Fiscal imputado, bulos impunes
El Tribunal Supremo debe resolver con urgencia un caso con el que sus instigadores solo buscan desestabilizar
Cinco magistrados de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, con su presidente Manuel Marchena a la cabeza, han abierto una investigaci¨®n contra el fiscal general del Estado, ?lvaro Garc¨ªa Ortiz. Es la primera vez que ocurre en la reciente etapa democr¨¢tica. El Supremo encausa al fiscal general por un supuesto delito de revelaci¨®n de secretos relacionado con la difusi¨®n de correos electr¨®nicos vinculados a procedimiento judicial. La informaci¨®n sobre esos correos permiti¨® desmentir un grave bulo contra la Fiscal¨ªa que difundi¨® Miguel ?ngel Rodr¨ªguez, jefe de gabinete de Isabel D¨ªaz Ayuso, para defender al novio de la presidenta madrile?a, defraudador fiscal confeso.
El bulo de Rodr¨ªguez consisti¨® en distribuir el 12 de marzo pasado un correo electr¨®nico del fiscal ofreciendo iniciar la negociaci¨®n de un acuerdo de conformidad a Alberto Gonz¨¢lez Amador, pareja de Ayuso, quien hab¨ªa declarado dos a?os consecutivos (2021 y 2022) gastos inexistentes por 1,8 millones de euros para ahorrarse el pago de impuestos a Hacienda por m¨¢s de 350.000 euros: dos graves delitos fiscales que conllevan penas de c¨¢rcel. En la misma operaci¨®n de intoxicaci¨®n informativa, aireada por medios que no hicieron nada por contrastar la noticia, Rodr¨ªguez incluy¨® la idea de que ese ofrecimiento de acuerdo al novio de Ayuso hab¨ªa sido frenado en la Fiscal¨ªa ¡°por ¨®rdenes de arriba¡±, algo que nunca ocurri¨®.
Unas horas despu¨¦s de aquella maniobra del jefe de gabinete de Ayuso, el fiscal general del Estado, ?lvaro Garc¨ªa Ortiz, orden¨® distribuir a todos los medios una nota informativa con los principales hitos de un procedimiento judicial que situaba a la pareja de Ayuso al borde de una condena de c¨¢rcel. Esa cronolog¨ªa desment¨ªa el bulo y, a la vez, defend¨ªa el honor de la Fiscal¨ªa al descubrir que quien ofreci¨® un acuerdo de conformidad para evitar su ingreso en prisi¨®n fue el novio de Ayuso el pasado 2 de febrero. Esa nota atend¨ªa a los medios que en cumplimiento de su obligaci¨®n profesional intentaron contrastar la desinformaci¨®n que propagaba sobre el caso el Gobierno de D¨ªaz Ayuso.
El Supremo sostiene que la difusi¨®n de la nota no constituye una revelaci¨®n de secretos ¡ªporque lo que contaba ese escrito estaba ya publicado horas antes en distintos medios de comunicaci¨®n¡ª, pero quiere investigar qui¨¦n filtr¨® los correos del procedimiento a algunos medios. Y para hacer esa averiguaci¨®n, ha decidido imputar nada menos y por primera vez en democracia, a un fiscal general del Estado. En otras circunstancias, esa imputaci¨®n deber¨ªa causar el inmediato cese de ?lvaro Garc¨ªa Ortiz. ?C¨®mo puede seguir desempe?ando el trabajo de fiscal general del Estado, principal garante de la legalidad en Espa?a, alguien que est¨¢ investigado por un delito de revelaci¨®n de secretos? La respuesta l¨®gica ser¨ªa: de ninguna manera, debe dimitir. Pero el contexto de toda esta historia hace que esa respuesta l¨®gica se convierta en otra pregunta: ?C¨®mo es posible que pueda acabar imputado quien lleva al delincuente ante los tribunales de justicia con pruebas y defiende de un bulo a toda la Fiscal¨ªa? Alguien a quien el jefe de Gabinete de la presidenta regional, que proteg¨ªa con su mentira a un defraudador confeso, lleva d¨ªas anunciando p¨²blicamente que la justicia se lo llevar¨ªa ¡°pa¡¯lante¡±, arrog¨¢ndose una ins¨®lita portavoc¨ªa de un alto tribunal.
Los cinco magistrados del Supremo recuerdan que la ley no permite difundir correos electr¨®nicos de un procedimiento judicial porque puede causar indefensi¨®n al delincuente. Expertos consultados por este peri¨®dico sostienen que esa prohibici¨®n no afecta a las negociaciones entre abogados y fiscales y que incluso ser¨ªa deseable la transparencia de ese tipo de arreglos fuera del procedimiento. El Tribunal Supremo tiene la responsabilidad de resolver con urgencia este caso cuyos instigadores persiguen la desestabilizaci¨®n de una instituci¨®n capital y opacar un delito confeso.
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