una parte important¨ªsima de sus vidas, un sitio en el que hicieron amigos o formaron parejas e incluso familias, un lugar donde encontrar una comunidad o montar una, descubrir canciones, compartir pasiones, levantarse en armas. Algo tan fundamental para la vida de uno no se abandona a la ligera. Cada uno lleva el duelo como puede y le deja el cuerpo.
Y s¨ª, la palabra es duelo. Y de Twitter se habla en pasado. Porque cuando Elon Musk le cambi¨® el nombre a la plataforma que hab¨ªa comprado por 44.000 millones de d¨®lares hizo algo m¨¢s que rebautizarla. Le cambi¨® el prop¨®sito.
Es dif¨ªcil saber para qu¨¦ quer¨ªa Elon Musk hacerse con Twitter y qu¨¦ quiere hacer de X, porque su opini¨®n parece cambiar cada rato, pero la sensaci¨®n que da es que lo que quiere es no solo ser el hombre m¨¢s rico del mundo, sino el m¨¢s influyente por ser el m¨¢s rico. Es por eso, quiz¨¢s, que ha abrazado con tanto ¨ªmpetu el trumpismo, que al fin y al cabo es un movimiento que celebra la falta de l¨ªmites de los multimillonarios. ¡°Te dejan hacerlo. Puedes hacerles lo que quieras¡±, dijo el propio Trump cuando pensaba que nadie le estaba oyendo.
Es esa la tirria que Musk dejaba entrever en el viejo Twitter. Nadie le trataba especialmente por ser el hombre m¨¢s rico del mundo. Su chip azul de verificaci¨®n era el mismo que el de otra gente. Y, lo que es peor, las burlas contra ¨¦l obten¨ªan tanta repercusi¨®n o m¨¢s que sus propios tuits. Todo eso, sin duda, pes¨® mucho en su decisi¨®n de comprar la empresa.
Musk promete que a largo plazo su objetivo es que X sea ¡°la aplicaci¨®n para todo¡±, igual que ha prometido el Hyperloop o colonizar Marte. Pero, mientras ese d¨ªa llega, el objetivo de la aplicaci¨®n es que su due?o pueda presumir de que tiene la plataforma m¨¢s influyente del planeta y esparcir en ella sus ideas. ?Y por qu¨¦ no iba a hacerlo? La decisi¨®n m¨¢s importante de la carrera pol¨ªtica de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, fue anunciada en X. Las redes de transporte p¨²blico advierten en ella de sus incidencias, mientras que las agencias gubernamentales avisan de terremotos y tempestades. Ministros, famosos, deportistas, todos sueltan sus novedades en la red de Musk. Y cada uno de ellos confirma la relevancia de su propietario.
?Pero qui¨¦n est¨¢ leyendo? Pues un p¨²blico cada vez m¨¢s impacientado con las deficiencias de la plataforma, toneladas de bots y sufridos periodistas que, para encontrar las noticias, tienen que entrar con un machete para encontrar las novedades entre anuncios, personalidades creadas con IA, cualquiera que tenga cinco euros y ganas de casito y los desvar¨ªos del propio Musk, cuyo contenido es m¨¢s racista, sexista y trumpista cada d¨ªa que pasa.
Esto es para lo que sirve X hoy en d¨ªa. Y publicar en ella es obligar a todo aquel que quiera saber qu¨¦ es lo que est¨¢ ocurriendo a tragarse, quiera o no, todo ese cenagal. Cualquier instituci¨®n, medio, pol¨ªtico o periodista deber¨ªa preguntarse si es eso lo que quiere, si quiere que, para que sepan lo que quiere decir, sus amigos, sus clientes, sus lectores, tengan que pasar para leerlo por un deepfake de Kamala Harris y un anuncio de criptomonedas. Y eso en el ya no tan seguro caso de que los algoritmos le dejen siquiera aparecer en el timeline.
Es la pregunta que se est¨¢n haciendo los departamentos de Marketing de miles de empresas: si, por razones obvias, no tienen una presencia institucional en p¨¢ginas como 4Chan o Forocoches, ?por qu¨¦ siguen en X, que se est¨¢ convirtiendo en un equivalente de sus contenidos a pasos agigantados?
No compensa. Los alcaldes de Barcelona y Par¨ªs han dejado de publicar. Las alternativas ya existen (algunas de ellas, como Mastodon, tienen la ventaja adicional de que est¨¢n aseguradas ante la posibilidad de que aparezca otro Musk en el futuro) y ya hay instituciones, como la Comisi¨®n Europea, en ellas. Los mismos procesos de creaci¨®n de comunidades, de difusi¨®n de historias, de encontrar amistades e intereses, ya est¨¢n en marcha.
Twitter ya no existe. Los que lo conocimos lo echamos de menos. Pero ya estamos a otra cosa.
Sigue siendo donde pasan las cosas
ROGER SENSERRICH
Hubo una ¨¦poca, no demasiado lejana, en la que Twitter era la mejor p¨¢gina de internet. Como en todo lo que tiene que ver con un pasado nost¨¢lgico idealizado, las fechas exactas de cu¨¢ndo eso suced¨ªa no est¨¢n del todo definidas. Aun as¨ª, entre 2010 y 2018, la red social era algo parecido a lo que esta clase de servicios pod¨ªa llegar a ser.
Para empezar, Twitter era un lugar divertido. La brevedad impuesta por el l¨ªmite de caracteres estimulaba el ingenio y las conversaciones r¨¢pidas y ocurrentes. Era un lugar para intercambios ligeros, directos y sin rodeos, de explosiones an¨¢rquicas de ideas alocadas y comentarios mordaces. Ante cualquier evento cultural, hist¨®rico, festivalero o deportivo, era el mejor lugar para compartir impresiones, obuses verbales y sarcasmos con miles de amigos en tiempo real. Ver Eurovisi¨®n con Twitter era una experiencia, no un simple divertimento.
La misma velocidad de Twitter lo hac¨ªa tambi¨¦n el lugar ideal para seguir cualquier noticia. La p¨¢gina estaba dise?ada para diseminar y enlazar informaci¨®n con rapidez; con algo de pr¨¢ctica y una lista de fuentes bien curada, era posible recibir m¨²ltiples perspectivas y an¨¢lisis de forma inmediata, sin filtros. Ante cualquier suceso de gravedad, no era dif¨ªcil descubrir r¨¢pidamente qui¨¦nes eran las mejores fuentes y seguirlas de inmediato. Desde un buen principio, la p¨¢gina parec¨ªa estar dise?ada por y para reporteros; gente a la que sigues porque t¨² los has escogido, herramientas para crear y compartir listas espec¨ªficas, y opciones para amplificar, comentar o contestar lo que escriben otros.
Twitter muy pronto se llen¨® de periodistas, que se convirtieron en el motor de la comunidad. Adem¨¢s de escritores competentes, los reporteros son gente locuaz, c¨ªnica, malhumorada y adicta al dramatismo y la grandilocuencia. Dado que la gente que escribe para peri¨®dicos estaba en Twitter, muy pronto quienes quer¨ªan salir en ellos se sumaron a la red, junto con los expertos que pod¨ªan dar contexto y que, al fin, pod¨ªan estar en un espacio donde los reporteros les hicieran caso. A?adid a esta fauna payasos, comediantes y gente ocurrente aplaudiendo, y tenemos una p¨¢gina perfecta para seguir la actualidad.
Por desgracia, como cualquier veterano de Twitter nunca se cansar¨¢ de repetir, la p¨¢gina ya no es lo que era. La insistencia de su nuevo propietario de ense?arte a gente que no sigues y promocionar contenidos es profundamente irritante; m¨¢s a¨²n lo es priorizar las voces y contenidos de los usuarios de pago y debilitar el sistema de verificaci¨®n. El sistema de moderaci¨®n nunca hab¨ªa funcionado demasiado bien, pero, aun con sus achaques, m¨¢s o menos consegu¨ªa mantener a los trolls m¨¢s abusivos y vociferantes al margen, expulsando a los extremistas m¨¢s alocados. Ahora est¨¢ roto por completo; la p¨¢gina est¨¢ plagada de publicidad basura, estafadores, bots y spam de todo tipo. Debatir cualquier cosa se convierte en un ejercicio f¨²til donde los peores actores tienen el altavoz m¨¢s potente. Las filias y fobias del amo de la p¨¢gina, adem¨¢s, hacen que algunos v¨ªdeos y enlaces externos sean invisibles por completo.
Twitter (no, nunca me referir¨¦ a ella con el nuevo nombre) es un lugar cada vez m¨¢s irritante, sin duda, pero sigue teniendo algo que no tienen ninguno de sus competidores: sigue siendo el mejor lugar de internet para recabar, compartir y diseminar noticias en tiempo real. Aun con sus achaques, nada tiene su mismo nivel de inmediatez, y lo que es m¨¢s importante, nadie tiene la base de usuarios clave, esos periodistas adictos al formato, en un volumen comparable. Si quieres generar una noticia, tienes que hacerlo aqu¨ª, y si quieres seguir lo que pasa, no hay otro lugar mejor. La p¨¢gina es un desastre, los chiflados han infestado cualquier debate y nada tiene demasiado sentido, pero la capacidad de concentrar voces, comentarios, an¨¢lisis, ga?idos, rebuznos y absurdismo internetero sigue siendo insuperable.
Twitter es un cenagal t¨®xico y malsano, y es mucho peor de lo que era hace tres o cuatro a?os. Pero sigue siendo la mejor comunidad de tarados adictos a la actualidad de internet que uno puede encontrar.