La financiaci¨®n singular como oportunidad
El actual reparto de recursos a trav¨¦s de fondos y subfondos nos ha llevado donde estamos, a un bucle que erosiona la convivencia territorial; Catalu?a toma la iniciativa de la reforma, potencialmente, en beneficio de todos
Acepto que las visiones que tenemos los acad¨¦micos est¨¢n contaminadas por las vivencias de las comunidades que habitamos, y algunos, adem¨¢s, por el plus de llevar muchos a?os argumentando y contraargumentando en foros diversos, incluyendo en mi caso y en el de Santiago Lago, o ?ngel de la Fuente, como miembros en su d¨ªa de la Comisi¨®n para la reforma de la financiaci¨®n auton¨®mica. Dejo de lado otros casos marginales de acad¨¦micos de bandera, que han opinado desde las comunidades m¨¢s subsidiadas y m¨¢s privilegiadas, en defensa del statu quo, que obviamente tanto les beneficia. Tambi¨¦n est¨¢n las posiciones de gobiernos que argumentan desde la solidaridad bajando a la vez los impuestos a sus clases bienestantes y ejerciendo dumping fiscal contra las econom¨ªas vecinas.
En cambio, el texto de Santiago Lago, publicado en este medio, refiere dos hechos interesantes. Primero, alude al Informe de la Comisi¨®n de Expertos, antes mencionado. En este aparece ya el principio de singularidad en el voto particular que recoge el Informe y que emit¨ª como representante de Baleares. No se trata de una singularidad excluyente de la multilateralidad ¡ªcomo no lo es el acuerdo que tantas ampollas levanta¡ª pero s¨ª una v¨ªa adicional de financiaci¨®n, en paralelo a la basada en la estimaci¨®n de necesidades fiscales, prevalente hasta hoy. Esta se ha basado en una arquitectura auton¨®mica por la que el Estado, perd¨®n, su Administraci¨®n Central, a trav¨¦s de la Agencia Tributaria, recauda pr¨¢cticamente todos los impuestos y transfiere en diversas formas de participaci¨®n a las comunidades aut¨®nomas, con fondos y subfondos seg¨²n estima las necesidades de gasto de cada comunidad. Esto ya se ve que es poco ¡°federal¡±. No se comparte efectivamente poder tributario sino simplemente recursos a trav¨¦s de anticipos y liquidaciones tard¨ªas seg¨²n indicadores de gasto, desde ¨¢mbitos en los que el Ministerio de Hacienda tiene una mayor¨ªa incuestionable.
Esta aspiraci¨®n a objetivar desde la discrecionalidad el reparto de recursos nos ha llevado donde estamos, a un bucle que erosiona la convivencia territorial. Y entre la poblaci¨®n catalana ha creado una desafecci¨®n, marcada por un ¡°caf¨¦ para todos¡± con propuestas que si no son generalizables tambi¨¦n para Ceuta y Melilla no lo pueden ser para Catalu?a.
Mi respeto tambi¨¦n a la contribuci¨®n al debate de Lago Pe?as se debe a que de entrada reconoce lo obvio: que el pecado original del desacuerdo de las nacionalidades hist¨®ricas con el r¨¦gimen com¨²n viene alimentado por la aceptaci¨®n del concierto foral vasco tal como se ha formulado. Una antigualla que, se quiera o no, se recupera tras d¨¦cadas de inestabilidad social. Ciertamente, este concierto se encaja en la Constituci¨®n, y seg¨²n cuentan, una f¨®rmula similar enraizada en ¡°derechos hist¨®ricos¡± no fue aceptada por los representantes catalanes del momento. Pero tras casi 50 a?os, esta decisi¨®n no puede condenar a las generaciones pol¨ªticas que los han sucedido, claramente en desacuerdo con el trato fiscal recibido, como han expresado reiteradas mayor¨ªas democr¨¢ticas en el Parlamento de Catalu?a. Lago reconoce que el r¨¦gimen foral nada tiene que ver con el federalismo y que ha actuado como espejo roto para las comunidades con mayor aspiraci¨®n de autogobierno.
A partir de aqu¨ª, siguen algunos desacuerdos entre colegas. Contra lo que dice Santiago Lago, lo que se propone en el Acuerdo catal¨¢n no es lo mismo que el Concierto o Convenio foral, a no ser que utilicemos estos t¨¦rminos en sentido literario y poco preciso. Ciertamente, ¡°acuerdo¡± es concierto, el pacto es convenio, como lo debiera ser todo lo que impregna el federalismo fiscal (foedus). Pero el Acuerdo referido no ser¨ªa en todo caso como el vasco a la vista de como se estiman las contribuciones por las competencias no transferidas (coste efectivo in situ), ni a c¨®mo se determina la financiaci¨®n de estas; no ser¨ªa por cupo, sino por participaci¨®n en impuestos que el Estado continuar¨ªa reteniendo. Y menos a¨²n se dejar¨ªa de atender a un principio de solidaridad, ausente en el r¨¦gimen foral, digan lo que digan los defensores del privilegio.
Tampoco el Estado (todos) renuncia al poder tributario como dice Lago: lo acuerda en el Parlamento espa?ol. Lo que s¨ª hace es permitir que la recaudaci¨®n se transfiera a una cuenta propia de la Autonom¨ªa sin depender de anticipos ni estimaciones. Para los que piensan, como Santiago Lago, que ello puede suponer trocear la Agencia Estatal e ¡°invitar al fraude por p¨¦rdida de escala¡±, creo que el sentido com¨²n nos dice que esto no va a pasar. Me atrevo a pensar que se trata de una oportunidad para ver finalmente una Agencia ¡°estatal¡± de verdad: una Agencia independiente que sirva desde este estatus a todas las Administraciones; otra pieza clave de un esquema federal.
Por ¨²ltimo, para los que desde el tremendismo hablan de la imposibilidad de aplicar estos acuerdos en contextos de reducci¨®n de d¨¦ficit, recordar que entre 2012 y 2022 los ingresos de la Administraci¨®n Central han crecido un 88,7% y los de las comunidades aut¨®nomas tan solo un 40,5%, desequilibrando la distribuci¨®n de recursos entre los dos niveles de gobierno que son parte del mismo Estado. Ahora es al nivel central a quien le toca apretarse el cintur¨®n, en momentos en los que las necesidades de gasto est¨¢n m¨¢s en los gobiernos territoriales que en el central. Y para ello Catalu?a, como en el pasado, lleva la iniciativa a beneficio potencialmente de todos.
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