El esqueleto de Auschwitz
El campo de concentraci¨®n y el estado de excepci¨®n no son anomal¨ªas en la historia de Europa, sino la expresi¨®n de lo que sucede una y otra vez
Auschwitz podr¨ªa no ser ¨²nicamente el acontecimiento ¨²nico que dej¨® mudos a los poetas ¡ªTheodor Adorno afirm¨® la imposibilidad de escribir poes¨ªa tras la profunda herida de lo all¨ª sucedido¡ª, podr¨ªa no representar solo la excepci¨®n pol¨ªtica que marc¨® un antes y un despu¨¦s en la historia de la humanidad, como se ha venido interpretando con fuerza desde que sucedi¨®. Tal vez hubo un Auschwitz antes de Auschwitz y lo hay tambi¨¦n despu¨¦s de ¨¦l.
La idea de la existencia de un Auschwitz antes de A...
Auschwitz podr¨ªa no ser ¨²nicamente el acontecimiento ¨²nico que dej¨® mudos a los poetas ¡ªTheodor Adorno afirm¨® la imposibilidad de escribir poes¨ªa tras la profunda herida de lo all¨ª sucedido¡ª, podr¨ªa no representar solo la excepci¨®n pol¨ªtica que marc¨® un antes y un despu¨¦s en la historia de la humanidad, como se ha venido interpretando con fuerza desde que sucedi¨®. Tal vez hubo un Auschwitz antes de Auschwitz y lo hay tambi¨¦n despu¨¦s de ¨¦l.
La idea de la existencia de un Auschwitz antes de Auschwitz viene sustentada, ya lo sabemos, por las tesis del pensamiento decolonial, de las cuales viene habl¨¢ndose recientemente en abundancia, y seg¨²n las cuales muchos procesos coloniales utilizaron t¨¦cnicas de deshumanizaci¨®n con rasgos muy parejos a los de Auschwitz. Pero, ?y si Auschwitz, el paradigma, el ejemplo perfecto del campo de concentraci¨®n, viniese repiti¨¦ndose a lo largo de nuestras democracias, adoptando disfraces que nos hacen no reparar demasiado en ello? ?Y si los estados de excepci¨®n, donde hay una suspensi¨®n de la norma, como sucedi¨® en los campos de concentraci¨®n nazis, del que Auschwitz es culmen, no fuesen en realidad una excepci¨®n sino la norma misma, la estructura de nuestras avanzadas democracias? ?Y si Europa no es m¨¢s que una continua m¨¢quina de producci¨®n de peque?os estados de excepci¨®n?
El fil¨®sofo italiano Giorgio Agamben, recordemos, se?alaba la existencia en el coraz¨®n mismo de nuestras democracias de una estructura de mutua dependencia entre zo¨¦s y b¨ªos. B¨ªos son las vidas que tienen derechos, las vidas ciudadanas, las que tienen biograf¨ªa, mientras que las zo¨¦s representan el vivir com¨²n a todos los seres vivientes, las formas de vida que est¨¢n despose¨ªdas de derechos, las que solo contienen el mero hecho de vivir, y a menudo en un grado tan alto que son matables, es decir, que se puede disponer de ellas sin que siquiera ese acto conlleve una respuesta. Son las vidas nudas. Sin duda el campo de concentraci¨®n nazi es la culminaci¨®n de esa suspensi¨®n de la norma, el lugar donde pueden suceder los cr¨ªmenes m¨¢s abyectos. Pero Agamben trae el modelo del campo a las pol¨ªticas recientes y reconoce los mismos elementos constitutivos de los estados de excepci¨®n en sucesos tales como el del estadio de Bari, en el que en 1991 la polic¨ªa italiana amonton¨® a inmigrantes albaneses antes de devolverlos a su pa¨ªs, o el Vel¨®dromo de Invierno, en el que las autoridades de Vichy agruparon a los jud¨ªos antes de entregarlos a los alemanes, o las zones d¡¯attente de los aeropuertos internacionales franceses, en los que durante cuatro d¨ªas los extranjeros que solicitan el reconocimiento del estatuto de refugiado pueden ser retenidos antes de que intervenga la autoridad policial. No obstante, tambi¨¦n el patr¨®n se reconoce en Guant¨¢namo, o en las medidas que tom¨® EE UU a prop¨®sito del 11 de septiembre, salt¨¢ndose la Declaraci¨®n de Ginebra sobre prisioneros de guerra. Estas zonas y situaciones de exclusi¨®n son solo algunas muestras, pero si al abrir el peri¨®dico fu¨¦semos capaces de tener otra mirada encontrar¨ªamos muchos m¨¢s cada d¨ªa.
Sin embargo, la tesis que sostiene Agamben es a¨²n m¨¢s fuerte: estas situaciones no son una excepci¨®n, sino, al contrario, una estructura necesaria de inclusi¨®n excluyente, una gesti¨®n pol¨ªtica que necesita siempre la exclusi¨®n de alg¨²n otro para situarse donde est¨¢, un v¨ªnculo necesario que une el poder con la vida nuda y que est¨¢ adornado de modo que resulte invisible sin una adecuada observaci¨®n. Auschwitz es el paradigma del campo de concentraci¨®n, del estado de excepci¨®n, es su hip¨¦rbole. Pero lejos de ser una anomal¨ªa en la historia de Europa es la expresi¨®n desmedida de lo que sucede una y otra vez. Por eso, Auschwitz no puede gozar del prestigio de la m¨ªstica. Es cierto que es el ep¨ªtome terrible, el lugar en el que se produjo el m¨¢s ignominioso modo de hacer de la vida una vida nuda, de realizar la m¨¢s absoluta condici¨®n de lo inhumano. Pero es tambi¨¦n la terror¨ªfica representaci¨®n de lo que sucede cada d¨ªa. Es importante que se relea desde esta perspectiva, que el concepto que es Auschwitz se ponga al d¨ªa, que no quede como el altar del horror, si queremos avanzar en justicia social. Porque Auschwitz es la matriz oculta del espacio pol¨ªtico en el que vivimos todav¨ªa y donde se suceden peque?os Auschwitzs. Un estado de excepci¨®n, un campo, suceder¨¢ siempre que encontremos un lugar de indiferenciaci¨®n, una zona gris en que la vida nuda y la norma entren en un umbral de indiferenciaci¨®n, independientemente de los cr¨ªmenes que all¨ª ocurran, solamente con que pudieran ocurrir al amparo de toda impunidad.
La sombra del esqueleto de Auschwitz clarea en la pol¨ªtica migratoria europea que ha dado un giro al asumir la propuesta de Giorgia Meloni. ?No tiene el centro de deportados que acaba de estrenarse en Albania y al que, al parecer, seguir¨¢n muchos otros, un cierto hedor a estado de excepci¨®n, a zona gris de incertidumbre? ?Y sus internos, ahora devueltos a Italia por un tribunal, no empiezan ya a tener el semblante de vidas nudas?