La fiesta m¨¢s rara del mundo
Abr¨ª el libro como si pasar la tarde leyendo en silencio con dos docenas de desconocidos fuera lo m¨¢s normal del mundo
La organizadora, Bel¨¦n Torregrosa, cerr¨® la puerta del saloncito privado donde hab¨ªamos sido citadas, un lugar oscuro, maximalista y bastante acogedor, y bajo la cabeza de un falso rinoceronte nos instruy¨® sobre las normas que deb¨ªamos seguir. Media hora de lectura privada, diez minutos de conversaci¨®n, media hora m¨¢s de lectura y despu¨¦s podr¨ªamos comentar la experiencia. Abr¨ª el libro que hab¨ªa elegido para la ocasi¨®n ¡ªEl trabajo de los ojos, de ...
La organizadora, Bel¨¦n Torregrosa, cerr¨® la puerta del saloncito privado donde hab¨ªamos sido citadas, un lugar oscuro, maximalista y bastante acogedor, y bajo la cabeza de un falso rinoceronte nos instruy¨® sobre las normas que deb¨ªamos seguir. Media hora de lectura privada, diez minutos de conversaci¨®n, media hora m¨¢s de lectura y despu¨¦s podr¨ªamos comentar la experiencia. Abr¨ª el libro que hab¨ªa elegido para la ocasi¨®n ¡ªEl trabajo de los ojos, de Mercedes Halfon, un ensayo breve sobre la vista y sus debilidades¡ª y obedec¨ª, como si pasar la tarde de un martes de diciembre en un hotel fino del centro de Madrid leyendo en silencio junto a dos docenas de desconocidos fuera lo m¨¢s normal del mundo.
Las fiestas de lectura ¡ªreading parties¡ª comenzaron hace unos a?os en Estados Unidos y viven un cierto momento de gloria entre la juventud de Nueva York, desde donde se est¨¢n extendiendo a otros lugares. A la que acud¨ª fue una de las primeras celebradas en Espa?a. Sentarte a lo tuyo, calladita y sin molestar es m¨¢s viejo que el hilo negro, y los asistentes recordamos enseguida las sobremesas monacales y las veladas victorianas, pero me interesaba experimentar el momento exacto en el que una idea pasa de ser inconcebiblemente est¨²pida a una tendencia deseable. Las fiestas de lectura silenciosas se ponen de moda justo en el momento en el que no podemos m¨¢s con nuestro malestar digital y necesitamos recuperar nuestra atenci¨®n a toda costa. Para alejar el m¨®vil buscamos la ayuda de los dispositivos anal¨®gicos a los que sustituy¨®: puzles, radios, despertadores, peri¨®dicos, revistas, libros. Tambi¨¦n empieza a entenderse mejor, por fin, el ocio introvertido o el abstemio.
Esta columna ser¨ªa m¨¢s divertida si hubiera odiado la fiesta por pija o absurda, y es cierto que ten¨ªa papeletas para ello, pero si soy sincera, me divirti¨®. Siempre me sorprender¨¢ el poder de inmersi¨®n de la narrativa: ponle a un ser humano unos trapos con forma de marioneta delante y olvidar¨¢ todo lo que tiene alrededor para teletransportarse a otro mundo. Para alguien como yo, a quien le cuesta ponerse a leer, pero una vez dentro de la historia entra en un estado de foco profundo, leer en compa?¨ªa es una revelaci¨®n. La presencia de otras personas me ayud¨® a una concentraci¨®n atenta y relajada, como la que consigo cuando trabajo en las bibliotecas p¨²blicas, aunque en este caso el fin sea puramente l¨²dico. A diferencia de los clubes de lectura, no es necesario consensuar lecturas, ni debatir sobre ellas. Solo me irrit¨® tener que parar por indicaci¨®n externa a una hora determinada.
La charla posterior tambi¨¦n fue interesante. Uno de los pocos caballeros de la sala cogi¨® un avi¨®n desde Alemania tras descubrir la convocatoria en LinkedIn: eligi¨® a Jardiel Poncela y se le escap¨® alguna risa. Otra asistente nos dijo que daba igual lo le¨ªdo, porque la emoci¨®n creada y compartida por el grupo era com¨²n, y no me parece descabellado. Alguien intent¨® plantear la dicotom¨ªa entre el libro de papel y el digital, que nos pareci¨® superada: se vieron varios kindles y el audiolibro fue defendido. ¡°Si llego a decir que yo leo libros hasta en el m¨®vil se monta una guerra civil¡±, dijo despu¨¦s en privado mi amiga la escritora Carmen Pacheco, que llev¨® un precioso tomo sobre Agatha Christie y la arqueolog¨ªa. Hubo una ¨²ltima norma: no sacar los tel¨¦fonos para retratarnos durante la lectura. El lujo verdadero no es digital ni anal¨®gico, es conservar a toda costa la capacidad de desaparecer.