Donald Trump en Paiporta
La oleada reaccionaria avanza para aplastar los ¡°excesos¡± democr¨¢ticos y sociales de la modernidad
Estos d¨ªas he recordado un relato de Franz Kafka en el que un mensajero imperial debe entregar un mensaje crucial, susurrado a su o¨ªdo por el propio emperador moribundo. Inmediatamente se pone en marcha, apartando con los brazos a las multitudes que se aglomeran en el palacio. Es un hombre ¡°robusto, incansable¡±, que cuando encuentra resistencia de esas multitudes cuyo ¡°n¨²mero no tiene fin¡± puede se?alar a su pecho, donde brilla el s¨ªmbolo del sol imperial. Eso facilita su viaje, m¨¢s que a cualquier otro hombre. Y, sin embargo, apenas es capaz de avanzar. Aunque consiguiera salir de la estancia...
Estos d¨ªas he recordado un relato de Franz Kafka en el que un mensajero imperial debe entregar un mensaje crucial, susurrado a su o¨ªdo por el propio emperador moribundo. Inmediatamente se pone en marcha, apartando con los brazos a las multitudes que se aglomeran en el palacio. Es un hombre ¡°robusto, incansable¡±, que cuando encuentra resistencia de esas multitudes cuyo ¡°n¨²mero no tiene fin¡± puede se?alar a su pecho, donde brilla el s¨ªmbolo del sol imperial. Eso facilita su viaje, m¨¢s que a cualquier otro hombre. Y, sin embargo, apenas es capaz de avanzar. Aunque consiguiera salir de la estancia imperial, todav¨ªa tendr¨ªa que atravesar innumerables cortes, palacios y murallas, la inmensa capital imperial en el centro del mundo, su camino apenas comenzado obstruido por infinitos cuerpos entrelazados. Fantasea con llegar a los amplios campos, donde podr¨ªa volar. Pero nunca llegar¨¢. Algunas veces ni los m¨¢s capaces pueden hacer suficiente.
La noche del 5 de noviembre veo c¨®mo las buenas gentes de Pensilvania, M¨ªchigan y Wisconsin devuelven la presidencia de Estados Unidos a Donald Trump por un margen de apenas 250.000 votos. El mensaje sobre la necesidad de defender las instituciones fr¨¢giles e imperfectas de la democracia, a los m¨¢s vulnerables, tampoco ha podido ser entregado. Aquellos que pod¨ªan se?alar a los viejos s¨ªmbolos de autoridad, como la tradici¨®n constitucional estadounidense o el orden liberal internacional, tampoco han podido salir del palacio. S¨ª que ha sido entregado el mensaje de la dominaci¨®n jer¨¢rquica, de la posibilidad de unirse al bando ganador aunque sea como el m¨¢s miserable de los dominadores, siempre a punto de convertirse en la siguiente v¨ªctima. La oleada reaccionaria, una vez aplastados los ¡°excesos¡± democr¨¢ticos y sociales del siglo pasado, ya avanza para machacar lo que queda del esp¨ªritu universalista y emancipador de la modernidad.
M¨¢s cerca, leo c¨®mo la alcaldesa de Paiporta llama a la delegada del Gobierno en Valencia la tarde del 29 de octubre. Mi pueblo se est¨¢ inundando, le dice. No est¨¢ preparado para esto. Va a morir gente. Ya est¨¢ muriendo. La delegada a su vez llama por cuarta vez en ese d¨ªa a la consellera responsable de emergencias. Una hora y pico m¨¢s tarde la Generalitat lanza la alerta, pero ya es tarde. La dana de octubre de 2024 ¡ªconvertida en m¨¢s probable y feroz por el cambio clim¨¢tico¡ª ha matado al menos a 223 personas. Los portadores de los s¨ªmbolos de la ciencia tampoco han podido entregar el mensaje sobre el peligro creciente del cambio clim¨¢tico, sobre nuestra falta de preparaci¨®n, sobre la necesidad de reducir lo m¨¢s r¨¢pido posible las emisiones de gases de efecto invernadero. S¨ª que ha sido entregado, en Valencia como en otros lugares, el mensaje de recortar todav¨ªa m¨¢s nuestra capacidad de respuesta, de reducir los impuestos a los que m¨¢s tienen, de elegir a los peores gobernantes en el momento de mayor peligro.
Trump y Maz¨®n representan la misma propuesta de gobernanza. Estos d¨ªas es imprescindible hablar de ellos a la vez, aunque esa perspectiva m¨¢s amplia desdibuje algunos detalles. Es mucho lo que comparten: el Estado como protector y bot¨ªn para los m¨ªos, como disciplinador y ruina para mis enemigos. Unas instituciones que no est¨¢n para proteger ni para regular ni para avanzar, sino para garantizar que cada uno permanezca en su sitio. El s¨¢lvese quien pueda, el gobierno de los negacionistas, el gobierno de los incompetentes. Ante esto, de nuevo, hay que entregar un mensaje desesperado: las infraestructuras, los protocolos y nuestros sentidos comunes del siglo XX, entre otras muchas cosas, no est¨¢n preparados para el clima del siglo XXI. Si queremos sobrevivir necesitaremos un colosal esfuerzo de mitigaci¨®n clim¨¢tica, antes de que cualquier adaptaci¨®n se vuelva imposible. Necesitaremos una sociedad civil y unas instituciones m¨¢s robustas, unos sindicatos m¨¢s fuertes, unos partidos m¨¢s audaces y un Estado que coordine y proteja ante una amenaza creciente. Este proyecto es el opuesto al proyecto reaccionario, cuyo mensaje s¨ª se extiende por todo el imperio. El fascismo y la crisis clim¨¢tica poco a poco se est¨¢n entremezclando en una ¨²nica amenaza indistinguible.
Es f¨¢cil obsesionarse con que el fallo est¨¢ en el propio contenido de nuestro mensaje. Si fuese m¨¢s vehemente, m¨¢s emp¨¢tico, m¨¢s inteligente, si hubiese insistido en esta u otra cuesti¨®n, casualmente la que yo considero m¨¢s importante, sin duda habr¨ªa triunfado. Pero el problema no est¨¢ en el mensaje susurrado en el o¨ªdo, en si sus palabras contienen el encantamiento preciso. El problema est¨¢ en que la autoridad de los s¨ªmbolos que le abren paso puede ser la mejor disponible, pero hoy es insuficiente. En que nuestro mensajero no es capaz de atravesar a las multitudes a las que desesperadamente queremos alcanzar. Solo abandonando el prejuicio del perfeccionamiento eterno del mensaje podremos empezar a reconstruir nuestros s¨ªmbolos y nuestros mensajeros.
Judah Grunstein, jefe de redacci¨®n de la World Politics Review, sugiere que la caracter¨ªstica fundamental de nuestras sociedades es la falta de confianza. La proliferaci¨®n de las teor¨ªas de la conspiraci¨®n, la polarizaci¨®n, la fragmentaci¨®n medi¨¢tica, el auge de la xenofobia y las tensiones geopol¨ªticas, pueden verse como respuestas inevitables a la falta de confianza entre pa¨ªses, en las instituciones, en los medios, en los dem¨¢s. Las elecciones en Estados Unidos han sido un plebiscito contra la falta de confianza. Gradualmente, todas las elecciones son esas mismas elecciones. Los defensores de un proyecto imperfecto con una autoridad marchita se ven cada vez m¨¢s impotentes para contener una marea que les rodea y que desborda todas las antiguas murallas. El proyecto de la dominaci¨®n jer¨¢rquica, el de aplastar a alguien para ganar algo, parece m¨¢s cre¨ªble que el del buen gobierno. Al menos para una mayor¨ªa fr¨¢gil y vol¨¢til, desconfiada de s¨ª misma, pero muchas veces suficiente.
Los mayores apoyos a Trump han estado entre la poblaci¨®n que dice prestar ninguna o poca atenci¨®n a las noticias sobre pol¨ªtica. El vac¨ªo lo llena una red fluctuante de bulos y timos algor¨ªtmicos, perfectamente financiada, que produce una sensaci¨®n de desconfianza omnipresente. Esa desconfianza juega incluso a favor de Trump: mucha gente no cree que vaya a hacer muchas de las cosas en las que lleva insistiendo meses. Estos son los nuevos mensajeros, que portan unos nuevos s¨ªmbolos de autoridad. ?D¨®nde est¨¢n los nuestros? La mayor¨ªa fueron barridos por la revoluci¨®n neoliberal. Como ya contaron Peter Mair o Ignacio S¨¢nchez-Cuenca, vivimos las secuelas de una crisis profund¨ªsima de representaci¨®n e intermediaci¨®n. Todo un mundo de ideolog¨ªas, partidos, sindicatos, asociaciones y medios, sostenes de un consenso que parec¨ªa eterno, fueron barridos en pocos a?os. El mensaje es similar al de anta?o, algunas veces demasiado similar, pero cada vez son menos los que pueden entregarlo.
Dec¨ªa Mario Tronti, despu¨¦s de la victoria totalizadora del capitalismo, que la forma m¨¢s adecuada de hacer pol¨ªtica ser¨ªa ahora la de hacer oposici¨®n desde el gobierno. Pensamiento avanzado, que hoy se confirma. Todos los gobiernos de los antiguos s¨ªmbolos parecen condenados a realizar una oposici¨®n permanente a poderes entregados a la erosi¨®n de la confianza. El realismo nos dice que llevamos tres o cuatro d¨¦cadas siendo siempre oposici¨®n, remando a contracorriente. La ciencia nos dice que tenemos cada vez menos tiempo para evitar cat¨¢strofes insoportables. La restituci¨®n de unos s¨ªmbolos y de unos mensajeros a la altura de estos peligros, m¨¢s que el eterno refinamiento de un mensaje cada vez m¨¢s impotente, es la tarea del presente. Una tarea previa, quiz¨¢s m¨¢s humilde, de infraestructura, de puro mecanismo. Es tentador so?ar con los campos donde podr¨ªamos volar, pero todav¨ªa no hemos atravesado la primera muralla del palacio.