Las identidades
Est¨¢ bien respetar el sentido de pertenencia. Pero el respeto obliga a distinguir
Federico Garc¨ªa Lorca decidi¨® al mismo tiempo dejarse crecer los cabellos y maldecir al Vaticano en su libro Poeta en Nueva York. Las dos cosas est¨¢n m¨¢s juntas de lo que parece. En 1929, en medio de la crisis de Wall Street, supo que el papa P¨ªo XI hab¨ªa firmado un acuerdo con Benito Mussolini para unir los intereses de la Iglesia con el fascismo. Y maldijo al Papa y a la Iglesia. Pero al mismo tiempo record¨® que hay muchas formas de ser cristiano. Se dej¨® crecer los cabellos para declarar que su deseo se parec¨ªa al de las mujeres, reconociendo con el pelo largo su homosexualidad, pero tambi¨¦n identific¨¢ndose con la imagen de Cristo. Se puede ser cat¨®lico defendiendo el autoritarismo y las costumbres de la alta sociedad o dando hasta la vida en favor de los pobres. El poeta maldijo al Papa y record¨® al mismo tiempo que Cristo quiso repartir el pan y el vino. Fueron capaces de dar su vida por defender una tierra justa que diese sus frutos para todos.
El sentido de pertenencia no es malo. El desarraigo y la velocidad del mundo en el que vivimos nos empujan a una soledad deshumanizada. Cuando nos miramos al espejo corremos el riesgo de no ver todo lo que cabe en nuestros ojos: un tel¨¦fono con amigos, una casa cuando es posible, una patria, una sangre, unas ra¨ªces, a veces una religi¨®n y un instinto pol¨ªtico. Por eso est¨¢ bien respetar el sentido de pertenencia. Pero el respeto obliga a distinguir. No es lo mismo que la religi¨®n te arrastre a Mussolini o que te lleve al Cristo que anduvo sobre la mar y dio su vida por amor a los otros. No es lo mismo defender los derechos universales del ser humano que identificar tu identidad con una legitimaci¨®n de la violencia. No es lo mismo vivir con ideas pol¨ªticas que corromper en nombre de tus ideas las instituciones, los poderes del Estado y la democracia. La derecha europea deber¨ªa separarse de la extrema derecha. Y los jud¨ªos, de Netanyahu.
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