La insoportable velocidad del tiempo
Los humanos vivimos en la Historia, pero la conciencia de que esto sucede es algo relativamente reciente
Uno. Cada vez con mayor nitidez, y de modos tambi¨¦n m¨¢s acelerados, los humanos tenemos las evidencias de que vivimos en la Historia. Esta capacidad, que nos puede parecer consustancial a nuestra condici¨®n de seres pensantes y sociales es, sin embargo, relativamente reciente en el devenir de la humanidad.
No fue hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX que adquirimos esa posibilidad de sabernos y, sobre todo, de sentirnos ¡°hist¨®ricos¡±. Ciertas convulsiones sociales, descubrimientos cient¨ªficos y adelantos tecnol¨®gicos que influyeron en la transformaci¨®n de la econom¨ªa, generaron una in¨¦dita movilidad de la Historia y nos ofrecieron la facultad de percibir su transcurso en un tiempo que adquiri¨® una velocidad nunca antes alcanzada. Un hombre que un siglo antes hubiera nacido y vivido toda su existencia en una misma condici¨®n hist¨®rica, alterada tal vez por una guerra o una cat¨¢strofe natural, pudo en las d¨¦cadas finales del siglo XVIII atravesar diversos estadios socio-hist¨®ricos y tener conciencia de ello. Un proceso de esa ¨ªndole ocurri¨® entre los habitantes de las colonias que se convirtieron en la rep¨²blica de los Estados Unidos de Am¨¦rica (1775-87) o, de manera mucho m¨¢s turbulenta, en la Francia que entre 1789 y 1830 ¡ªapenas los cuarenta a?os que pod¨ªa vivir cualquier persona¡ª, fue escenario de la revoluci¨®n burguesa que derroc¨® a la monarqu¨ªa, la Convenci¨®n, el Directorio, el Consulado, el Imperio, la Restauraci¨®n y hasta de otra revoluci¨®n. En estos dos procesos hist¨®ricos ¡ªque tuvieron consecuencias universales¡ª, adem¨¢s de adquirir esa percepci¨®n del transcurso ¡°en vivo¡± de la Historia, el ser humano tambi¨¦n alcanz¨® la noci¨®n de su responsabilidad social gracias a acuerdos tan trascendentales como la Declaraci¨®n de los Derechos del Hombre firmados por los revolucionarios franceses o la Constituci¨®n estadounidense. No es casual, por todo ello, que solo gracias a esas veloces revulsiones y la adquisici¨®n de una conciencia de nuestro devenir temporal, surja como g¨¦nero la que llamamos novela hist¨®rica, marcado por Waverley, or Tis Sixty Years Since, de Walter Scott, aparecida en 1814.
Dos. Hoy la noci¨®n de que vivimos en la Historia nos acompa?a de un modo tan visceral que sin dudarlo solemos considerar como trascendentes, justamente hist¨®ricos, muchos de los acontecimientos entre los que vivimos. Ahora mismo ¡ªy a nivel universal¡ª todos entendemos, por ejemplo, que en Estados Unidos se desarrolla una campa?a electoral que ser¨¢ hist¨®rica y en mucho podr¨¢ alterar los rumbos del devenir de esa naci¨®n, y hasta del planeta, con la victoria de uno u otro candidato. Ser¨¢ una prueba de fuego del concepto de la democracia y la primera vez en el devenir de esa rep¨²blica, por cierto, en que los ciudadanos podr¨¢n votar por un expresidente delincuente, condenado por la justicia de su pa¨ªs.
Muy recientemente, en Pek¨ªn, se produjo otro acontecimiento de la mayor importancia, que tambi¨¦n alterar¨¢ los rumbos de la Historia que estamos viviendo y viviremos en las pr¨®ximas d¨¦cadas. El Foro China-?frica, presidido por el l¨ªder asi¨¢tico Xi Jinping, reuni¨® a presidentes y representantas de 50 pa¨ªses africanos y se sald¨® con el acuerdo de que en los pr¨®ximos tres a?os China destinar¨ªa unos 700 millones de d¨®lares a sus inversiones en ?frica. El destino del dinero ser¨¢ la cooperaci¨®n en infraestructura (autopistas, ferrocarriles), agricultura, miner¨ªa, comercio y energ¨ªa. Con este acuerdo China se reafirmar¨¢ como el mayor socio comercial de ?frica, donde ya hay varios pa¨ªses largamente endeudados con Pek¨ªn, como Nigeria o Kenia. F¨¢cil resulta concluir que estamos ante una nueva colonizaci¨®n de un continente por una potencia econ¨®mica que juega con la carta econ¨®mica (que decide en la pol¨ªtica) en el reparto geopol¨ªtico del mundo de hoy y de ma?ana, y lo hace con una eficiencia y rapidez vertiginosas.
Pero la velocidad del transcurso del tiempo, el desarrollo trepidante de la Historia que vivimos los moradores de las d¨¦cadas finales del siglo pasado y las iniciales del presente (unos cuarenta a?os, como antes ocurri¨® con el franc¨¦s nacido en el Antiguo R¨¦gimen o ahora con el ruso nacido sovi¨¦tico) abarca todos los aspectos de nuestras existencias, pues hemos sido testigos no solo de la desaparici¨®n del comunismo en Europa del Este, del fin de la guerra fr¨ªa, del auge del terrorismo isl¨¢mico, sino y sobre todo de un salto de eras hist¨®ricas: hemos transitado de las sociedades industriales y anal¨®gicas a la sociedad global postindustrial y digital.
Es una verdad dicha y repetida que entre la invenci¨®n de la m¨¢quina de vapor a finales del siglo XVII y su uso industrial, a principios del XIX, transcurrieron m¨¢s de cien a?os para que semejante adelanto tuviera efectos econ¨®micos y sociales. Vale recordar, entonces, que en nuestro tiempo hist¨®rico, los avances tecnol¨®gicos y digitales provocan resultados casi inmediatos. Los descubrimientos biotecnol¨®gicos, como el mapeo del genoma humano terminado en 2003, permiti¨®, por ejemplo, que unos pocos a?os despu¨¦s se pudieran elaborar las vacunas que contuvieron la pandemia del coronavirus desatada en 2020.
Mientras, en el universo digital, quiz¨¢s el m¨¢s global de todos los existentes en la actualidad y en toda la Historia, cada avance provoca una avalancha casi inmediata de consecuencias capaces de alterar muchos paradigmas, de mover a las sociedades y hasta ciertas pr¨¢cticas ancestrales. Para hacerlo evidente baste recordar (otra vez) que la creaci¨®n de las redes sociales han transformado de forma trepidante, entre otros elementos, los flujos de informaci¨®n (se ha descentrado la verdad), el consumo y, en especial, las relaciones personales.
As¨ª, si hace quince, o apenas diez a?os, la Inteligencia Artificial aun parec¨ªa una cuesti¨®n de novelas de ciencia ficci¨®n, hoy su presencia est¨¢ alterando la Historia y amenaza hacerlo mucho m¨¢s, y todo ante nuestros ojos humanos. Entre los creadores art¨ªsticos la IA ha desatado adhesiones o fobias, pues su habilidad para traducir textos es hoy una pr¨¢ctica recurrida, pero lo preocupante radica en su capacidad tambi¨¦n para generar esos textos, o para componer m¨²sica, o crear im¨¢genes e incluso editarlas en forma de videos, todo lo cual ya est¨¢ afectando y afectar¨¢ de modo impredecible el acto creativo que hasta ayer nos parec¨ªa estrictamente humano, casi sublime.
Pero esa misma IA est¨¢ escribiendo tambi¨¦n la Historia del presente e incidir¨¢ en la del futuro de modos mucho m¨¢s dram¨¢ticos y profundos. La aptitud de semejante instrumento para crear realidades y afectar las percepciones de nuestros entornos es uno de sus posibles y muy temibles capacidades. M¨¢s grave aun y en la misma l¨ªnea de incidencia est¨¢ su utilizaci¨®n para generar informaci¨®n destinada al control econ¨®mico y pol¨ªtico de unos ciudadanos que, gracias a esa inteligencia, ya vivimos en el m¨¢s refinado influjo del Gran Hermano, aunque lo verdaderamente inquietante resulta saber que solo estamos leyendo el pr¨®logo de un libro de much¨ªsimas p¨¢ginas.
Ahora ser¨ªa importante saber si en la evoluci¨®n global de la econom¨ªa, la pol¨ªtica, la tecnolog¨ªa, mientras vivimos la condensaci¨®n de una Historia que ha roto todos los r¨¦cords de velocidad, los seres humanos tendremos alguna posibilidad de gestionar un control ante el avance de instrumentos como la IA. Lamentablemente debemos reconocer que tras ese v¨¦rtigo hist¨®rico act¨²an poderes oscuros aunque (bueno, a veces muy visibles) que dif¨ªcilmente entender¨¢n de leyes y recatos morales, mientras hacen correr a la Historia hacia un futuro que, siendo optimistas, podr¨ªamos calificar de incierto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.