Las maravillas de la desinformaci¨®n
Los bulos se viralizan, pero a menudo los magnifican los grandes medios por prisas, negligencia o inter¨¦s. El poder produce las trolas m¨¢s eficaces
Buena parte de los textos sobre la desinformaci¨®n son performativos: no solo describen la desinformaci¨®n, sino que la llevan a cabo, habitualmente entre alertas y lamentos. Se?alan, por ejemplo, que la gente no piensa como nosotros porque est¨¢ mal informada y recurre a explicaciones simplistas. Un ejemplo de performatividad es el informe falso que atribu¨ªa los altercados de Paiporta a una trama de la ultraderecha. El presidente del Gobierno y el ministro del Interior reiteraron las mentiras. El uso espurio de un problema real como la desinformaci¨®n es contraproducente; lo comprobaremos.
Los bulos se viralizan, pero los magnifican los grandes medios: por prisas, negligencia o inter¨¦s. El poder produce las trolas m¨¢s eficaces. En tiempos de velocidad y frenes¨ª por el relato, el poder cambia de opini¨®n deprisa y, a menudo, un medio tiene que denunciar como bulo algo que hab¨ªa contado poco antes, normalmente afeando que lo hayan hecho otros. Como el flujo de informaci¨®n nunca se detiene, poca gente se acuerda, y si alguien te manda un pantallazo de lo que has publicado tampoco tiene consecuencias.
Los m¨¦todos son conocidos: tergiversar, exagerar, ocultar; aislar lo del adversario y contextualizar infinitamente lo nuestro. Uno de los procedimientos m¨¢s fascinantes es el magrittiano: se dice que algo no significa lo que significa. As¨ª, leemos en distintos medios art¨ªculos casi cl¨®nicos y acaso divinamente inspirados, donde se explica que la frase ¡°si quieren ayuda, que la pidan ¡° del presidente es un bulo porque la expresi¨®n literal fue ¡°si necesita m¨¢s recursos, que los pida¡±. La distinci¨®n sin diferencia inspira una pregunta grouchomarxista: ?a qui¨¦n vas a creer: a m¨ª o a tus propios ojos?
En El retablo de las maravillas de Cervantes, unos p¨ªcaros llegan a un pueblo y presentan un espect¨¢culo de marionetas. Las maravillas del espect¨¢culo, sin embargo, no son aptas para todo el mundo: los conversos y los bastardos no pueden verlas. Los comediantes anuncian que salen del retablo ratones, leones y osos: es mentira, pero los espectadores no se atreven a decir que no ven nada de eso ¡°por la negra honrilla¡±. Ahora, despu¨¦s de ver al emperador desnudo pretenden hacernos creer que iba vestido: ?o es que eres de ultraderecha? El cuajo es admirable, pero nos lamentamos por la p¨¦rdida de credibilidad de los medios mientras insultamos la inteligencia de los lectores.
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