La legislatura l¨ªquida
Nada parece sujetarse a anclajes firmes que permitan un m¨¢s pausado debate de cada posici¨®n pol¨ªtica
Desde la instauraci¨®n del nuevo Gobierno, sostenido por una fr¨¢gil coalici¨®n parlamentaria de ocho partidos, una de las preguntas que m¨¢s se reiteran es la de la duraci¨®n de la legislatura. No es preciso decir que aqu¨ª el vector decisivo es la incertidumbre en torno al apoyo de Junts, pendiente a su vez de alguien tan vol¨¢til como Carles Puigdemont. O incluso de los partidos a la izquierda del PSOE, como el difuminado Sumar. O Podemos, tan necesitado de protagonismo p¨²blico. Aunque, en general, la aritm¨¦tica parlamentaria crea un incentivo para que cada uno de los partidos que apoyan al PSOE busquen reclamar lo suyo en cada una de las propuestas que vengan desde La Moncloa. El ¨²ltimo episodio lo estamos viendo ahora mismo con la reforma de la ley mordaza y los condicionantes que impone Bildu. Tal parece como si los pactos que sirvieron para poner en marcha la moci¨®n de investidura no rigieran ya para el funcionamiento ordinario de la legislatura.
No se ha conseguido aprobar un presupuesto, uno de los actos por excelencia de cualquier gobierno parlamentario, y cada iniciativa gubernamental que exige la aprobaci¨®n del Congreso se convierte en un calvario de negociaciones, en un ir y venir continuo de propuestas en las que, como en el actual caso de la flexibilizaci¨®n de las bajas m¨¦dicas, las discrepancias se expanden tambi¨¦n a otros actores como los empresarios y sindicatos. Todo se carga de transitoriedad, inestabilidad, incertidumbre, las caracter¨ªsticas propias de eso que Bauman entend¨ªa como la condici¨®n l¨ªquida de nuestro tiempo. Es indudable que se ha hecho un uso abusivo del t¨¦rmino, y no solo en la obra de este autor, pero es dif¨ªcil no pensar en este concepto aplicado a la legislatura y a la actual pol¨ªtica en general. Nada parece sujetarse a anclajes firmes que permitan un m¨¢s pausado debate de cada posici¨®n pol¨ªtica; cada pieza de legislaci¨®n debe sortear votaciones contingentes, lo que a su vez conduce a la constante flexibilizaci¨®n y acomodaci¨®n de lo que deber¨ªan haber sido posicionamientos ideol¨®gicos m¨¢s estables. ¡°Todo lo s¨®lido se disuelve en el aire¡±, que dir¨ªa el viejo Marx, la firmeza de las convicciones se diluye, se licua, en la atm¨®sfera de la aritm¨¦tica parlamentaria.
Ahora bien, creo que yerran quienes piensan que esto va a provocar un final precipitado de la legislatura. Primero, porque al frente del Gobierno hay un pol¨ªtico que nada como pocos en estos tiempos fluidos. Posee, adem¨¢s, el bot¨®n nuclear de todo sistema democr¨¢tico parlamentario, la posibilidad de convocar elecciones. Otra de las caracter¨ªsticas del momento en que vivimos es que prevalece la pol¨ªtica del mal menor. Con S¨¢nchez, sus aliados siempre conseguir¨¢n algo, no as¨ª con la posible alternativa. Lo que sorprende es que no haya hecho un uso m¨¢s contundente de esta potente amenaza, someti¨¦ndose a veces a pactos humillantes. Y, en segundo lugar, y esto lo observamos tambi¨¦n en otras democracias, la preeminencia del Ejecutivo es la pauta dominante; los gobiernos siempre encuentran recursos procesales y de otro tipo para esquivar los problemas de gobernabilidad en la pol¨ªtica del d¨ªa a d¨ªa, que al final es la que importa. Y, por ¨²ltimo, una oposici¨®n desorientada ante tanta filigrana, pero sin proponer alternativas bien trabadas y ajustadas a cada circunstancia.
Queda por abordar una ¨²ltima cuesti¨®n: ?hay algo s¨®lido que sea capaz de amarrar y poner l¨ªmites a esta pol¨ªtica tan fluida, flexible y caprichosa? Se supone que para eso est¨¢n las instituciones del Estado de derecho, el sistema de reglas. Si estas no se contagian de la liquidificaci¨®n general, todav¨ªa hay esperanza; si no, habremos pasado sin soluci¨®n de continuidad del estado l¨ªquido al gaseoso.
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