Elon, secretos de belleza

Elon ha ofrecido los secretos de su ¨¦xito, de belleza, sol¨ªa decirse. Elon duerme seis horas y en ese tiempo su sistema neuronal se renueva. Las ocho horas es de vagos. Elon no desayuna. Si acaso un t¨¦ a media ma?ana. Elon trabaja 17 horas, con peque?os recesos cada cinco para mantenerse fresco siendo fiel a la t¨¦cnica pomodoro de optimizaci¨®n del trabajo. No es amigo del ejercicio f¨ªsico, pero practica el karate y alg¨²n arte marcial. ?En qu¨¦ ocupa el tiempo Elon? Elon escribe mails, despeja alguna X de la actualidad en la red de su propiedad, haciendo campa?a por Trump o interviniendo en conflictos internacionales con su inconfundible arte para echar le?a el fuego, que es la gracia indiscutible de su compa?¨ªa; Elon alterna San Francisco con Los ?ngeles para controlar, como el latifundista de anta?o, a esos j¨®venes que le trabajan el campo virtual, y que obedecen a la misma filosof¨ªa de vida: 120 horas de trabajo semanales ante la pantalla. Antes de cerrar los ojos, Elon lee un poco de El se?or de los anillos o la biograf¨ªa de otro genio como ¨¦l y, desde luego, no bebe ni come para no perturbar las seis horas de desconexi¨®n. ?Con qu¨¦ sue?a Elon? Elon sue?a despierto siguiendo la estela de los pioneros que ampliaron el espacio de la gran naci¨®n y obedeciendo a la misma ret¨®rica: si luchas, lo consigues; si te equivocas, sigue intent¨¢ndolo; no pongas l¨ªmites a tu ambici¨®n, solo los perdedores se rinden. Elon tiene ya su refugio anti-at¨®mico y tal vez en menos de diez a?os tendr¨¢ su casita en Marte. Nadie sabe mejor que ¨¦l que el espacio es ahora mismo como aquel m¨ªtico salvaje oeste, un lugar infinito y alegal, que pertenece al primero que llega y coloca su bandera. La mezcla de productividad m¨¢xima y rutinas saludables es la clave para ser, eso sostiene Elon, uno de los hombres m¨¢s ricos y poderosos de este planeta que se le queda peque?o.

Algo ha cambiado para que la ret¨®rica de Musk, tan apegada a la vieja cantinela de superaci¨®n personal que rezuma la cultura americana, haya calado en el discurso europeo. El trabajo es el tema. Resulta sorprendente que mentes que opinan desde una posici¨®n privilegiada definan a una juventud a la que contemplan desde la altura de la edad como perezosa o falta de ambici¨®n. En vez de celebrar que en nuestra juventud gozamos de expectativas y encaramos el futuro con perspectivas de mejora; en vez de reconocer que abomin¨¢bamos de aquella frase tan repetida, ¡°c¨®mo se nota que no hab¨¦is vivido una guerra¡±, que se usaba para reprochar nuestra despreocupaci¨®n; en vez de valorar que desde ni?os disfrutamos de unos veraneos al que solo accedieron muchos espa?oles de la generaci¨®n de nuestros padres a partir de la madurez o la ancianidad; en vez de reconocer que la mejora consisti¨® precisamente en reducir horarios laborales y sumar horas de descanso, se entregan a una nostalgia de aquel pasado (de otros) en el que se trabajaba sin tregua. Y sin ser millonario, como Elon.

Quien tiene la vida hecha ha de tener cuidado a la hora de juzgar a una juventud que gana poco, trabaja a salto de mata, siente crujir un sueldo irregular por unos impuestos abusivos, carece de medios para conquistar su independencia, habitar una vivienda propia o pensar en formar una familia. Siendo as¨ª las cosas, que alguien con la vida resuelta considere que el nuestro es un pa¨ªs de vagos significa que los valores de Elon han calado. Luego est¨¢, claro, la frivolidad de los que han puesto en boga esa filosof¨ªa juguetona que anima a trabajar menos, como si rebajar la jornada laboral para la clase trabajadora partiera de una decisi¨®n personal. Lo extraordinario es que este consejo travieso lo suelen predicar quienes est¨¢n todo el d¨ªa asom¨¢ndose a los medios. Pero la gran mayor¨ªa social, aquella que es ajena a filosofismos baratos, sue?a con reducir horarios y tener un pisito, a ser posible en la Tierra.