En la punta de los dedos
Los pobres han creado a un Dios misericordioso al que reclaman ayuda, si bien su omnipotencia apenas puede llenar el cazo con el que los m¨¢s desesperados piden limosna
La imagen que pint¨® Miguel ?ngel en el techo de la Capilla Sixtina en que aparecen Jehov¨¢ y Ad¨¢n a punto de juntar las yemas de su dedo ¨ªndice pasa por ser el s¨ªmbolo f¨¢lico de la creaci¨®n del hombre, pero me pregunto qui¨¦n de los dos es el verdadero creador. ?Qui¨¦n cre¨® a qui¨¦n? Dios cre¨® al hombre a su imagen y semejanza, se dice en el G¨¦nesis, aunque todo da a entender que fue al rev¨¦s. Ha sido el hombre quien ha creado un Dios distinto a medida de sus sue?os. Est¨¢ el Dios airado que te expuls¨® del para¨ªso y te sigue vigilando con un solo ojo desde el interior de un tri¨¢ngulo is¨®sceles. En estos momentos de la historia esta figura est¨¢ en alza. Ese es el Dios que toma la forma de un pol¨ªtico ah¨ªto de testosterona, como Putin, que es a la vez patr¨®n y polic¨ªa con un rev¨®lver en la cadera, o puede tratarse de ese emperador tormentoso de color calabaza, Donald Trump, que acaba de ser elegido presidente de Estados Unidos. Ambos coinciden en que han sustituido el trono por el inodoro de oro macizo, solo que si tiran de la cadena podr¨ªa llover plomo nuclear hasta acabar con la humanidad. Por otra parte, hay un Dios de clase media que si le rezas te permitir¨¢ ir al supermercado donde podr¨¢s llenar el carro de la compra sin que te falten nunca rollos de papel higi¨¦nico. Los pobres de la tierra han creado a un Dios misericordioso al que reclaman ayuda y remedio de todos sus males, si bien su omnipotencia apenas puede llenar el cazo de lat¨®n con el que los m¨¢s desesperados piden limosna en las aceras. Hay un Dios acostumbrado a recibir unidas las blasfemias y plegarias que eleva desde la tierra el g¨¦nero humano. Preg¨²ntate qu¨¦ clase de Dios es el tuyo, porque, a fin de cuentas, cada uno es el Dios de s¨ª mismo que se lleva dentro del propio cuerpo, unos en la sangre, otros en los huesos, otros en la punta de los dedos y desde all¨ª se convierte en la medida de nuestros sue?os. Es ese Dios que se afeita o se pinta los labios cada ma?ana ante el espejo en el cuarto de ba?o.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.