La dignidad de Europa
La UE agoniza, pero la ley todav¨ªa fiscaliza el proceder de los malos gobernantes
El respeto por la dignidad humana solo se demuestra ante el rostro de un desconocido. Cuando quien implora ayuda, cobijo o protecci¨®n es alguien pr¨®ximo, es muy probable que sea la semejanza o la afinidad com¨²n la que motive nuestro afecto. Pero la dignidad universal, el inalienable valor inherente a toda vida humana, se expresa en nuestro compromiso con un dolor que no nos pertenece. Tal vez por eso, un texto antiguo del Mediterr¨¢neo oriental, al que debemos no poco, quiso hacer del extranjero ¡ªjunto con el hu¨¦rfano y la viuda¡ª un sujeto preferente con el que ejercer la responsabilidad moral.
El Gobierno de Italia, pa¨ªs llamado a ser uno de los pulmones culturales y espirituales de Europa, ensay¨® la semana pasada una infame estrategia de deportaci¨®n de migrantes a Albania, donde se busca establecer un r¨¦gimen semicarcelario y uniformado que ser¨ªa insoportable en nuestro territorio. La medida es singularmente aviesa, por cuanto externaliza la violaci¨®n de derechos humanos elementales en suelo extranjero, y lo hace, para mayor verg¨¹enza, a cambio de dinero. La primera experiencia de este ominoso experimento ha sido un fracaso y, gracias a la acci¨®n de un juez, las 16 personas que fueron internadas forzosamente en Albania ya est¨¢n en Italia. Europa agoniza, pero la ley, afortunadamente, todav¨ªa fiscaliza el proceder de los malos gobernantes. Por fortuna, el gobierno de las leyes, y no de los hombres, es otro de los patrimonios pol¨ªticos esenciales de la tradici¨®n europea.
Giorgia Meloni no est¨¢ sola, y Ursula von der Leyen lleg¨® a ponderar este experimento deshumanizador, calificando la medida de ¡°innovadora¡±. El adjetivo no es casual: una sociedad en la que la innovaci¨®n es un valor absoluto es, obviamente, una sociedad consagrada al absurdo. El problema, adem¨¢s, no es solo que quienes hacen gala de la insolidaridad se comporten conforme a sus principios deteriorados. Lo dram¨¢tico es que quienes aspiran a liderar moralmente la acogida lo hacen usando argumentos de utilidad igualmente infames. La dignidad de las personas migrantes no puede depender de las necesidades del capital ni de nuestra crisis demogr¨¢fica. No debemos gestionar responsablemente los flujos migratorios porque sea rentable, sino porque el compromiso moral y civilizatorio del que Occidente presume solo ser¨¢ real si se ejerce incluso en contra de toda rentabilidad. Europa debe elegir si quiere ser un refugio aislado de prosperidad y fortuna, o si verdaderamente aspira a ser algo parecido a la luz del mundo.
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