Col¨®n racializado
Seguimos con la obsesi¨®n de encontrar esencias gen¨¦ticas que nos hagan distintos, que nos separen del ¡°otro¡±
?Qu¨¦ importa que Crist¨®bal Col¨®n fuera genov¨¦s, catal¨¢n o portugu¨¦s? ?Acaso su origen exacto cambia en algo la historia, la trascendencia pol¨ªtica del viaje que lo llev¨® a tropezar con el Nuevo Continente? Pero hay una parafilia rara que lleva a algunos cient¨ªficos a obsesionarse con los muertos, incluso cuando de sus cad¨¢veres no queda m¨¢s que polvo de huesos.
Tal parece el caso del catedr¨¢tico de la facultad de Medicina de la Universidad de Granada Jos¨¦ Antonio Lorente, que anunci¨® mediante un documental de cine, ni m¨¢s ni menos que en una fecha antes conocida como d¨ªa de La Raza, que el navegante era de origen sefard¨ª. Concepto este equivocado porque no hubo sefard¨ªes hasta que los jud¨ªos fueron expulsados de la Pen¨ªnsula, seg¨²n nos aclara el portal Sfarad, dedicado al juda¨ªsmo espa?ol y que, a pesar de la imprecisi¨®n, parece celebrar el hecho de que Col¨®n fue ¡°definitivamente¡± hispano-hebreo. Destacados expertos en el tema ya han afirmado que los m¨¦todos usados por Lorente son dudosos y se?alan que sus investigaciones no han pasado por los procesos de validaci¨®n establecidos por la ciencia. El catedr¨¢tico ha anunciado que pronto veremos publicado su trabajo en revistas cient¨ªficas; pero la cuesti¨®n de fondo es ?qu¨¦ necesidad hay de indagar en los genes de alguien que vivi¨® hace m¨¢s de cinco siglos? ?Volveremos ahora a obsoletas nociones de pureza racial, de delimitaciones n¨ªtidas entre grupos humanos que habitaban un mismo territorio? Ni las identidades, individuales o colectiva, ni la cultura, ni mucho menos las creencias, la ideolog¨ªa o la lengua est¨¢n en el genoma por mucho que se torture a las raqu¨ªticas mitocondrias rescatadas de antiguas tumbas. Un jud¨ªo era alguien que practicaba el juda¨ªsmo en la ¨¦poca anterior al edicto de la multicultural Isabel la Cat¨®lica. Hab¨ªa jud¨ªos genoveses, jud¨ªos catalanes, jud¨ªos portugueses. La ¨²ltima vez que se buscaron genes jud¨ªos, la cosa no acab¨® precisamente bien.
Hay un racismo impl¨ªcito en la necesidad de torturar los cromosomas para que confiesen diferencias fundamentales entre los seres humanos. No somos perros o gatos, los rasgos que nos diferencian no son tan importantes como para que se nos pueda aplicar el concepto de raza, pero seguimos con la obsesi¨®n de encontrar esencias gen¨¦ticas que nos hagan distintos, que nos separen del ¡°otro¡±. Tambi¨¦n es racista creer que en alg¨²n momento fuimos puros y estuvimos radicalmente separados los unos de los otros. Eso es un relato, una ficci¨®n identitaria que descarta la hibridaci¨®n, la mezcla, la convivencia misma.
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