Ver llover en Valencia
He conocido un tiempo en el que se sal¨ªa en procesi¨®n y se rezaba a los santos para que lloviera. El santo en cuesti¨®n no siempre ejerc¨ªa su mediaci¨®n h¨²meda a gusto de todos. Hoy se piden ministros, lo cual es un avance
El ni?o entr¨® en su casa al volver del colegio y not¨® algo raro: sus padres se pasaban nerviosos el tel¨¦fono de bakelita negra colgado en el pasillo, el padre m¨¢s excitado que la madre, y los dos alzando la voz, casi chillando en su lengua com¨²n que los hijos entend¨ªamos pero no habl¨¢bamos casi nunca, m¨¢s all¨¢ de un saludo o una frase hecha. Esa lengua com¨²n era el valenciano, y las llamadas ¡°por conferencia¡±, como se dec¨ªa entonces, quedaban principalmente reservadas para la familia, en nuestro caso toda ella afincada ¡ªexcepto nosotros¡ª en Valencia, la capital, y en alg¨²n otro pueblo grande del sur de la provincia, tambi¨¦n llamada por los m¨¢s nost¨¢lgicos el ¡°Reino de Valencia¡±. Mi padre, que mostraba a veces un temperamento bromista, me dec¨ªa, cuando se impacientaba por alguna trastada infantil, que yo, valenciano por parte de padre y madre, era el primer alicantino en llevar apellidos nord-valencianos, ¡°con todo lo que eso significa¡±, que yo, con tan corta edad y tan poco mundo, no sab¨ªa naturalmente lo que significaba. Pero no me callaba ante pap¨¢: ¡°?ilicitano, yo soy ilicitano!¡±, ya que ese participio ins¨®lito ten¨ªa a mis o¨ªdos un glamour prehist¨®rico.
Hoy no podemos re¨ªr f¨¢cilmente con esas inocentes chanzas territoriales. Las tierras valencianas, murcianas, alicantinas, tan hermosas y c¨¢lidas, tan f¨¦rtiles, han sido gravemente heridas, y es preciso buscar de modo urgente y duradero c¨®mo sanarlas, y c¨®mo reanimarlas. Esta deber¨ªa ser la ¨²ltima riada que se cuela impunemente en nuestros hogares, la ¨²ltima gota fr¨ªa que se lleva nuestros medios de transporte como si fueran barcos de papel, hasta el naufragio final. La ¨²ltima vez que se nos obligue de manera macabra a usar una falsa palabra de siglas tan fea como lo es dana. Y sobre todo deber¨ªa ser esta la ¨²ltima vez que el agua no encuentre resistencia en la tierra firme de tantas ramblas que, al descargar en los campos y calles su anhelado l¨ªquido, lo convierte al contrario en mort¨ªfera carga.
Sin embargo, hace pocos d¨ªas una amiga de mi misma edad que ya no vive en Valencia me cont¨® sus recuerdos (?sus sue?os?) de la primera gran riada del Turia, la de 1957. Ella no volvi¨® de su colegio de monjas aquel d¨ªa en el que mis padres llamaban ansiosamente a nuestros familiares. Mi amiga estaba a resguardo en el centro de la capital, viendo caer la lluvia desde su ventana, ya que su madre, muy previsora, la busc¨® anticipadamente en el colegio donde ella estudiaba interna, y por as¨ª decirlo la rescat¨® de las aguas que tambi¨¦n cayeron a mansalva, aunque con menos sa?a y menos v¨ªctimas mortales que en esta doloros¨ªsima ocasi¨®n de noviembre de 2024.
Mi escena inicial de agitado costumbrismo familiar con tel¨¦fono de pared incluido tuvo una fecha precisa, la del 14 de octubre del a?o 1957, que yo recuerdo bien, al igual que mi amiga, y no por ser ambos prodigiosamente memoriosos. Fecha de destrucci¨®n que exigi¨® con el tiempo eliminar el ameno cauce fluvial vivo en el centro, convirti¨¦ndolo en un parquecillo de aires futuristas, y esculturas grandiosas, no todas desproporcionadas. La segunda p¨¦rdida la sufrimos mi amiga y yo en la intimidad o el ego¨ªsmo: no tendr¨ªamos fiesta de cumplea?os compartida cuatro d¨ªas despu¨¦s de tal tragedia.
Y es que cuando las voces a ambos lados de la l¨ªnea telef¨®nica se fueron mitigando pude enterarme en Alicante de lo que hab¨ªa pasado y estaba a¨²n pasando en Valencia agitando tan gravemente a mis padres: ese mismo d¨ªa, 14 de octubre, el r¨ªo Turia se hab¨ªa desbordado por la lluvia ca¨ªda, arrasando el cauce del r¨ªo, por lo general poco agresivo y hasta bonach¨®n, tal como lo recuerdo. El resto est¨¢ en los libros: 81 personas perecieron, y los da?os causados fueron cuantiosos. Y as¨ª tras alguna duda una comisi¨®n oficial nombrada por el Gobierno de Franco tom¨® la decisi¨®n de desviar el curso fluvial, sac¨¢ndolo fuera de la capital, que perd¨ªa el encanto de las ciudades navegables con patos y aun ba?istas, pero garantizaba a cambio la salvaci¨®n de los ni?os incautos y los paseantes.
El agua ejerce un embrujo sobre nosotros que yo no equiparo con ninguna otra fuerza de la naturaleza. Pero su belleza tambi¨¦n depende del misterio de lo que oculta y de lo que puede desencadenar fulgurantemente.
Hubo un tiempo que yo he conocido en el que se sal¨ªa en procesi¨®n y se rezaba a los santos para que lloviera. El santo en cuesti¨®n o las v¨ªrgenes requeridas no siempre ejerc¨ªan su mediaci¨®n h¨²meda a gusto de todos. Hoy se piden ministros, lo cual es un avance, en mi opini¨®n, pues ya record¨® Shakespeare en un famoso mon¨®logo femenino que ¡°La clemencia no es cualidad forzosa. / Cae como la lluvia, desde el cielo /a lo que est¨¢ debajo. Su bendici¨®n es doble: bendice al que la da y al que la obtiene¡±.
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