Una oda a la compasi¨®n en Valencia
En la adversidad surge un despliegue conmovedor de solidaridad y bondad, gente que busca sobre todo dar esperanza
En la tragedia aflora lo mejor y lo peor de la condici¨®n humana. Hemos visto en estos d¨ªas un despliegue conmovedor de solidaridad y bondad, hordas de gente que caminan con lo que tienen, pico y pala, ropa y comida y sobre todo esperanza para dar todo a cambio de nada. Otras que improvisan un centro de cuidados para acompa?ar y sanar a una persona con una fractura de f¨¦mur. Tambi¨¦n en medio de estas cat¨¢strofes tan devastadoras aparece la mezquindad y el oportunismo, los saqueos, los empujones, los arrebatos descontrolados de violencia. Esta mezcla no solo separa gentes. En el seno mismo de muchas personas surge la contradicci¨®n de sentires que nos contaba Walt Whitman y asoman al un¨ªsono la tristeza, la incomprensi¨®n, la ira, la desaz¨®n y la p¨¦rdida de sentido. Esa congoja para la que ni siquiera tenemos una palabra, la que el dibujante Javi Royo resumi¨® en un dibujo de una tormenta en el interior de una cabeza. Dec¨ªa: hoy llueve por dentro.
Es que en estos duelos de multitudes se desarman las fibras centrales de la cohesi¨®n, tanto la que sostiene nuestras sociedades, como nuestro esp¨ªritu. Vemos cosas para las que no estamos preparados, un ni?o y una madre soltando una mano y perdi¨¦ndose en un r¨ªo de agua y furia que atraviesa un pueblo. Un adolescente aprovechando lo que sabe que ser¨¢n sus ¨²ltimos segundos para llamar a su madre y despedirse. En estas cat¨¢strofes se rompe ese lugar llamado ¡°casa¡± que forma un escudo de protecci¨®n, ese sitio imaginario de los juegos infantiles, en los que, pasase lo que pasase, est¨¢bamos a salvo. Se rompe tambi¨¦n el tejido de las conexiones esenciales y en medio de todo esto se rompe el sentido de la justicia y al fin aparece un estado de abatimiento, en el que el amor y la fuerza solidaria, pero tambi¨¦n la ira y la bronca se extinguen por un rato. Lo que queda es desidia, un desamparo total. Se desgrana la esperanza.
Escribo este texto con el ¨²nico ¨¢nimo de contar el trabajo de un equipo de 30 m¨¦dicos, psiquiatras, expertos en este tipo de tragedias ¡ªque lamentablemente suceden m¨¢s de la que pensamos¡ª que se reunieron para pensar c¨®mo acompa?ar de manera m¨¢s efectiva y amorosa a los que m¨¢s lo necesitan. Se titula Five essential elements of immediate and mid¨Cterm mass trauma intervention: Empirical evidence y sus conclusiones no son sorprendentes, muchas son intuitivas, pero creo que vale la pena enumerarlas, no con ¨¢nimo predicativo, mucho menos imperativo, sino para propagar su esfuerzo compasivo.
Stevan Hobfoll, junto a 30 psiquiatras, sugiere poner el foco en promover la sensaci¨®n de seguridad, la calma, la autoeficacia, la conexi¨®n y finalmente la esperanza. Podemos reconocer cada una de ellas en el caso m¨¢s simple y frecuente de una persona accidentada. Lo primero es ponerla a salvo, contener e inmovilizar, explicar que ya ha terminado. Luego evitar el reflejo del cerebro que persiste en dar guerra aun cuando la batalla ha terminado. Respirar, salir de la exaltaci¨®n para pasar al modo m¨¢s efectivo, el de la calma. Hacer lo que Jorge Drexler dice en su canci¨®n, ¡°deja que el beso dure, deja que el tiempo cure¡±. Desenredar las conexiones que la memoria ha formado y que se perpet¨²an en el estr¨¦s cr¨®nico. Luego asegurar que alguien estar¨¢ ah¨ª, y que no se ir¨¢. La persona que vela por nosotros y nos permite, aunque sea por un rato, cerrar los ojos y apoyarnos y que adem¨¢s nos da pautas simples para empezar a actuar: que soplemos la herida, o que respiremos. Es importante que sean pautas simples porque la ciencia muestra que intentar empoderar a quien no tiene recursos puede ser contraproducente y desmoralizante. Y por fin, la persona que cuando todo se ha roto nos muestra que a¨²n hay algo de lo que agarrarse y nos da el combustible vital, lo que psic¨®logo Viktor Frankl, en su obra El hombre en busca de sentido, resalta que los seres humanos necesitamos: una esperanza, un motivo para resistir.
Mi amigo Jacobo Bergareche public¨® una foto de Carrer de l¡¯Alegr¨ªa. La idea parece opuesta a la de Javi Royo, de la lluvia en el alma, pero es la misma. Dec¨ªa que la alegr¨ªa es un rasgo del car¨¢cter, de alguna gente y de algunos pueblos. Y que en su calle, Valencia enuncia una disposici¨®n, que es el combustible vital cuando la vida nos pone estas pruebas tan adversas. Aferrarse al sentido, a la alegr¨ªa no como una arenga vana sino como una forma de buscar aquellas cosas que convoca. Los valencianos que caminan como pueden y con lo que tienen a Paiporta para que brille en medio de la tragedia, lo mejor de la condici¨®n humana.
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